lunes, 2 de abril de 2012

La leyenda de Tom Boonen


 Ayer Tom Boonen entró en la Historia del ciclismo. Seguramente ya pertenecía a ella, pero ayer sus registros quedaron marcados con letras de oro, al alcanzar esa magnífica cifra de tres victorias en el Tour de Flandes. Con este triunfo, consigue también un triplete inédito, al encadenar el Gran Premio de Harelbeke, la Gante Wevelgem y la gran carrera flamenca en el mismo año. Y además, continúa con la exhibición mostrada por su equipo, el todopoderoso Omega Pharma Quick Step en este inicio de temporada. En las clásicas flamencas están arrasando. Julien Vermote ganó la Driedaagse Van West Vlaanderen (Los tres días de Flandes Occidental), Francesco Chicci consiguió la victoria con autoridad en la Nokere Koerse y repitió dos días después en la Handzame Classic. La Dwars door Vlaanderen (A través de Flandes), una carrera de muchísima más entidad, fue para el holandés Niki Terpstra, tras un ataque gran ataque lejano que no tuvo respuesta, en parte por el gran trabajo que Sylvain Chavanel hizo sobre otros favoritos en un gran estado de forma, como Pozzato o Vanmarcke. Tras las dos victorias de Boonen en Harelbeke y Gante Wevelgem, el francés Chavanel consiguió para el equipo su propia victoria final, al ganar Driedaagse De Panne-Koksijde (Los tres días de La Panne), gracias a su gran prestación el último día en la contrarreloj.

Pero en este equipo que está pasando como una apisonadora por todos los continentes (ganaron en América, Europa y Asia), destaca especialmente Boonen, que ha ganado igualmente en San Luis, en Qatar y, ahora, en Bélgica, en las que posiblemente sean las tres carreras más importantes del calendario flamenco. El año pasado, aunque ganó la Gante Wevelgem, fue bastante desconcertante para él, especialmente en el Tour de Flandes, donde un ataque suyo despertó a la bestia Cancellara, dificultando la victoria en solitario de su compañero Chavanel, finalmente segundo tras Nuyens, en uno de los finales más espectaculares que ha tenido la clásica en los últimos tiempos.

Pese al enorme éxito deportivo del año anterior, la organización sorprendió con un cambio radical en el recorrido. Las dos diferencias más significativas, la eliminación del Muur de Grammont, el punto más mítico y que más público congregaba de toda la carrera, y el cambio en la llegada, pasando de Merbeeke a Oudenaarde. Asimismo, el final se convertía en un circuito con tres pasos por Oudenaarde y otros tantos a los nuevos muros decisivos: el largo Oude Kwaremont, y el corto pero salvaje Paterberg. Personalmente, creo que los cambios han sido demasiado radicales. Han intentado aumentar la dureza de la carrera en los últimos kilómetros, pero eso ha provocado más conservadurismo por parte de los ciclistas. Un deporte más explosivo, sin tantas alternativas como antes. La táctica de todos los equipos fue aguantar en un grupo amplio (de unos 60 kilómetros) hasta los últimos 50 kilómetros, donde Oude Kwaremont y Paterberg, en dos pasos, se convertían en decisivos. Tampoco me gustó mucho la recta de meta. Está claro que cuando llegue un grupo de quince o más corredores puede ser espectacular, ya que una recta de más de un kilómetro puede dar lugar a muchas alternativas, pero el principal problema es que al ser tan larga, en muchas zonas de la llegada apenas hay público y todo es algo desangelado, como si de una carrera secundaria. No tiene la espectacularidad de los últimos metros de Merbeeke, ya que además está demasiado lejos del pueblo de Oudenaarde.

