domingo, 26 de febrero de 2012

Cavendish sigue creciendo


El ciclismo contemporáneo está cada vez más controlado por la preparación específica y el trabajo de los equipos. Los corredores se preparan meticulosamente para determinadas carreras, cada vez más lejos de aquellos tiempos en los que se hacía todo el calendario y donde los ciclistas querían ganar siempre. Esto lo vemos en el Tour, en el que ya es normal ver cómo un grupo de 40 o 50 corredores supera tranquilamente un puerto de paso de categoría especial. En las clásicas belgas pasa algo parecido. Cada vez más corredores llegan con opciones al final. En estas carreras, las mayores dificultades están a más de 30 kilómetros de meta. Hace años, la extrema dureza durante más de 100 kilómetros de lucha y ataques hacía que sólo los mejores y con más suerte pudiesen no ya disputar la victoria, sino llegar a meta. El miedo de los organizadores es que sus carreras se conviertan en sprints masivos. La Lieja-Bastoña-Lieja ha ido previniendo esto desde hace unos años, incluyendo nuevos desafíos entre la mítica ascensión de La Redoute y la meta en Lieja. Incluso estos últimos años ha terminado en alto. Pero esto ha provocado que La Redoute se convierta en intrascendente, traicionando la enorme historia que acompaña a las durísimas rampas de esta cota. Para hacerse más exigente, para evitar los sprints, la Lieja debe traicionar su decisión. El Tour de Flandes ha sido presa del mismo miedo este año e incluirá nuevas ascensiones más cerca de meta. Una decisión controvertida, especialmente si tenemos en cuenta que la pasada edición fue una de las más disputadas y espectaculares de los últimos años.

En el lado opuesto, tenemos carreras que se han convertido en pasto de los sprints. Pruebas como Scheldeprijs, Paris-Bruselas o incluso la Milán-San Remo son extrañas si no se resuelven con un sprint. Lo mismo le pasa a la Kuurne-Bruselas-Kuurne, la bella carrera que se disputa por todo el Flandes Occidental, atravesando plazas míticas del ciclismo como Oudenaarde (donde terminará este año el Tour de Flandes), Nokere Harelbeke, Kortrijk o la propia Kuurne. La distancia que separa la última dificultad en Nokere y la meta en Kuurne es de más de 50 kilómetros, un cuarto de la prueba. Además, toda la parte final de la carrera tiene lugar por carreteras demasiado anchas, lo que facilita el trabajo de los pelotones.

Así, el discurrir de la clásica consiste en tratar de evitar el sprint, pero al igual que en una etapa llana del Tour, los valientes tienen todas las de perder. En esta edición de la K-B-K se consiguió formar un grupo de gente muy válida con Van Avermaet o Boonen, que llegaron a tener casi un minuto sobre el pelotón. Sin embargo, el grupo era demasiado amplio y no hubo acuerdo. Además, había dos hombres de Sky (entre ellos Flecha, protagonista ayer con Boonen) que no trabajaban, ya que Cavendish iba haciendo todo lo posible por aguantar por detrás. El inglés atravesó los muros con extrema dificultad, dirigido por su inseparable Bernhard Eisel, que al igual que el campeón del mundo, pasó del desaparecido HTC al superequipo inglés de Rupert Murdoch.

Parecía que el objetivo de la carrera era ponerle las cosas difíciles a Cavendish. Impedir lo inevitable. Tanto es así que, en la última ascensión, el Nokereberg, fue el propio Greipel quien atacó para tratar de cortar a Cavs. Pero el esfuerzo de Eisel y el resto del Sky permitió a su líder regresar al grupo. Quedaban 50 kilómetros y un impresionante Sky lideraba el grupo con sus ocho representantes. Permitió una pequeña escapada en la que iba Sylvain Chavanel, pero nunca tuvieron más de un minuto. A falta de 7 kilómetros, los escapados eran neutralizados y ya en las calles de Kuurne, el Sky puso el tren para dejarle la carrera de cara a su sprinter. Cavendish, ataviado con el jersey de campeón del mundo, no falló. El sprint fue limpio y con una recta larga. Atacó en los últimos 200 metros y barrió a sus rivales. El único que estuvo cerca de él fue Yauheni Hutarovich, que si bien estuvo siempre a la rueda del británico, nunca tuvo la más mínima opción de meterle rueda. Tercero a mucha distancia, Kenny Van Hummel, que siempre se mete en las llegadas y cuarto Arnaud Demare, la joven promesa francesa que ganó una etapa en el Tour de Omán, justo el día en el que Cavendish tuvo una aparatosa caída. Greipel, que empezó el sprint adelante, pronto se vio que no podría con su gran enemigo inglés y terminó en décima posición.

Está claro que la Kuurne-Brussel-Kuurne es una prueba de sprinters. Y tampoco está mal que eso sea así, aunque quizás podrían plantear algunas dificultades más para que sus victorias no sean tan claras y rotundas. Para que hubiera mayor disputa y que los últimos cuarenta kilómetros no fuesen como los de una intrascendente etapa del Tour. No se trata tampoco de poner una cota dificilísima en el último kilómetro, porque entonces será una carrera mucho más aburrida con diez minutos de diversión. Ni siquiera hacen falta más ascensiones, sino buscar carreteras más pequeñas, tratar de mermar el control que ejerce el pelotón... hay muchas opciones para impedir que una carrera no se convierta en un monólogo de llegadas masivas. Ni aumentar exageradamente el nivel de dureza (como hacen Flandes y Lieja) ni convertirlo en etapas intrascendentes de una gran vuelta. Aunque tampoco hay que ser exagerado, pues en la K-B-K se vieron cosas interesantes, si bien todas ellas lejos de meta. El día soleado tampoco ayudó en una prueba que acostumbra a disputarse en condiciones atmosféricas mucho más desfavorables.

