viernes, 15 de junio de 2012

Euro 2012. Segunda jornada Grupo C


La segunda jornada del grupo C se abrió con un emocionante Italia contra Croacia. Son dos países unidos por la Historia, puesto que la Dalmacia, región en la que se encuentran ciudades importantes como Split, Dubrovnik y Zadar, fue veneciana durante setecientos años y conquistada por el Estado italiano de Mussolini durante la Segunda Guerra Mundial. No sé cómo serán las relaciones entre los dos países desde entonces, pero es curioso la violencia con la que hinchas croatas pitan el himno italiano en los prolegómenos del partido.

Italia domina el primer tiempo gracias al que para mi es el mejor futbolista del mundo en la actualidad, Andrea Pirlo. En unos tiempos en lo que lo determinante en el fútbol es la condición física, correr y aguantar más que nadie (haciendo parte fundamental del deporte a los médicos de los equipos), Pirlo suple todas sus carencias con una calidad excepcional. Con gran inteligencia administrando sus esfuerzos, sabiendo exactamente cuándo hacer una conducción larga de balón y cuándo meter un pase largo, cuándo presionar la salida del contrario y cuándo mantener el rigor posicional. No hay nadie como él.

Le acompañan en esta gran Italia de Prandelli un montón de grandes futbolistas, dispuestos además de una manera original y poco dogmática sobre el terreno de juego. Tres centrales que no significan un planteamiento defensivo. Entre los bulldogs Bonucci y Chiellini se sitúa Daniele De Rossi, el ya veterano centrocampista de la Roma. No actúa como el clásico líbero, ya que rara vez rompe líneas de presión mediante conducción larga de balón, sino que es como el punto central de un eje que da seguridad a los dos centrales y que permite combinar sin problemas con Pirlo en un sentido vertical. Lo que permite De Rossi es que la primera línea de presión croata se adelante y así Italia pueda romperla con calidad y rigor, y no con un pelotazo o un pase horizontal de un central común.

La línea de tres centrales permite las subidas largas de los laterales. Son los únicos hombres de banda en esta Italia, que no tiene ni volantes ni extremos. Son los encargados de dar profundidad al juego de ataque, pero también por su largo despliegue en el campo, un punto débil de la defensa italiana. Ante una España sin bandas y con poca profundidad de los laterales, Italia pudo armarse bien. No sucedería lo mismo con Croacia. También es cierto que con la habilidad de Pirlo para trazar pases verticales hacia los delanteros, los italianos usaron poco el desborde por banda.

Junto a Pirlo, en la media, el completísimo Marchisio, que hizo de todo durante el partido, incluido una clarísima ocasión de gol precedida de un recorte espectacular a un defensa; y Motta, ese jugador demasiado plano y previsible, pero con fuerza y trabajo. Uno de los pocos jugadores donde Italia puede mejorar lo presente, quizás con Montolivo o el oportunismo de Nocerino. Y arriba, Antonio Cassano y Balotelli, dos delanteros de gran calidad, imprevisibles, y por eso mismo irregulares. A Balotelli no lo hemos visto aún en su mejor versión, pero dio un salto de calidad respecto al primer partido, donde estuvo bastante perdido. Intimidó con sus lanzamientos lejanos y con su potencia en el área. Cassano estuvo demasiado tiempo en el campo. Un jugador que hace poco más de seis meses estaba siendo tratado por un complicado ictus isquémico no debería estar para jugar casi completos estos dos partidos de gran intensidad.

Italia lo hizo todo en la primera parte. Jugó de maravilla, dominó y tuvo muchas ocasiones. Todas nacían de las botas de Pirlo, que distribuía a placer ante un medio del campo croata desbordado. Enfrente tenía a un jugador de enorme calidad como Luka Modric, pero al que le falta la personalidad y la consistencia de Pirlo, la confianza en su juego y tener una noción más clara de los tiempos en el fútbol. Quizás el error de Modric fue irse a una liga como la inglesa, demasiado vertical, demasiado rápida. Un jugador como él necesita aprender las pausas, saber manejar los tiempos del partido. Ser un doctor para su equipo. En el Tottenham, un equipo demasiado ortodoxo, termina convertido en un jugador de transición y no en el corazón de la escuadra. Un jugador desaprovechado.