La carrera fue, por tanto, bastante aburrida. El Tour de Flandes corre el riesgo de convertirse en una Lieja-Bastoña-Lieja, donde el trabajo de equipo puede ser efectivo hasta los últimos treinta kilómetros, tal y como sucedió el año anterior con Gilbert y el Lotto. Precisamente fue el valón, ahora en BMC, el primero en realizar un ataque importante. Fue en Hotond, donde tras superar el Kruisberg, intentó la escapada con un grupo. Allí se rompió el pelotón por primera vez. Sin embargo, el grupo se rehizo y en el Oude Kwaremont puso ritmo duro Sep Vanmarcke, que había ganado a Boonen en la Omloop Het Niewsblad y se había mostrado pletórico en A través de Flandes. Los más fuertes se iban hacia adelante. Y allí aparecieron Boonen, Sagan, Ballan, Pozzato. No estaba Cancellara, que antes se había partido la clavícula en el avituallamiento, por culpa de una caída tonta. Lo mismo le pasó a Langeveld, pero en su caso por culpa de un espectador. Vanmarcke, Chavanel y Sagan pusieron el ritmo en el Viejo Kwaremont, dejando claras sus opciones de victoria. En el Paterberg, que tiene una entrada bastante complicada, se fue al suelo Vansummeren. Es lo malo de ir en grupos tan grandes en los momentos decisivos, que luego a la hora de entrar en los estrechos muros, surgen las dificultades. Allí se vieron cortados favoritos como Hushovd (al que no se le veía en forma), Freire, Sagan y muchos otros. Por delante, Vanmarcke y Boonen hacían camino, con un grupo de elegidos. Al final del Paterberg, que son apenos 300 metros, pero la dificultad es enorme, se quedó en tierra de nadie Boasson Hagen, otro de los favoritos, por fondo físico y calidad en el sprint, aunque al noruego le falta mucha experiencia para estas carreras.

Lo mismo le pasó a Sagan, pero el eslovaco, tras un ascenso memorable al Paterberg, donde se vio cortado por la caída, consiguió volver a enlazar con los de delante. Era el grupo de los elegidos, con Boonen, Chavanel, Pozzato, Ballan, Vanmarcke, Vincent Jerome, Paoline y Maxim Iglinsky. Y Sagan. Favoritos como Breschel o Boasson Hagen estaban cortados. Gilbert venía a cuatro minutos en un grupo. Le falta fondo físico al valón, que se nota que sufre a partir de los 200 kilómetros.

Pero el SKy, que tenía por delante a Flecha, sin colaborar, puso a trabajar a todos los corredores que le quedaban para devolver a Boasson Hagen al grupo cabecero. Era su opción clara de triunfo, pues Flecha, veterano y recién salido de una lesión, podía aspirar a un puesto de honor, pero difícilmente batiría a Boonen en igualdad de condiciones. Con Boasson Hagen era igualmente difícil, pero era una carta más clara. En ese grupo de persecución iba también Óscar Freire. El corredor cántabro demostró buena forma el fin de semana anterior en Harelbeke y Gante Wevelgem y podía aspirar a todo en un sprint, tras una carrera larga y dura.

Finalmente, los dos grupos se unieron poco antes de empezar el último ascenso al Oude Kwaremont. Esta subida no tiene los desniveles mareantes de Paterberg, Koppenberg o Kappelmuur, pero son dos kilómetros sobre adoquín. Desde el inicio, Alessandro Ballan puso un ritmo infernal y nadie se atrevió a seguirlo. Era un ataque ganador, poderoso, a falta de 20 kilómetros de meta. El viejo Kwaremont es tan largo que tiene dos secciones de subida divididas por un descanso. Al llegar a este, apareció el gran Filippo Pozzato haciendo su apuesta, con un ataque todavía más explosivo que el de Ballan. Pero a su rueda se pegó Tom Boonen, sabiendo que su ex-compañero y amigo era una rueda buena. Nadie más pudo hacer frente a ese ataque infernal. Ambos se pusieron a la altura de Ballan. Era el grupo de los elegidos. Por detrás venía Peter Sagan en solitario. El eslovaco demostró fuerza y calidad, pero le faltó inteligencia y experiencia, ya que se pasó buena parte de la carrera gastando fuerzas inútiles y en problemas mecánicos. Pero tiene 22 años y en esta edición ya demostró ser de los más fuertes. Las derrotas a esta edad en carreras de este nivel son tan importantes como las victorias en otras carreras. Sagan sigue aprendiendo. El año pasado descubrió el adoquín flamenco y este año ha sido protagonista. Todo el futuro por delante para este corredor espectacular.