Tampoco habría que desdeñar la madurez de muchos sprinters que se plantean ganar este tipo de carreras. Hace unos años, Cavendish ni se hubiese planteado subir el Oude Kwaremont. El americano Tyler Farrar dice ser un enamorado de estas carreras, tanto es así que se ha ido a vivir a la zona y sueña con ganar algún día alguno de los grandes monumentos. Por su parte, André Greipel, velocista de manual con un cuerpo gigantesco y todo músculo, ganó el año pasado una gran etapa en Los tres días de la Panne, atacando y arrasando en una llegada nada ortodoxa. Y también el año pasado, Matthew Goss aguantó el ritmo de los mejores corredores del mundo en la Milán-San Remo y les pudo ganar en el final. Es decir, que el concepto de sprinter puro puede que se diluya poco a poco. O quizás es un mero acto de supervivencia. La aparición de Cavendish demostró que muchas bestias de la pista podían dar exitosamente el paso a carretera, siempre que tuvieran un equipo a su disposición. Así, cada vez aparecen más velocistas natos, cada vez más jóvenes. Marcel Kittel es la gran sensación. Ante esta eventualidad, es posible que los Cavendish, Farrar o Greipel piensen en ampliar sus capacidades y enfrentarse a otro tipo de carreras menos adecuadas a sus características. Bienvenido sea.

Con esta victoria de Cavendish, que ya tiene en su palmarés tres Scheldeprijs y una K-B-K termina el primer fin de semana de gran ciclismo belga. El próximo fin de semana se disputan otras dos carreras en esta zona: Los tres días de los Flandes Occidentales y la Flecha Flamenca, carreras menores que suelen ir a ciclistas de segunda línea, pero muy disputadas por los equipos flamencos continentales. Además, las grandes estrellas del calendario de clásicas estarán disputando la ultrapublicitada Strade Bianche, la prueba italiana de RCS que se disputa sobre varios tramos de tierra. La organización la vende como la París-Roubaix italiana, pero las ediciones disputadas hasta el momento han sido bastante aburridas y solo realmente disputadas en su último kilómetro mortal. Philippe Gilbert será el claro favorito.

sábado, 25 de febrero de 2012

A Bélgica lo que es de Bélgica


Ya lo anunciaba ayer. La Omloop Het Nieuwsblad llevaba tres años sin caer en manos de un ciclista flamenco. Un hecho que nunca se había dado en sus sesenta y seis años de Historia. Con un Boonen prodigioso en el inicio de la temporada y la sed de victoria de Gilbert, además de todos los grandes especialistas que los belgas tienen en esta carrera, era muy fácil que esa mala racha se rompiera. Así ocurrió, pero no ganó un ciclista curtido en mil batallas, sino una nueva estrella que aparece en el horizonte, en ese flujo incontrolable de ciclistas que es la cantera belga.

Sep Vanmarcke, de 23 años y nacido en un pueblo que se encuentra a 25 kilómetros de Gante (donde terminaba la carrera) ya llevaba dos temporadas codeándose con los mejores del pelotón, en el E3 Prijs Harelbeke, en Los tres días de la Panne, pero también en el Tour de Flandes, la carrera que todo flamenco quiere ganar. Su victoria fue totalmente justa. Siempre en inferioridad respecto a sus rivales durante sesenta kilómetros. Y siempre al ataque. Dos de los tres ataques más selectivos de la carrera fueron suyos.

El primero, sin embargo, correspondió a Tom Boonen, que seguramente era el más fuerte hoy, pero al igual que muchas otras veces, el Tornado flamenco se dejó llevar por sus excesos. Atacó, al igual que el año pasado, en el Taaienberg, a 60 kilómetros de meta, y esa fue la selección definitiva. Allí estaban los mejores: Boonen, Devenyns, Flecha, Hayman, Hushovd, Breschel y Vanmarcke. El Taaienberg se subió con un pelotón muy grande y eso provocó muchos nervios. Lars Boom se cayó cuando trataba de coger la posición en el ataque de Boonen. Poco después se caían Langeveld, último campeón, y Gilbert, dos veces ganador en Gante y máximo favorito. Por delante, un clásico de las escapadas como Liewe Westra, y Sven Vandousselaere, de 24 años, eran los supervivientes de la fuga del día.

Sky y Omega Pharma Quick Step, con dos corredores cada uno, eran los que debían llevar el peso de la escapada, mientras que Hushovd, Breschel y Vanmarcke estaban a la expectativa. En el Molenberg, el joven belga dio un hachazo tremendo. Boonen le siguió fácil la rueda. Estaba claro que el corredor de Quick Step estaba muy motivado para ganar la única clásica del adoquín que le faltaba. Tenía las fuerzas necesarias y todo a favor. Se le puso más aún de cara cuando después del Molenberg, Hushovd y Breschel, los dos mejores sprinters junto a él, se quedaron cortados. La situación era favorable para él. Con un compañero de equipo, los dos corredores del Sky con poco bagaje ganador y un joven compatriota que todavía estaba aprendiendo. Pero Vanmarcke analizó bien la situación, y ante dos equipos que tenían dos corredores cada uno, decidió dejar de dar relevos. Y a falta de 21 a meta, en el penúltimo paso de pavés, pasó de nuevo al ataque. Boonen se volvió a pegar sin problemas a su rueda. Flecha los acompañó con más dificultades. Devenyns y Hayman, los gregarios de Boonen y Flecha, no pudieron seguir el ritmo. Ahí se abrió una nueva carrera con Boonen, Flecha y Vanmarcke relevándose, camino de la victoria. Por detrás, en el pelotón, BMC tiraba con todo, quizás frustrados por haber perdido todas las opciones pese al imponente plantel de ciclistas con el que acudían. Con casi dos minutos de retraso y a falta de 20, la suya era una misión imposible.