El resultado de la deriva croata fue el dominio claro de Italia, que se fue al descanso con ventaja gracias a una preciosa falta ejecutada con talento por Pirlo. El justo premio para este enorme jugador. Italia parecía tener el partido asegurado, puesto que Croacia ponía pundonor, pero quizás le faltaba unión entre sus líneas.

Faltaban jugadores con personalidad, y apareció para Croacia en el segundo tiempo su capitán Darijo Srna, el futbolista que tiene todo lo que le falta a Modric. Srna comenzó a poblar la banda derecha al mismo tiempo que Croacia comenzó, poco a poco, a comerle terreno a Italia. Y a Srna le acompañó, o quizás le superó, su compañero por la otra banda, Ivan Strinic, sin duda el jugador del partido para Croacia. Desesperó a Giaccherini y colgó uno y mil balones. Normalmente no encontraban a Jelavic y a Mandzukic, pero fue la principal arma de los croatas.

Italia era la norma del partido y Croacia la excepción. Es decir, los azzurri construían el piso sobre el que se asentaban los dos equipos. Era la que daba forma al partido, la que medía los tiempos, mientras que Croata trataba de romper esa hegemonía con ataques directos, a partir de jugadas de banda. Con Modric a bajo nivel y Rakitic sin encontrar su lugar en el campo, Croacia se encomendó a sus laterales. Y le salió bien. Un centro de Strinic que no ataja Chiellini, lo caza Mandzukic que la rompe ante un Buffon que sale bien. Pero el balón da en el poste derecho y se cuela con suerte en la portería. Nada puede hacer la gran colocación del portero italiano.

Con dieciocho minutos para el final, el partido no varió su situación. Italia siguió manteniendo la posesión, aunque nunca fue tan incisiva como en la primera mitad. Bajó Pirlo y bajó toda Italia. A Montolivo, que entró por Motta, le falta mucho para equipararse al maestro lombardo. Arriba, Balotelli, que había sido el mejor delantero, fue sustituido por Di Natale, que apenas tuvo presencia como compañero de un decadente Cassano. El cambio por Giovinco llegó demasiado tarde, y el pequeño enganche apenas tuvo tiempo. Aún así, fue el único de los cambios que intentó aportar novedad al esquema italiano, con sus furiosas entradas por la banda derecha. En el mismo minuto que entró Giovinco, lo hizo Eduardo en Croacia. Otro cambio para aportar algo diferente, pero también llegó demasiado tarde. El futbolista de origen brasileño puede aportar algo más de cuerpo al juego croata, bajar algo a recibir y combinar con los jugadores de medio campo, frente a la mayor contundencia de los titulares Jelavic y Mandzukic. Pero con poco tiempo, Eduardo salió algo ansioso, y Croacia ya estaba más concentrada en retener a Italia y salir demasiado rápido al contraataque para aprovechar la fina calidad de su antaño muy prometedor delantero.

Fue un empate justo. Italia tuvo más ocasiones, pero Croacia tuvo el coraje de salir a por el partido en la segunda parte, ante un equipo que era superior a ellos e iba con todo a favor. Una pena para Italia, la mejor Italia en años, la más bella, que puede quedarse fuera de este campeonato por las combinaciones de la última jornada. Esperemos que la dictadura de los resultados no invalide la fantástica propuesta de Prandelli.

En cuanto al otro partido, no hubo más historia de la que quiso narrar España. La fortuna nos privó de un partido emocionante, pues en el minuto cuatro, una combinación de errores le deja un balón a Torres dentro del área, que el delantero español ejecuta con tranquilidad. Mucha sangre fría para el delantero, que en el partido anterior se había mostrado muy ansioso. El partido perfecto para España. Salir con ventaja desde el inicio y tocar, tocar, tocar. Irlanda no adelantó la presión, y únicamente buscó algún error español para salir rápido a la contra, pero pocas veces se dio esa posibilidad y ningún jugador irlandés tuvo la suficiente habilidad para realizarla con la maestria necesaria.