Por detrás, venía un grupo intermedio con Paolini, Voeckler, Boasson Hagen o Vanmarcke, que absorvió a Sagan, pero que luego sería engullido por un grupo más amplio. Los de delante ya eran inalcanzables. Quedaba el Paterberg para que los dos italianos, ambos de la zona del Veneto, trataran de minar las fuerzas del imponente Boonen. Y vaya si lo intentaron. En el inicio del Paterberg, parecía que iba a haber tregua, pero Pozzato atacó con fuerza. Ballan le siguió bien a su rueda, pero fue Boonen el que tuvo que retorcerse en la bicicleta. El flamenco estaba al límite, y veía como una pequeña distancia le separaba de la rueda de Ballan. Pero cuando Ballan más sufría, los ciclistas giraron a la carretera. El Paterberg había terminado y Boonen, con enorme dificultad, consiguió aguantar el ritmo de los dos italianos. A partir de ahí, los tres, con 13 kilómetros por delante, colaboraron. Eran los más fuertes y en seguida la distancia se fue por encima de los 50 segundos.

A falta de cuatro kilómetros, Ballan lo intentó en dos ocasiones, pero Boonen salía poderoso a su rueda. Pozzato esperaba. Había dudas de si intentaría un ataque o aguantaría al final para disputarle el sprint al máximo favorito. Boonen era mejor velocista, pero Pozzato era muy rápido y tras 250 kilómetros con tantas exigencias, ser el más rápido en llegadas normales no te garantiza ser el más rápido en el final del Tour de Flandes. Mientras tanto, Ballan lo intentó una vez más, pero no hubo manera. Quedaba la larga recta final de entrada a Oudenaarde, donde los tres ya se dedicaban a observarse. Ballan primero, Boonen segundo y Pozzato cerrando. Finalmente, a falta de 300 metros, Ballan abrió el sprint, pero sin convicción y Boonen, a la distancia justa, lanzó su ataque. Llevaba a Pozzato bien pegado, el italiano esperó, para concentrar su sprint en los últimos metros. Pero remontar la rueda de Boonen fue demasiado para él. El flamenco cruzó la meta en primer lugar y se convirtió en el rey de Flandes, igualando las marcas de aquellos que más victorias consiguieron en De Ronde.

Su victoria la engrandeció Filippo Pozzato, que, al igual que Boonen, también vivió una mala temporada el año pasado, tras problemas con su equipo en aquel momento, el Katusha. Para reencontrarse consigo mismo, el supertalento italiano regreso a casa, a un equipo continental, el Farnese Vini, donde sería indiscutiblemente jefe de filas en todas las clásicas. Y él ha sabido estar a la altura de esta apuesta, siendo con Boonen el más fuerte de la carrera. La trayectoria de ambos ciclistas está unida desde aquella victoria en la Milán San Remo de Pozzato, en la que Boonen, entonces en el mismo equipo, levantó los brazos celebrando la victoria de su compañero. Tras cruzar la meta de Oudenaarde, Pippo fue el primero en felicitar a Boonen. La carrera errática de ambos nos ha impedido vivir más duelos magistrales como el de ayer, aunque quedará para el recuerdo con aquel de la París-Roubaix de 2009 donde Pozzato, tras haber perdido la rueda de Boonen en el Carrefour de l'arbre, por culpa de una temeraria caída de Flecha, inició una persecución de 15 kilómetros sobre Boonen. Durante casi 10 kilómetros la lucha fue tremenda, sin saber muy bien si el italiano cazaría al flamenco. Al final, Boonen se impuso y Pozzato, desfondado, llegó a cincuenta segundos. Esperemos que esta temporada, con los dos al máximo nivel, nos brinden un espectáculo semejante.