Por delante, la táctica de Boonen estaba clara. Conseguir llegar a meta junto a sus dos compañeros de fuga y rematar al sprint. La de Vanmarcke tratar de dar un hachazo. En cuanto a Flecha, estaba en una posición incómoda. Para el Sky quizás hubiera sido mejor que Flecha no diese relevos y así abrir la posibilidad de que Hayman, mejor sprinter que el español, llegase desde atrás. Pero no lo hicieron y Flecha pasó a los relevos, sin tener muy claro qué es lo que debería hacer. Los últimos 20 kilómetros apenas tuvieron historia hasta llegar a los últimos tres de pavés. Allí Flecha lanzó un ataque, pero apenas sin continuidad. Tanto Boonen como Vanmarcke lo siguieron sin dificultad. El español hizo un par de amagos más, sin atreverse a jugárselo todo. Guardaba, inútilmente, alguna esperanza en la llegada.

En el último kilómetro, Flecha iba en cabeza. Boonen en segunda posición y Vanmarcke cerraba. El de Quick Step se sentía tan superior que lanzó el ataque desde muy lejos, a casi 500 metros de la línea de meta. Ahí Flecha quedó descartado, pero Vanmarcke se pegó sorprendentemente bien a la rueda de Boonen y le pasó, pudiendo incluso celebrar la victoria con tranquilidad en los últimos metros. Boonen se quedaba un año más sin la clásica que le falta en su inacabable palmarés. El espléndido momento de forma que atraviesa durante todo el mes de febrero es digno de destacar. Pero también siembra dudas de saber cómo llegará a las grandes citas de su calendario, para las que todavía queda mes y medio. Las exhibiciones de fuerza que está dando en febrero le pueden pasar factura en abril. Flecha queda otra vez en el podio. Cinco veces en los últimos seis años, una buena marca para el español que sin embargo muestra su conformismo. Al terminar la carrera, fue entrevistado por la televisión local e indicó sentirse contento con el resultado, sin aludir en ningún momento a la frustración por no poder ganar. Está claro que Flecha tiene mucho mérito al estar delante en todas las carreras, de conseguir varios podios y de ser el único ciclista español que se atreve a lidiar con estas carreras, en mi opinión las más bellas del calendario. Pero tras años de buenos resultados, uno echa de menos algo más de riesgo, alguna estrategia diferente que le pueda dar otra victoria importante, además de la Omloop de 2010 que ya tiene.

El triunfo de Vanmarcke fue merecidísimo. Hizo todo para ganar. Atacar en las cotas, atacar en el llano, seguir las ruedas ganadoras y finalmente rematar en el sprint. No se le puede poner ninguna pega. El Garmin vuelve a pescar de manera imprevisible en la primavera belga, tras la gran sorpresa el año pasado con Vansummeren en Roubaix. Ahora tiene toda la temporada por delante, con la seguridad de esta victoria. Al éxito de Vanmarcke deben sumar la cuarta plaza del alemán nacionalizado australiano Heinrich Haussler, que ganó en el sprint del grupo. Tras él, quinto, fue Greg Van Avermaet, el primero del descalabro del BMC, que promete ser en las clásicas de 2012 lo que fue Garmin en 2011. Un equipo sin ningún sentido donde cada uno hace la guerra por su cuenta. Cuando Breschel y Hushovd tiraban para poder alcanzar al grupo de OPQS, Sky y Vanmarcke, por detrás comandaban el pelotón con Burghardt y Van Avermaet. Después, con dos minutos de retraso y Hushovd ya absorvido, Ballan se puso a tirar como un energúmeno. Y al final, Van Avermaet, que había actuado de gregario todo el día, fue el que disputó el sprint por los puestos de honor. Está claro que con semejante grupo de estrellas, el BMC estará varias veces en los podios de las clásicas de abril, pero su comportamiento hoy hace dudar mucho de que exploten todo el potencial que tienen.

Mañana más ciclismo en tierras belgas, con la disputa de la Kuurne-Bruxelles-Kuurne. Allí los favoritos, a priori, serán otros: Cavendish, Sutton (ganador el año pasado), Galimzyanov, Greipel, Renshaw o Farrar. Pero aunque la llegada sea un sprint masivo, siempre es un placer ver a los ciclistas atravesar las pequeñas y enrevesadas carreteras flamencas.

viernes, 24 de febrero de 2012

Omloop, empieza el espectáculo

Entre la última semana de febrero y la primera de marzo se disputa todos los años la primera prueba del calendario belga. Se trata de la Omloop Het Niewsblad. La carrera nació en 1945 como Omloop Het Volk. Omloop significa circuito en flamenco y Het Volk hacía referencia al periódico organizador. Este medio quería crear una carrera que comptiese con el Tour de Flandes, que organizaba su rival Het Niewsblad. Sin embargo, en 2008 y debido a la crisis de los medios de comunicación en papel, el Het Volk fue absorvido por su rival y la Omloop Het Volk tomó su nombre actual.