Consiguió Irlanda, eso sí, que la posesión española fuese la mayor parte del tiempo inútil. Con uno a cero, los de Del Bosque no vieron necesario arriesgar, así que faltaron más movimientos entre líneas, más rotación del medio del campo. Destacó Arbeloa, muy criticado en el primer partido, que se incorporó una y otra vez por una banda derecha desatendida por los irlandeses. Quizás fue una buena decisión, ya que el carrilero del Real Madrid no posee gran calidad ni muchas virtudes atacantes, pero por eso mismo creo que es digno de valorar su esfuerzo.

De los tres mediocentros Xavi, Xabi Alonso y Busquets, el que llevó más peligro atacante fue el tolosarra, que con sus pases potentes conseguía quebrar muchas líneas de presión rivales. Xavi, por contra, daba tranquilidad y mesura al partido. Y Busquets le aplicó el equilibrio necesario. Arriba combinaban Silva e Iniesta, pero con la tranquilidad del gol quizás jugaron con la marcha puesta y faltó la jugada excepcional que diera el segundo gol.


En la segunda parte, España mejoró, al igual que contra Italia. Y de nuevo fue por una mayor intensidad y dándole más velocidad al balón. Por momentos fue una exhibición, acompañado además por goles. Silva, Torres y finalmente Cesc. Nadie destacó en una escuadra que realizó el mejor fútbol del campeonato, algo que siempre hay que coger con cuidado por lo dicho al principio: ir ganando desde el minuto cuatro facilita las cosas, y más si eres España y enfrente tienes a Irlanda. Tampoco se trata de minusvalorar el enorme trabajo, pero es la primera vez que vemos un desequilibrio tan claro entre dos selecciones.

En Irlanda el mejor fue su portero, Shay Given, que sacó tres manos portentosas. Disparos a bocajarro que despejó con muy buenos reflejos. Tuvo que terminar desesperado con una defensa lentísima, tanto en la marca como en el despeje. Desapareció el medio del campo. A Andrews ni se le vio. Y arriba McGeady, Duff, Keane y en la segunda parte Walters se mataban por cazar algún despeje. Muy poco para Irlanda, pero quizás no tenga más. Ni lo necesita. Para ellos es un logro haber llegado hasta aquí. Se han quedado fuera selecciones más potentes y les ha tocado un grupo en el que partían con clara desventaja. Irreprochable su competición. Y se van con un premio muy importante, la mejor afición del torneo, que se pasó todo el partido animando (hermanada con los hinchas españoles en un gesto precioso) y abrumó al estadio con unos últimos diez minutos de cánticos ahogados. Comportamientos como estos consiguen borrar la mala imagen del fútbol que han dejado estos días aficionados polacos, rusos y croatas.

Lo más decepcionante de España fue que, con el partido resuelto, Del Bosque no probara algo diferente con los cambios. Haber propuesto una variante táctica, por ejemplo jugar con un solo mediocentro o poner a dos delanteros. Pero los cambios fueron hombre por hombre. Vimos debutar a Javi Martínez, el mejor talento para el futuro, y actualmente el mejor central de España, puesto que ni Piqué ni Ramos están en sus mejores versiones. Como mediocentro tampoco tiene nada que envidiar a Busquets y a Xabi Alonso. Es más, quizás pueda combinar el trabajo de ambos en una sola persona.

Cazorla entró por Iniesta, pero apenas pudo demostrar nada. España ya ganaba cuatro a cero, y el equipo se dedicó a conservar el balón, pues tampoco el rival (noble y con una afición envidiable) merecía una humillación. Una pena para el jugador del Málaga. Y por último, en el cambio más decepcionante, Torres se fue y entró Cesc, intercambiando sus papeles del primer encuentro, con la diferencia de que en esta ocasión Cesc sí que consiguió marcar, aunque de nuevo no son situaciones comparables. Juegue quien juegue, los dos son buenas opciones. Torres busca mejor los espacios y Cesc puede ayudar más en la creación. De todas formas, es decepcionante que Del Bosque no pruebe a Llorente, el mejor delantero español esta temporada.