Historia complicada, aunque por otras razones, tiene Alessandro Ballan, el tercero en discordia. Su trayectoria en el ciclismo es como una montaña rusa, con dos momentos álgidos. Su victoria en 2007 en el Tour de Flandes y su título de campeón del mundo al año siguiente. Sus victorias no son muchas más, pero sí sus puestos de honor en todas las clásicas de primavera. Sin embargo, su relación con el largo e inacabable proceso de Mantua, que ha salpicado a todos los corredores de la Lampre de los últimos años. Ballan se perdió estas clásicas la temporada pasada por este motivo, tras ser suspendido cautelarmente por el BMC. Investigado por la justicia deportiva y con grandes altibajos en su carrera, el rendimiento de Ballan es siempre una incógnita.

Por detrás, un grupo de 45 corredores se disputó el resto de puestos de honor. Venían protagonistas habituales de los últimos años como Vanmarcke, Van Summeren, Hoste, Flecha o Chavanel. Pero finalmente fue Greg Van Avermaet quien se hizo con el cuarto puesto. El eslovaco Sagan, desfondado, terminó quintó. Terpstra, mostrando su gran estado de forma, hizo sexto, mientras que Paolini, omnipresente durante todo el día y que empezó la recta de meta con ventaja sobre el grupo, fue finalmente absorvido y quedó en séptima posición. El resto de puestos de honor fueron para Voeckler, Breschel y Chavanel, octavo, noveno y décimo respectivamente. El francés estuvo bien y quizás estará mejor dentro de una semana, pero Roubaix quizás sea demasiado para un corredor tan pequeño como él. Su pundonor en todas las carreras que disputa merecería una gran victoria. Ojalá la consiga alguna vez. El danés Breschel, otro que pasó un 2011 terrible, demostró también buenas piernas, mejor que su compañero de equipo, inédito ayer, Lars Boom. Pero la mala suerte se cebó con él, tras verse de lleno involucrado en la caída de Vanmarcke. Y Chavanel cerró el top 10 tras otra gran actuación, poniendo el paso en el Oude Kwaremont (donde realizó su ataque de 100 kilómetros el año pasado, que solo pudo ser reducido por un implacable Cancellara) y saliendo a los cortes. Podría ganar esta carrera, pero estando en el equipo del gran Boonen, lo tiene más difícil. Aún así, Devolder consiguió ganarla en dos ocasiones estando en su misma situación, así que el año que viene volverá a ser favorito.

Freire fue el mejor de los españoles, con un decimosegundo puesto. El cántabro está haciendo una gran temporada, pero le falta una victoria de nivel. Es el año de su despedida del ciclismo profesional, así que dará el máximo en cada carrera. Dentro de una semana volverá a estar delante en Roubaix. Sin duda, los seguidores del ciclismo lamentamos que no fuera mejor arropado en estas carreras cuando corría en la disciplina del Rabobank. Otros dos españoles llegaron en el segundo grupo. Xavier Florencio, renacido en el Katusha (ejem), fue decimoséptimo, mientras que un maltrecho Flecha entró acompañando a su compañero Boasson Hagen. Será en otra ocasión para el Sky.

A pesar de los cambios, se vio una gran carrera. Quizás no tan grande como en otras ocasiones, pero también es cierto que mirabas algo desconcertado a lo que sucedía. Antes te conocías paso a paso los tramos que transitaban y ahora siempre había que consultar el mapa para saber qué toca ahora. El concepto de monumento significa que, al menos, tiene que haber cosas que son intocables. Está claro que la innovación es necesaria, pero hasta cierto punto. Corres el riesgo de desnaturalizar la carrera, como le ha pasado a la Lieja-Bastoña-Lieja. Pero en fin, que el Tour de Flandes ha cambiado a lo largo de los años y seguramente con el tiempo nos acostumbraremos a esta variación, y seguiremos disfrutando de grandes tardes de ciclismo.