Tal y como indica su nombre, la carrera es un circuito con salida y llegada en la ciudad de Gante, capital del Flandes Oriental y en su recorrido atraviesa muchos de los muros que han hecho famoso al Tour de Flandes, incluido la mítica ascensión a la capilla de Grammont. Debido a esto, la mayoría de sus ganadores son belgas, en una proporción aplastante. De sesenta y seis ediciones, los belgas se han impuesto en cincuenta y tres; y en su palmarés se incluyen los nombres más importantes del ciclismo de ese país: Eddy Merckx, Roger de Vlaeminck, Freddy Maertens, Eddy Planckaert, Peter Van Petegem, Johan Museew o Philippe Gilbert. Las dos únicas ausencias del panteón belga parecen ser el gran Rick Van Looy (segundo en 1958), el dos veces ganador del Tour de Flandes Edwig van Hooydonck (segundo en 1990 y 1995) y Tom Boonen (segundo en 2005). Está claro que es una carrera eminentemente belga.

A pesar de esto, resulta curioso que las tres últimas ediciones se hayan saldado con victorias extranjeras. En 2009 Thor Hushovd, en 2010 Juan Antonio Flecha y en 2011 el joven holandés Sebastian Langeveld, ganándole en el sprint a Flecha, tras haber conseguido el español escaparse del grupo de favoritos. Quizás esto se deba a que los belgas prefieren concentrarse en las grandes clásicas de la temporada, aquellas que cuentan para el UCI World Tour (este año Bélgica cuenta con tres: el E3 de Harelbeke, la Gante-Wevelgem y el Tour de Flandes) que se encadenan a finales de marzo. Así, puede que la Omloop se haya convertido en un segundo plato o en la oportunidad de los jóvenes valores para triunfar. Además, su coincidencia con la Kuurne-Bruselas-Kuurne, que se disputa al día siguiente, ha hecho que la participación se divida, en un ciclismo cada vez más especializado. La Omloop es una carrera más adecuada a los clásicos corredores flamencos, mientras que la Kuurne se adapta bien a las características de los rodadores y velocistas, pese a que tienen que ascender clásicos flamencos como el Kruisberg o el Viejo Kwaremont.

Otra de las características de la prueba y que hace que su fama no sea tan grande como la de sus hermanos es el mal tiempo que suele acompañar a la Omloop. La lluvia es casi siempre protagonista, lo que por un lado recuerda al aficionado lo duras e infernales que eran estas pruebas cuando casi todo el calendario de pavés se disputaba en estas condiciones. Pero también impide que se desarrolle el espectáculo, que las estrellas se esfuercen al máximo, ya que muchos no quieren arriesgar a caerse en el adoquín, tener una lesión y no llegar en condiciones para las grandes pruebas. El año pasado, la carrera se disputó bajo una lluvia torrencial, lo que hizo que fuese especialmente dura. Pero ha habido años en los que incluso se tuvo que suspender porque la nieve hacía imposible la competición.

A pesar de estos inconvenientes, está claro que este es un fin de semana mágico para el aficionado al ciclismo, con dos grandes carreras encadenadas en sábado y domingo, a la que acuden los mejores especialistas del pelotón. En Omloop estará el gran Philippe Gilbert con su nuevo equipo, el BMC, en el que también milita Thor Hushovd, ganador de la prueba en 2008. El BMC tiene un equipo potente, donde Ballan, Burghardt o Van Avermaet podrían aspirar también a la victoria, pero seguramente se sacrificarán para que Gilbert pueda conseguir su tercera victoria en esta clásica, alcanzando un triplete que hasta ahora sólo consiguieron Ernest Sterckx en los años 50, Joseph Bruyère en los 70 y Peter Van Petegem en los 90.

Otro que ha cambiado de equipo es el holandés Sebastian Langeveld, actual campeón. El nuevo superequipo australiano GreenEdge pondrá toda la escuadra a su disposición, con trabajadores como Lancaster y Vaitkus, además de un especialista en pruebas de este tipo como Jens Keukeleire. El Omega Pharma Quick Step, gran dominador del inicio de temporada, parte a priori con Boonen y Chavanel, sus dos mejores corredores para las clásicas, aunque habrá que ver si al final son de la partida. El otro gran equipo belga, el Lotto Belisol, con la salida de Gilbert, presenta un equipo mucho más humilde que otros años. Curioso lo de este equipo, que antes fiaba todo a estas clásicas y ahora tiene sus objetivos puestos en lo que puedan hacer Van den Broeck y Vanendert en las grandes vueltas.

Otra de las escuadras potentes era el Sky, pero a última hora Boasson Hagen se ha caído de la lista por una fiebre, así que Flecha volverá a ser su corredor referencia, ya que su otra alternativa, el muy prometedor Geraint Thomas, tampoco será de la partida. El corredor español lleva tres años seguidos en el podio, así que seguro que estará entre los mejores. El Rabobank presenta otra dupla peligrosa, con Lars Boom, ya perfectamente adaptado al ciclismo en carretera, y Matti Breschel, que tratará de olvidar su nefasto año pasado. En el otro equipo holandés, el Vacansoleil, Devolder y Leukemans pueden estar en el grupo de cabeza. Pero el primero parece que ya está lejos de sus mejores tiempos, tras varias temporadas decepcionantes, y el segundo parece que nunca tendrá lo que hace falta para ganar. En el Garmin tienen a Haussler (otro que quiere volver a su mejor versión) y a la dupla belga Vansummeren y Vanmarcke, dos generaciones. El primero, el gregario gigantón que el año pasado ganó de manera espectacular y emotiva la París-Roubaix, corre ya sin presión este tipo de pruebas tras haber inscrito su nombre para siempre en la Historia del ciclismo. El joven Vanmarcke, de 23 años y ya con una trayectoria ejemplar en el circuito belga, sigue progresando. Siendo la Omloop una carrera para que se muestren las promesas, tendrá sus opciones.