En fin, un partido sin mucho que decir. España dominó y ahora se jugará la clasificación contra Croacia. Es presumible que Italia gane a Irlanda. Es muy superior, pero desde hace unos años, la azzurri tiene un enorme problema para cerrar sus partidos. Los transalpinos tienen que ganar y esperar una victoria de España o Croacia. Los de Del Bosque son muy superiores, pero habrá que ver con que disposición se toman el partido, qué riesgos deciden tomar. Un grupo en el aire donde los tres equipos merecen pasar.

jueves, 14 de junio de 2012

Euro 2012. Segunda jornada Grupo B


Mi intención era hacer un seguimiento diario de la eurocopa, pero por razones que no vienen al caso, la cobertura será intermitente y según las ganas que tenga de escribir. Aquí comento los dos interesantes partidos del grupo B, el llamado "grupo de la muerte".

En el primero, Portugal se la jugaba. Si perdía estaba eliminada. Salió mejor que Dinamarca, que tuvo el contratiempo de perder a su mejor hombre de la primera jornada, Zimling, por lesión. El desconcierto le afectó bastante y Portugal, aunque fuese solo por empuje, se fue haciendo con el partido. Y llegaron los dos goles. En el primero, Pepe imperial de cabeza en un córner. Y el segundo, anticipación de Postiga a un centro raso de Nani. El que no aparecía por ninguna parte, salvo para perder balones y fallar ocasiones, era Cristiano Ronaldo. Todo lo contrario que sus dos compañeros del Madrid, Pepe y Coentrao, que fueron con diferencia los mejores de Portugal en todo el partido.

Pero la selección lusa empezó a remolonear y en lugar de tratar de rematar el partido ante una debilitada selección danesa, quiso enfangarlo con su habitual defensa de siete. Los cuatro de atrás más el trio de mediocentros que no está terminando de funcionar, especialmente por el bajo nivel ofensivo de Meireles en el campeonato. Arriba tenía a Cristiano y a Nani tratando de cazar alguna, y a Postiga perdido en la indiferencia. En Dinamarca, sin Zimling, Kvist tenía que hacer el trabajo de los dos. Poulsen, el lateral, estaba muy lejos del nivel de su primer partido, al igual que Krohn-Dehli. El que aparecía un poco más es Eriksen, la estrella del Ajax al que todavía se le espera en esta eurocopa. El mejor jugador de Dinamarca fue sin duda Lars Jacobsen, el lateral derecho, que protagonizó todas las jugadas de ataque con peligro de Dinamarca, desgraciadamente poco ayudado por un terrible Rommedahl que pide a gritos la jubilación. El duelo de Jacobsen y Coentrao fue apasionante, ya que ambos tenían que atacarse y defenderse en ambos campos, ante la desaparición de sus compañeros de banda (Cristiano y Rommedahl).

Fue en una impecable jugada de Jacobsen cuando llegó el primer gol de Dinamarca, al borde del descanso. Un quiebro buenísimo, se mete hacia el centro del campo y parece que cuando ya está muy cerrado, encuentra un pase a Jacob Poulsen que se saca un centro tremendo al segundo palo, donde está Krohn-Dehli que, con la cabeza, asiste a un desatendido Bendtner, que remata a placer. Dinamarca se vino arriba con este gol, pero le faltó mayor seguridad en la posesión, más regularidad, para llegar con peligro constante al área portuguesa. Así se fue consumiendo la segunda mitad. Faltaba en los daneses un hombre de banda, ya que Poulsen no estaba bien y Jacobsen parecía a cada minuto más cansado. Krohn-Dehli ya se había venido al centro y Rommedahl no hacía nada. En Portugal, trataban de salir al contraataque, pero su principal enemigo era Cristiano Ronaldo, perdido en jugadas imposibles y en comportamientos egoístas. El segundo gol de Dinamarca llegó con una nueva penetración de Jacobsen, que con un centro larguísimo encontró la cabeza de Bendtner, poniendo las tablas en el marcador.


