sábado, 26 de mayo de 2012

Un belga solo al comando



Se llama Thomas De Gendt. Lo conocimos el año pasado en la París-Niza, esa carrera que ha visto nacer a tantos campeones. Ganó el la primera etapa en un sprint loco. Perdió el maillot de líder en la tercera etapa, pero luego lo recuperó en una etapa inmensa que finalmente ganó otro gran ciclista como él, Thomas Voeckler. Unos meses después apareció en la Vuelta a Suiza, donde ganó una etapa de montaña. No ante cualquiera, sino que segundo fue Andy Schleck, incapaz de recortar las diferencias ante el corredor que hoy homenajeo.

Nada comparable a lo de hoy. Estaba haciendo un Giro notable para un corredor que solo había corrido una vuelta grande (el Tour de 2011). Sin embargo, para alguien que busca el protagonismo como él, nos faltaba algo. Su gran objetivo de la temporada era la París-Niza, donde quedó eliminado tras esa segunda etapa en la que Omega Pharma y Sky provocaron un corte que sentenció la carrera. Un Giro en segundo plano, hasta la etapa de hoy. En su primera grande, el Tour del año pasado, terminó sexto la etapa de Alpe d'Huez y cuarto la contrarreloj final de Grenoble. Está claro que es un corredor que se crece, o que aguanta más que el resto. Y quizás por eso, porque había guardado o calculado mejor que los demás, hoy atacó en el Mortirolo, la montaña maldita de los españoles, en busca de la gloria.

El Mortirolo, por su nueva vertiente, es igual de terrorífico. Carretera estrecha, entre bosque y porcentajes constantes y terroríficos. Joaquim Rodríguez también lo intentó, pero sin convicción. De Gendt se iba por delante, mientras por detrás los líderes de la carrera se quedaban sin gregarios, por culpa de ese coloso que vio caer a tantos grandes. Había mucho terreno inconstante entre el fin del Mortirolo y el principio de la ascensión al Stelvio, y allí fue el momento más bello de ciclismo en una vuelta grande en mucho tiempo, quizás solo comparable a la etapa del Galibier en el Tour del año pasado. Pero aquello fue un duelo a dos, entre Schleck y Cadel Evans, y aquí fue una batalla de todos contra todos. Por delante, un muy buen corredor como Olivier Zaugg administraba la distancia que había conseguido en el Mortirolo. Por detrás, batalla campal. Ante el desgobierno del grupo, con un Liquigas mermado, un Hesjedal y un Rodriguez sin gregarios, se sucedieron los ataques. Cunego, Mikel Nieve, Roman Kreuziger, Dario Cataldo, Johan Tschopp... todos se iban hacia adelante viendo una posibilidad de mejorar su clasificación en la general. Un grupo con De Gendt, Carrara, Nieve, Izaguirre y Cunego se formó delante, en persecución de Zaugg. Otros como Cataldo, Tschopp o Kreuziger no consiguieron alcanzarlos, perdiendo su oportunidad de gloria. Demasiado tarde. Y por detrás, el Garmin había conseguido organizarse, con Stetina y Vandevelde. Por lo tanto, fue un duelo entre los dos gregarios de Hesjedal y los dos de Nieve y De Gendt. El del belga, Carrara, se cansó pronto, pero Jon Izaguirre mantuvo un pulso espectacular con Stetina, que se decantó a favor del corredor de Euskaltel, consiguiendo mantener las distancias alrededor de los cuatro minutos.

Quedaba otro coloso, el Stelvio. La montaña de Fuente, y hoy también la de Thomas De Gendt. Izaguirre duró poco y luego fue De Gendt el que se lanzó. Buscaba una gesta en solitario. A su rueda fue Mikel Nieve y, de forma más sabia y progresiva, el italiano Damiano Cunego, que está haciendo un Giro precioso a base de escapadas lejanas. Mucho mejor que el de su compañero Scarponi, pese a que la clasificación diga lo contrario. De Gendt caminó poco junto a Nieve y Cunego, ya que volvió a soltar otro zarpazo que sería definitivo. Cunego y Nieve, pese a que llegaron delante de los favoritos, no contaban mucho (aunque ambos aseguraron su plaza en el top ten). Fue una guerra entre De Gendt y Vande Velde, el gregario de Hesjedal que sobrevivía. El veterano corredor estadounidense es, además de otras muchas cosas no tan buenas, sabio y fue marcando un ritmo seguro. Pero insuficiente. Aguantaba mucha gente en el grupo de favoritos y De Gendt ampliaba de manera ligera sus diferencias. Pero quedaban menos de quince a meta y el belga seguía firme, mientras que las fuerzas de Vande Velde estaban muy mermadas. Nadie daba un paso al frente. Ni el líder, un Purito Rodríguez que en este Giro hizo sólo lo que sabe hacer, pero haciéndolo bien, ni Hesjedal, que ha demostrado muchas cosas en la carrera, entre ellas que le falta categoría y valentía para tomar las riendas de la carrera en un determinado momento. Y hoy, tras el fin anunciado de Vande Velde, se demostró. De Gendt se iba con una diferencia por encima de los cinco minutos. Creo que llegó a los 5'40, pero las diferencias que marca la realización italiana siempre son engañosas. Sea como fuere, estuvo en una distancia para ganar el Giro, sino en el Stelvio, sí en la contrarreloj de mañana, donde es muy superior al resto.