La minúscula presencia del ciclismo italiano, que en su día ganó la prueba con dos clásicos como Ballerini y Bartoli, se reduce al equipo profesional continental Farnese Vini, donde se encuentra un grande venido a menos como Filippo Pozzato, último vencedor italiano de la prueba. Tras su lamentable campaña anterior, el superclase veneciano tratará de redimirse en este equipo de segunda categoría. Por último, sorprende el gran número de equipos y ciclistas franceses en liza. Hasta seis escuadras estarán en la carrera, aunque sus opciones son escasas por no decir nulas. Habrá que ver lo que se puede sacar de la chistera Thomas Voeckler o confiar en una nueva exhibición del irregular e imprevisible Sylvain Chavanel.

Mañana comienza la parte más bella del calendario ciclista. Competición pura, sin apenas especulación y con un público entregado, que siente el ciclismo como parte de su identidad.

lunes, 6 de febrero de 2012

Una sanción de manual que llega año y medio tarde


Hoy ha terminado una de las historias más lamentables de la Historia del ciclismo. Con año y medio de retraso, Alberto Contador ha sido sancionado por dos años a causa de su positivo por Clembuterol en el Tour de 2010. Sí, un año y medio después. Todo comenzó con varios meses de oscurantismo y negociaciones en secreto entre la UCI y Contador, donde es mejor no saber de lo que se habló. Finalmente, tras algunas filtraciones, el propio Contador lo hizo público en septiembre, justificando el positivo en una imposible contaminación alimentaria. Desde entonces, se ha visto lo peor de la sociedad española, todo en defensa de su héroe. Sobre esto me gustaría volver en otro artículo futuro, así que no comentaré mucho. El clientelismo político y manipulación mediática convirtieron a Contador en una víctima de las malvadas corporaciones internacionales que, como dije en el primer post de este blog, para los teóricos de la conspiración siempre quieren hacer daño a España. Contador, que había estado en los equipos de Manolo Saiz, de Giuseppe Martinelli (manager de Pantani), Johann Bruyneel y Bjarne Riis, es decir, lo más sospechoso de este deporte, era inocente de todos los cargos. Todos los medios de comunicación apoyaban al héroe. Todos los partidos políticos. Ya no era cuestión de silencio cómplice, sino de apoyo descarado y manipulación. Tanta, que al final la Real Federación Española de Ciclismo, intervención del ex-presidente Zapatero mediante, terminó absolviendo al ciclista.

Pero está claro que semejante cacicada, propia de los peores países tercermundistas no iba a quedar impune. A la UCI, que es un organismo corrupto hasta las cejas, no le gustó nada la decisión. No por Contador, al que le gustaba ver libre, porque era una inagotable fuente de dinero, sino por su pérdida de poder respecto a la federación española. El recurso no fue un intento de castigar al ciclista, ni tampoco por saber la verdad, fue simple y llanamente el intento de la UCI de ganar una guerra de poder.

Y así, estos últimos meses han sido los más esperpénticos. Medios, políticos y compañeros hablaban de “lo de Contador”. Ya ni había narices a llamarlo por su nombre. La palabra positivo, desterrada. Era, según ellos, un proceso injusto, una persecución, un linchamiento. No había base para sancionar al héroe español. ¿El positivo? Nada, una cosita. ¿Su trayectoria en los equipos más criminales de la Historia del Ciclismo? Un error. Estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Hasta en cuatro ocasiones. Lo importante no eran las pruebas ni los indicios, lo fundamental era la fe. Creer en ese ciclista simpático, humilde, que conocía las desgracias de la vida.

Pero hay ocasiones, muy pocas, donde ni la mayor de las manipulaciones puede con el peso de la evidencia. Y en este caso, con un jurado independiente, sin patriotismo de por medio, e incluso con sospechas de que un juez podría tener simpatías hacia Contador, el caso se ha cerrado como debería haber concluido hace ya año y medio. Dos años de sanción. Lo contrario hubiera sido crear un precedente legal, una posibilidad para que los tramposos tuvieran una vía de escape.

Sin embargo, la noticia no es del todo feliz para el ciclismo, ya que unos días antes se supo que la investigación de los Estados Unidos contra Lance Armstrong no iba a continuar porque no encontraban evidencias de dopaje. Esto puede sonar a tomadura de pelo en un ciclista que todo, tanto pruebas como evidencias, señalan como uno de los que instauró el dopaje como práctica común en el pelotón profesional. Ocho ediciones del Tour secuestradas por este personaje (sus siete victorias y la que consiguió Contador en 2009). Pero no sólo por su imposible rendimiento y el de todo su equipo (mayormente ciclistas que jamás habían hecho ni hicieron nada en el ciclismo internacional, pero se transformaban en superhombres bajo la protección del texano) durante una década, sino por sus relaciones con los médicos más sospechosos de este deporte, sus concentraciones en los centros mundiales de dopaje y su discutible relación con la Unión Ciclista Internacional, a la que realizaba regalos vete tú a saber a cambio de qué.

Lo que quiero decir es que la sanción a Contador debería ser el inicio de algo. Debería obligar a que nos replanteásemos nuestra política deportiva. Que España comenzase a pensar en educación y salud, y no tanto en heroísmo, sufrimiento y victorias épicas. Volver a empezar desde cero. Perseguir a los entrenadores y médicos milagro. Iniciar investigaciones para descubrir las redes de dopaje, sin dejarnos llevar por la manipulación mediática y el oportunismo político (como hizo Rubalcaba con la Operación Galgo). El primer paso debería ser dar mayor independencia a la fiscalía del Estado, pero viendo lo que ha pasado con el reciente caso de Francisco Camps, dudo que esto se lleve a cabo.