Entonces, la rácana Portugal volvió a salir al ataque, por obligación y demostró que tenía más que Dinamarca. Es triste que tirase casi todo el partido por esa falta de seguridad, por no querer llevar la iniciativa en ningún momento. Los últimos 10 minutos fueron portugueses, y eso que tuvieron que hacer frente a más errores de Cristiano Ronaldo. E incluso casi les cuesta la victoria, porque en la jugada del gol definitivo, Varela va a rematar al balón y se encuentra delante a Cristiano, por lo que no puede golpear bien. Tiene la suerte de que el balón se le queda muerto y con la pierna derecha fusila la portería. Era el minuto 86 y Portugal seguía viva, pese a que se volvió a echar atrás los últimos cinco minutos y dio alguna opción a Dinamarca.

En el otro partido, Holanda tiró todo el primer tiempo debido a sus enormes problemas de creación. Es un equipo partido en dos. Quienes tienen que unirlos son Van Bommel y De Jong, dos jugadores que en los últimos años se dedican a destruir más que otra cosa. Como siempre, Van Bommel tuvo que terminar el partido con cuatro o cinco amarillas, pero sólo le pitaron una. Y De Jong, pues a lo suyo también. Es un jugador indigno de Holanda. En el banquillo, Van Marwijk deja a Strootman, el hombre con el que jugó casi toda la fase de clasificación, con resultados admirables. Puede que el de PSV no sea un medio de enorme calidad, pero sí tiene mayor criterio que los dos carniceros que parecen inamovibles en esta Eurocopa.

Alemania tiene los mismos problemas que Holanda. Una pareja de mediocentros demasiado plana y previsible, pero que al menos sí que dan cierto equilibrio. En general, Alemania es un equipo mejor construido. Además, tiene un descorchador ejemplar como Mario Gómez, que metió dos goles para resolver el partido, pero que además se fajó con un esfuerzo físico descomunal, bajando a defender hasta su propia área en jugadas de transición y moviéndose de banda a banda para acompañar los ataques. Impresionante. De no existir el gran Zlatan Ibrahimovic, estaríamos hablando del gran delantero del año. Pero habrá que ver hasta dónde puede llegar Alemania para saber si Super Mario puede ser candidato al balón de oro.

Con dos a cero, Alemania se dedicó a administrar. Y en esas labores tiene a uno de los mejores, Bastian Schweinsteiger, que si bien resta cuando su equipo tiene que ir a por la victoria ante una defensa bien cerrada (Portugal), suma cuando hay que cerrar los partidos, a base de comerse todo el centro del campo y de soltar pases milimétricos de un lado a otro del terreno del juego. El ritmo del partido lo marcó Schweinsteiger, pero su despliegue no tuvo respuesta en el resto de compañeros. Ni Podolski, ni Müller ni Özil están al nivel del mundial. Sí, se ofrecen mucho y no evitan responsabilidades, pero les falta condición física. Temporadas muy largas para ellos. Özil desbordado en el Real Madrid, al igual que muchos de sus compañeros (solo hace falta ver cómo están Xabi Alonso y Cristiano Ronaldo). Müller, entre lesiones, terminó jugando dos finales y disputando la Bundesliga casi hasta la última jornada. Y Podolski vivió el drama del descenso con el Colonia. Es una pena que Löw no pruebe todo lo que tiene en el banquillo. Con dos a cero hubiera sido el momento de darle la oportunidad a los Gotze, Reus o Schürrle, pero entraron los más previsibles Kroos y Bender. El primero por Schweinsteiger, que dio una exhibición en la segunda parte, pese a jugar con molestias.


Mención aparte merece el que está siendo uno de los jugadores del torneo, sino el mejor. Mats Hummels es ese central superclase que mejora todo lo conocido hasta ahora. Tiene una enorme calidad técnica, velocidad de delantero y contundencia física de los mejores centrales. Es una demostración de superioridad cada vez que toca el balón. Lo único comparable es el Javi Martínez de sus mejores momentos, como aquel Europeo sub-21 del año pasado en el que parecía que podía ganar solo los partidos. Hummels hace lo que quiere, y tienes la sensación de que podría hacer más de no respetar los modos del fútbol. Pero él construye todas las jugadas de Alemania siempre que recibe.