A menos de cinco, y al borde de perder el Giro ante un ataque excepcional de un valiente, Hesjedal decidió ponerse al frente y darlo todo. Desde luego, no estaba ante su mejor día. Diría que es un corredor al que le cuesta recuperar. Una semana antes, aterrorizó al resto de rivales con un ataque fortísimo en Cervinia, pero al día siguiente cedió el liderato ante un ataque final de Purito Rodríguez en Piani dei Resinelli. Este fin de semana le volvió a ocurrir lo mismo: superior ayer en Alpe di Pampeago y regular hoy en el Stelvio. Sin embargo, tuvo algo de valor al ponerse delante y defender sus opciones. Las diferencias con De Gendt empezaron a bajar, pero tampoco de manera dramática. Hesjedal no estaba en su mejor momento.

Por delante, el belga caminaba hacia la leyenda, aunque cada vez con mayor dificultad. Sus pedaladas eran ya muy pesadas, pese a que su compostura se mantenía recta. Un gran ciclista nunca pierde la elegancia. Al terminar la etapa, declaró que este era su puerto favorito, que lo había subido como veinte o treinta veces. Un sueño realidad, ganar de manera épica en la vuelta por etapas más épica. Nadie iba a quitarle a este corredor de 25 años la gloria de la victoria de etapa, pero su último kilómetro fue agónico, y por detrás, aún sin la convicción de los campeones, hacían camino Hesjedal, Scarponi y Rodríguez. Los tres primeros de la general. El italiano se fue a menos de dos kilómetros, defendiendo las últimas opciones de un italiano en el podio, ante la decadencia de Basso, la arbitrariedad de Pozzovivo y la poca recompensa que recibía la valentía de Cunego. Las diferencias caían dramáticamente, también respecto a sus antiguos compañeros de escapada, Cunego y Nieve. Y en el último kilómetro, Joaquim Rodríguez hizo lo que sabe hacer: mil metros a tope. Quizás no sea la forma más hermosa de luchar por una vuelta por etapas, pero el catalán fue coherente y honesto con sus posibilidades. No es un gran fondista, ni alguien capaz de mantener ritmos elevados. Pero se defendió con sabiduría de los rivales, sabiendo cuando salir a unos ataques, y cuando esperar y coger rueda en otros. Y aprovechó su fuerza demoledora cuando tuvo opción. El Giro le queda difícil, pero es la única manera que un corredor como él tiene de ganar una carrera de tres semanas. No hay que restarle méritos. Se lleva dos etapas, la clasificación de la regularidad y un puesto en el podio todavía por decidir.

De Gendt entró en meta triunfal. Fue el gran héroe de la jornada, y quizás también del Giro. Y si no fuera por las exhibiciones de Tom Boonen en abril, puede que fuera el gran protagonista de la temporada. Su etapón será recordado, y hay que esperar a mañana para que sepamos exactamente su dimensión. Después entraron unos brillantes Cunego y Nieve, que solo fueron derrotados por el día excepcional de un belga llamado a todo. Joaquim con su sprint final llegó a 3:22, mostrando la agonía del ganador en los últimos dos kilómetros. Le bajaron un minuto en poco más de un kilómetro. El italiano Scarponi entró quinto. A este corredor no se le recuerda un ataque serio por la general. El año pasado ganó la carrera de manera gris, sin realizar un solo ataque y jugando siempre a ser el segundo, esperando a la lógica sanción del ganador, para llevarse el Giro de rebote. Y este año ahondó en su mediocridad, frente a su compañero de equipo, el voluntarioso Cunego, que al menos hizo dos ataques valientes con los que puso en jaque a los líderes.

Sexto fue Hesjedal, que perdió la ventaja conseguida ayer y se queda a treinta segundos de Rodríguez en la general. Sigue siendo el favorito, pero tiene que hacer una buena crono. Detrás entró Gadret, que ha hecho un buen Giro, pero lejos del de 2011, en el que terminó de rebote en el podio. El dúo colombiano del Sky, Urán y Gadret entraron 20 segundos después, confirmando su buena carrera y un gran futuro. El Stelvio era un puerto para ellos, acostumbrados a las grandes alturas, pero todavía son jóvenes y que hayan respondido tan bien a una carrera tan exigente como esta dice mucho de lo que pueden conseguir en años sucesivos.

Y décimo fue Ivan Basso, el gran derrotado de este Giro. El favorito que dirigió la carrera con mano de hierro gracias a su potente equipo, pero fue un mal director. En ningún momento mostró ni la fuerza, ni la calidad, ni la convicción para hacer algo grande. Y tampoco tuvo el Zoncolán, ese puerto que hace caer a los corredores como fruta madura. Basso mostró su decadencia, pero también las debilidades de un corredor gris ascendido a la categoría de estrella por fuerzas ajenas al deporte, o a lo que debería ser el deporte. En su carrera tiene dos Giros, sí, pero también la vergüenza de una sanción por dopaje, además de muchos otros escándalos, como el reparto de cromos con Armstrong en el Tour de 2004, o el intento de venderle una etapa a Gilberto Simoni en el Giro de 2006.

Este Giro termina mañana, y gane Joaquim Rodríguez o gane Ryder Hesjedal, ambos habrán hecho méritos para hacerse con él, aún mostrando tanto uno como otro sus muchas debilidades como corredores de vueltas de tres semanas. A Rodríguez le falta consistencia en la montaña y nivel en la lucha contra el cronómetro. Y a Hesjedal le falta mayor regularidad. La campanada la daría De Gendt con una contrarreloj espectacular, pero dos minutos y veinte segundos son una distancia insalvable. Si fueran 40 o 45 kilómetros sería posible, pero en solo treinta sería difícil incluso para un Evans o un Wiggins. Conseguirá, salvo catástrofe, el tercer lugar del cajón, ante un Scarponi que no lo merece. Treinta segundos los separan. Todos los amantes del ciclismo estarán con el belga, para verlo brillar en el podio de Milán. El Giro debería homenajearle de esa manera, pues gracias a él, esta edición permanecerá en la Historia del Ciclismo.