Todo lo del anterior párrafo es un deseo, ingenuo y poco realista. La verdad es que España continuará siendo el paraíso del dopaje. Donde los deportistas tramposos siguen siendo vistos como víctimas del enemigo extranjero. Es increíble como siglos después, España sigue teniendo las mismas taras históricas, incapaz de aprender de sus errores del pasado. Y tampoco es cuestión de demonizar el dopaje. Si has dado positivo, pues sanción y ya está. Hay muchísimas circunstancias en las que alguien se puede dopar. Muchas veces hay detrás circunstancias económicas y psicológicas, presiones externas que te obligan a que tu rendimiento sea perfecto. Pero lo peor es no reconocer el error. Lo peor es el silencio. Permitir que la rueda del dopaje siga girando.

viernes, 3 de febrero de 2012

Fanatismo encubierto

Gracias a internet, los amantes del deporte podemos acceder casi a cualquier competición televisada del mundo. Y a veces ni siquiera hay que ir a páginas que ofrecen en streaming contenido de pago de manera ilegal. En muchas ocasiones son los propios operadores televisivos los que ofrecen su programación en abierto. Esto ha sido una bendición para los aficionados al ciclismo, pero también es importante para el caso del baloncesto. Si antes estábamos obligados a ver siempre los partidos del Real Madrid por decreto, ahora gracias a la programación en streaming de TV3 podemos ver los partidos del Barcelona en Euroliga. Así se solventa otro de los inconvenientes, que era aguantar a los deficientes comentaristas de la tele pública. Pero como nada es perfecto, de los limitados comentaristas de TVE, pasamos a la narración forofista de TV3.

Sin embargo, lo ocurrido en el partido que disputaron ayer el F.C. Barcelona contra el Zalgiris Kaunas ocurrió algo realmente curioso. Los comentaristas no narraron de manera interesada el partido en clave barcelonista. Todo lo contrario, criticaron el mal juego del equipo blaugrana durante la primera mitad (y su intermitencia durante el tercer cuarto), excusando del resultado desfavorable al trío arbitral, al que incluso señalaron como demasiado casero, debido al enorme desnivel de faltas señaladas. No, lo que hicieron fue mucho peor y mucho más injustificable. Durante el transcurso de un tiempo muerto, la realización se fijó en la presencia en la grada de Pep Guardiola, que estaba viendo el partido junto a sus hijas. Tras comentar lo guapa que era una de las hijas del entrenador, comenzaron a cubrir de elogios la figura de Guardiola, al que trataron como un visionario, además de como una persona elegante y educada. Y ahí empezó el horror, porque no les valió con ensalzar la figura de Guardiola, sino que a partir de eso comenzaron a derribar a su archienemigo Mourinho, tratándolo como el némesis de Guardiola, el que hace todo aquello que no se debería hacer. Por suerte, los tiempos muertos duran apenas un par de minutos en el baloncesto, con lo que el dúo de narradores no pudieron continuar con su injustificable ataque y derribo al entrenador del Real Madrid y volvieron a tratar las circunstancias del juego.

La verdad es que, sin ánimo de defender a Mourinho, no sé qué pensarían los ciudadanos de Catalunya que son aficionados al Real Madrid. Está claro que Mourinho no es un modelo de comportamiento, pero no creo que la televisión pública catalana, durante la retransmisión de un partido de baloncesto, sea el lugar indicado para juzgar la actitud del entrenador de fútbol de un equipo. Se puede entender la defensa de Guardiola en cuanto a su presencia en el pabellón, pero el ataque al entrenador del Real Madrid solo puede entenderse como un ejemplo de oscuro fanatismo y, lo que es peor, adoctrinamiento.

Respecto al partido, señalar que el Barça empezó fuerte, pero pronto cayó en la arbitrariedad de lanzamientos, jugándose canastas imposibles. Cuando trató de rectificar en el segundo cuarto, el Zalgiris había asentado su defensa y dominaba los rebotes, además de atascar el juego del Barcelona con una defensa muy cerrada. Esto último tuvo un problema para el equipo lituano, una acumulación enorme de faltas, quizás excesiva gracias al arbitraje casero, pero que permitió al equipo catalán evitar que los lituanos se alejaran demasiado en el marcador. La renta del Zalgiris nunca fue excesiva. Al descanso el Barcelona únicamente estaba uno abajo.

El equipo de Xavi Pascual tuvo un grave problema en la dirección de juego. Un Marcelinho intermitente y un Sada lejos de su mejor forma, obligaron al entrenador culé a ensayar con Navarro en la posición de uno. Se perdía estrategia y movimiento de balón, pero ganó calidad. Entre Lorbek y Navarro consiguieron poner al Barça por delante en el tercer cuarto, con una renta tranquilizadora. Aunque tras un par de minutos de frustración atacante, Lorbek se fue al banquillo y eso permitió respirar a Zalgiris, que en este periodo tuvo como mejores armas el lanzamiento esterior de Delininkaitis, la explosividad de Weems y la presencia de Rakovic, por mucho que estuviera errático de cara al lanzamiento.