Pero el poderío y la constancia de Alemania encontró respuesta en la electricidad de Holanda en el segundo tiempo. Van Marwijk dio entrada a Van der Vaart y a Huntelaar por Van Bommel y Afellay en el descanso. Perdió posesión de balón (que había sido inútil en la primera parte) y ganó verticalidad. Pero el juego holandés tiene nombre y apellidos: Wesley Sneijder, ahora mismo el mejor mediocentro del mundo con Andrea Pirlo, que se pasó un año de vacaciones en el Inter, marginado por Gasperini y Ranieri. Sneijder supremo conseguía tirar de una Holanda deficitaria en construcción de juego. Dio toda una lección de pases, de apertura de juego desde la banda izquierda. Todas las ocasiones claras de Holanda fueron por pase o remate de Sneijder. En la jugada del gol, sin embargo, un pase de Sneijder que rompe la presión en el centro del campo alemán, llega a un Van Persie de espaldas al defensa. Con un gran movimiento, Van Persie se gira y en carrera remata desde fuera del área con la diestra. Un golazo del delantero del Arsenal, que hasta el momento estaba impetuoso, pero poco determinante. Mejor, de todas formas, que sus compañeros de ataque Huntelaar y Robben, que terminó siendo sustituido por Dirk Kuyt.

Holanda lo intentó, pero Alemania tenía las cosas demasiado claras. Muy bien asentada en el campo frente al caos orange, que sólo tiraba de un Sneijder superior, pero insuficiente. Pese a la derrota, Holanda todavía tiene opciones de clasificación si gana a Portugal y Alemania hace lo propio con Dinamarca. Los germanos tienen la clasificación en la mano, e incluso perdiendo pueden pasar como primeros de grupo. Lo que veo más lógico es un empate de alemanes y daneses que les daría la clasificación a ambos, ya que no creo que Portugal gane a Holanda.

sábado, 26 de mayo de 2012

Un belga solo al comando



Se llama Thomas De Gendt. Lo conocimos el año pasado en la París-Niza, esa carrera que ha visto nacer a tantos campeones. Ganó el la primera etapa en un sprint loco. Perdió el maillot de líder en la tercera etapa, pero luego lo recuperó en una etapa inmensa que finalmente ganó otro gran ciclista como él, Thomas Voeckler. Unos meses después apareció en la Vuelta a Suiza, donde ganó una etapa de montaña. No ante cualquiera, sino que segundo fue Andy Schleck, incapaz de recortar las diferencias ante el corredor que hoy homenajeo.

Nada comparable a lo de hoy. Estaba haciendo un Giro notable para un corredor que solo había corrido una vuelta grande (el Tour de 2011). Sin embargo, para alguien que busca el protagonismo como él, nos faltaba algo. Su gran objetivo de la temporada era la París-Niza, donde quedó eliminado tras esa segunda etapa en la que Omega Pharma y Sky provocaron un corte que sentenció la carrera. Un Giro en segundo plano, hasta la etapa de hoy. En su primera grande, el Tour del año pasado, terminó sexto la etapa de Alpe d'Huez y cuarto la contrarreloj final de Grenoble. Está claro que es un corredor que se crece, o que aguanta más que el resto. Y quizás por eso, porque había guardado o calculado mejor que los demás, hoy atacó en el Mortirolo, la montaña maldita de los españoles, en busca de la gloria.

El Mortirolo, por su nueva vertiente, es igual de terrorífico. Carretera estrecha, entre bosque y porcentajes constantes y terroríficos. Joaquim Rodríguez también lo intentó, pero sin convicción. De Gendt se iba por delante, mientras por detrás los líderes de la carrera se quedaban sin gregarios, por culpa de ese coloso que vio caer a tantos grandes. Había mucho terreno inconstante entre el fin del Mortirolo y el principio de la ascensión al Stelvio, y allí fue el momento más bello de ciclismo en una vuelta grande en mucho tiempo, quizás solo comparable a la etapa del Galibier en el Tour del año pasado. Pero aquello fue un duelo a dos, entre Schleck y Cadel Evans, y aquí fue una batalla de todos contra todos. Por delante, un muy buen corredor como Olivier Zaugg administraba la distancia que había conseguido en el Mortirolo. Por detrás, batalla campal. Ante el desgobierno del grupo, con un Liquigas mermado, un Hesjedal y un Rodriguez sin gregarios, se sucedieron los ataques. Cunego, Mikel Nieve, Roman Kreuziger, Dario Cataldo, Johan Tschopp... todos se iban hacia adelante viendo una posibilidad de mejorar su clasificación en la general. Un grupo con De Gendt, Carrara, Nieve, Izaguirre y Cunego se formó delante, en persecución de Zaugg. Otros como Cataldo, Tschopp o Kreuziger no consiguieron alcanzarlos, perdiendo su oportunidad de gloria. Demasiado tarde. Y por detrás, el Garmin había conseguido organizarse, con Stetina y Vandevelde. Por lo tanto, fue un duelo entre los dos gregarios de Hesjedal y los dos de Nieve y De Gendt. El del belga, Carrara, se cansó pronto, pero Jon Izaguirre mantuvo un pulso espectacular con Stetina, que se decantó a favor del corredor de Euskaltel, consiguiendo mantener las distancias alrededor de los cuatro minutos.