Aún así, el Barça no dio oportunidad en el último cuarto, que inició con un inapelable parcial de 8-0 gracias a una jugada de tres de Eidson y a un triple de Wallace. Fue el Barça anotando de tres en tres, con Navarro, Eidson, Wallace y Marcelinho, mientras Zalgiris se atascaba en la zona con un Ndong que estuvo cada vez más dominador según avanzaba el partido. Los últimos minutos del partido se jugaron con los culés conservando siempre una diferencia de diez puntos, para finalizar con el 94-80 definitivo, que supone la tercera victoria en tres partidos del Barcelona en la fase final de la Euroliga, además de conseguir una renta bastante amplia para la vuelta en Kaunas. No están las cosas fáciles para los blaugranas, que aún haciendo todos los deberes es posible que se lo tengan que jugar todo en casa del Bennet Cantú para ser primeros de grupo. Y aún consiguiendo esta posición, tendrán que disputarse su plaza en la Final Four presumiblemente contra Panathinaikos, su verdugo en la pasada edición, en circunstancias similares.

En el grupo en el que juegan los otros tres equipos españoles que sobreviven en la competición, el Unicaja perdió en casa contra el Montepaschi Siena por un abultado 68-91, mientras que el Real Madrid se impuso al Bilbao por 89-73. La primera plaza parece clara para el equipo italiano, que arrasó en sus visitas a Madrid y Málaga, superando con nota su difícil calendario inicial. El Real Madrid únicamente puede apelar a una victoria por 20 puntos en Siena o esperar que el equipo de McCaleb tropiece contra alguno de los otros miembros del grupo. Quedar primero tiene el premio de evitar al imbatible CSKA de Moscú, el único e indiscutible favorito para ganar esta edición de la Euroliga. En la jornada de ayer se deshizo con insultante facilidad del Galatasaray, tanta que su mejor jugador, Andrei Kirilenko, ni siquiera disputó un solo minuto en el último cuarto. El partido empezó con un parcial de 10 a 0 para los de Moscú y a partir de ahí se dedicaron a administrar esa diferencia sin muchos problemas.

Cuando termine la fase de grupos trataré de hacer un análisis más amplio de la Euroliga y su importancia en el contexto del baloncesto internacional, como alternativa a la predominante (y superior) NBA, aprovechando además que hace unas pocas semanas se ha anunciado su cambio de formato para la próxima temporada, en su largo y agónico camino hacia una liga europea más cercana a la fórmula que ha triunfado mundialmente en EEUU.

jueves, 2 de febrero de 2012

Apologías del sufrimiento

El pasado lunes, el diario El País publicó un artículo en el que se describía de manera épica el enfrentamiento de Djokovic y Nadal en la final del Abierto de Australia de tenis. En él, se destaca por encima de todo, unas terribles declaraciones del serbio, ganador del torneo: "Te sangran los dedos y disfrutas del sufrimiento". El resto del artículo sigue la misma línea, añadiendo más declaraciones de Djokovic y otras de Nadal. El tenista español habla de correr, de luchar, de llegar al límite y, por supuesto, también de sufrir, con otra frase escalofriante: "he sufrido disfrutando".

En todo el texto no se hace referencia a un sólo gesto técnico, ni del estilo de ambos tenistas. Simplemente se apela al gigantesco, épico, sobrehumano derroche físico que los dos deportistas mostraron durante casi seis horas en el Rod Laver Arena de Melbourne. Más aún, no sólo el despliegue físico, sino el dolor y la sangre, y el placer que Nadal y Djokovic encontraron en ello.

Esto dice bastante de hacia dónde se ha dirigido y se dirige el deporte en estos últimos años. En todas las disciplinas, lo que venden los medios y lo que se educa a los aficionados es que lo importante no es alcanzar la excelencia técnica ni la perfección estética. No, lo importante es tu capacidad para sufrir, para aguantar el dolor y para convertir estos inconvenientes en una nueva fuente de gozo. Este invento se hizo necesario en el tenis para anteponer la figura de nuestra estrella nacional Rafa Nadal frente al gran dominador del tenis mundial, Roger Federer. Mientras el suizo es un fino estilista de la raqueta, con un repertorio inacabable de empuñaduras de raqueta y de golpeos, y capaz de llevar la pelota a los ángulos más increíbles, Nadal era el corredor de fondo, el que llegaba a todos los golpes, el que se superaba a sí mismo devolviendo todas las bolas hasta volver loco a sus rivales. Nadal, el chico normal que con esfuerzo y superación, con horas y horas de entrenamiento, sufriendo, llorando y sangrando, consiguió derrotar al superdotado y arrogante Federer, un deportista tan perfecto que no se molestaba en correr. Ése es el mensaje que nos vende a diario la prensa.

 El último invento de Nadal y su club de admiradores (que domina toda la prensa española) es que Federer se aprovecha del trabajo de los demás. Desde hace años, muchos tenistas vienen exigiendo a la ATP un cambio en el calendario de los más importantes torneos. Un calendario más racional y que permita un mayor descanso a los tenistas. A principios de este año, Rafa Nadal atacó a Roger Federer por no sumarse a las críticas, diciendo que él se aprovechaba de las quejas de los demás para, encima, quedar como un gentleman. Nadal, al que siempre venden como un tenista al que solo vencen cuando tiene molestias o está lesionado, es un tenista que basa todo su juego en su optimización física. Obviamente, tiene buenos golpes, pero el factor diferencial radica en su capacidad física, su habilidad para devolver las pelotas más difíciles y para correr de un lado a otro de la pista durante varios juegos consecutivos. Desde ese punto de vista, es complicado, por no decir imposible, que su carrera deportiva se alargue en el tiempo debido a la acumulación de torneos, una concentración que se vuelve dramática en los meses de abril, mayo y junio, que es cuando se disputan los torneos más favorables al tenista mallorquín, aquellos que se disputan en tierra batida.

Pero sería injusto centrar toda esta problemática en el ejemplo de Rafa Nadal, que no deja de ser uno de los últimos productos de una filosofía deportiva que existe en España desde hace muchos años. No sólo en lo deportivo, puesto que podríamos aplicarlo a toda una forma de pensar de la sociedad española, fomentada desde los tiempos de la dictadura, según la cuál, todos los males de España se deben a factores externos y a nosotros, los españoles, únicamente nos queda sufrir y salir adelante. En el deporte, esto se manifiesta perfectamente en el fútbol, donde durante años España perdió por culpa de los árbitros (y para comprobarlo no hay que irse muy atrás en el tiempo, basta recordar el esperpento que se montó por la derrota ante Corea en el Mundial de 2002). Durante décadas, España, ante su clara falta de nivel internacional, oponía fuerza, agallas y, lo mejor de todo, "cojones". De ahí nació la famosa Furia. Hoy lo vemos como algo del pasado, con una selección que ha ganado la Eurocopa y el Mundial de fútbol de manera consecutiva, pero a la mínima que hay un revés, un resultado poco favorable, no tarda en aparecer un oportunista reclamando más arrojo, más sacrificio y, eso, más testosterona.

Esto se hace extensible a todos los deportes. Una de las escenas que jamás se borrará de mi memoria es la de Valentí Massana en los Juegos Olímpicos de 1996, en Atlanta, donde consiguió la medalla de plata en la disciplina de 50 kilómetros marcha. Massana daba la vuelta de rigor al Estadio Olímpico, ondeando la bandera, al tiempo que se detenía para vomitar. El hilo de vómito que colgaba de la comisura de los labios de Massana mientras reía por su recién conseguida medalla olímpica puede resumir perfectamente la visión que se tiene en España del deporte de alta competición. La marcha olímpica ha sido siempre un vivero de medallas para España. Mientras los países más desarrollados y que mejores políticas deportivas han aplicado en los últimos años se disputaban las disciplinas más técnicas, España disputaba la marcha atlética frente a países como China, Rusia, Ecuador, Guatemala o Mexico. Esta es la realidad. La educación y el aprendizaje técnico frente a la fuerza bruta y la capacidad de sufrimiento.

Y no pretendo culpar a los deportistas. Bastante tienen Rafael Nadal y Valentí Massana no sólo con sufrir, sino con disfrutar haciéndolo. Es un problema de psicología colectiva. Algo que existe a todos los niveles de nuestra sociedad. Desde las políticas institucionales hasta el vocabulario que utilizan los medios de comunicación. Fórmulas como "victoria agónica" o "sufrió para ganar", están marcadas a fuego en nuestro lenguaje cotidiano, y en cierta manera influyen claramente en nuestra manera de pensar el deporte. A un nivel profesional, ya no es visto como algo saludable o como algo bello, sino como un inconveniente. ¿Cómo explicar la proliferación, especialmente en España, de deportistas asmáticos? Tenemos al fondista Alberto García, que fue campeón de Europa de 5000 metros hace diez años, que declaraba haber superado gracias al entrenamiento y a sufrir mucho, sus problemas de asma. Sin embargo, en el año 2003 fue sancionado por consumo de EPO. Y con mayor dramatismo ocurre en el ciclismo (que será el tema central de este blog aunque apenas se nombre en este primer post), donde la Unión Ciclista Internacional otorga certificados médicos a deportistas asmáticos para que puedan medicarse con productos que en condiciones normales estarían prohibidos. Uno de ellos era el ya retirado Óscar Pereiro. Pero más allá de las trampas que muchos deportistas puedan hacer para beneficiarse de esta excepción, ¿cómo se puede justificar que una persona asmática, aún bajo medicación, corra una carrera profesional en el que a ritmos infernales se ascienden montañas de más de dos mil metros de altura?

A este grado de estupidez hemos llegado con la política de que con esfuerzo y sufrimiento todo se consigue. Ya sé que es una pena que muchas personas que han soñado toda su vida con ser deportistas profesionales, no puedan llegar a conseguirlo por problemas físicos o porque no tienen la calidad suficiente. Pero es que en este proceso democratizador del deporte (y de casi cualquier disciplina profesional, véase el caso del ínfimo nivel que está alcanzando la política española) tiene que haber un límite. Lo vemos en el fútbol y el vertiginoso descenso de calidad técnica de los jugadores, en favor de deportistas rocosos y veloces. Cada vez se defiende menos la habilidad con el balón y la capacidad de pensar en pocos segundos, y más el despliegue físico, la presión, casi como si el fútbol fuese un deporte como el boxeo. Así, los medios de comunicación y los aficionados, influenciados por los medios, han convertido en héroes a jugadores como Pablo Alfaro. O más recientemente, Pepe.

 Este es el mal endémico del deporte español, que además, gracias a veinte años de éxito (gracias a la proliferación de "doctores milagro") a nivel internacional, se ha ido extendiendo a otras nacionalidades. Mientras siga teniendo éxito y mientras sigamos mirando hacia otro lado cuando la realidad nos quite la razón, el deporte español seguirá muriendo poco a poco, nublado por sus sueños de grandeza. Sirva este primer post como manifiesto de una postura respecto al deporte que espero poder defender en los siguientes meses, aunque trataré de ceñirme más a acontecimientos deportivos concretos y no a temas tan etéreos. Mi interés se centrará especialmente en mis deportes favoritos: el ciclismo, el fútbol y el baloncesto, aunque trataré de cubrir otras disciplinas siempre que la ocasión lo merezca.