Quedaba otro coloso, el Stelvio. La montaña de Fuente, y hoy también la de Thomas De Gendt. Izaguirre duró poco y luego fue De Gendt el que se lanzó. Buscaba una gesta en solitario. A su rueda fue Mikel Nieve y, de forma más sabia y progresiva, el italiano Damiano Cunego, que está haciendo un Giro precioso a base de escapadas lejanas. Mucho mejor que el de su compañero Scarponi, pese a que la clasificación diga lo contrario. De Gendt caminó poco junto a Nieve y Cunego, ya que volvió a soltar otro zarpazo que sería definitivo. Cunego y Nieve, pese a que llegaron delante de los favoritos, no contaban mucho (aunque ambos aseguraron su plaza en el top ten). Fue una guerra entre De Gendt y Vande Velde, el gregario de Hesjedal que sobrevivía. El veterano corredor estadounidense es, además de otras muchas cosas no tan buenas, sabio y fue marcando un ritmo seguro. Pero insuficiente. Aguantaba mucha gente en el grupo de favoritos y De Gendt ampliaba de manera ligera sus diferencias. Pero quedaban menos de quince a meta y el belga seguía firme, mientras que las fuerzas de Vande Velde estaban muy mermadas. Nadie daba un paso al frente. Ni el líder, un Purito Rodríguez que en este Giro hizo sólo lo que sabe hacer, pero haciéndolo bien, ni Hesjedal, que ha demostrado muchas cosas en la carrera, entre ellas que le falta categoría y valentía para tomar las riendas de la carrera en un determinado momento. Y hoy, tras el fin anunciado de Vande Velde, se demostró. De Gendt se iba con una diferencia por encima de los cinco minutos. Creo que llegó a los 5'40, pero las diferencias que marca la realización italiana siempre son engañosas. Sea como fuere, estuvo en una distancia para ganar el Giro, sino en el Stelvio, sí en la contrarreloj de mañana, donde es muy superior al resto.

A menos de cinco, y al borde de perder el Giro ante un ataque excepcional de un valiente, Hesjedal decidió ponerse al frente y darlo todo. Desde luego, no estaba ante su mejor día. Diría que es un corredor al que le cuesta recuperar. Una semana antes, aterrorizó al resto de rivales con un ataque fortísimo en Cervinia, pero al día siguiente cedió el liderato ante un ataque final de Purito Rodríguez en Piani dei Resinelli. Este fin de semana le volvió a ocurrir lo mismo: superior ayer en Alpe di Pampeago y regular hoy en el Stelvio. Sin embargo, tuvo algo de valor al ponerse delante y defender sus opciones. Las diferencias con De Gendt empezaron a bajar, pero tampoco de manera dramática. Hesjedal no estaba en su mejor momento.

Por delante, el belga caminaba hacia la leyenda, aunque cada vez con mayor dificultad. Sus pedaladas eran ya muy pesadas, pese a que su compostura se mantenía recta. Un gran ciclista nunca pierde la elegancia. Al terminar la etapa, declaró que este era su puerto favorito, que lo había subido como veinte o treinta veces. Un sueño realidad, ganar de manera épica en la vuelta por etapas más épica. Nadie iba a quitarle a este corredor de 25 años la gloria de la victoria de etapa, pero su último kilómetro fue agónico, y por detrás, aún sin la convicción de los campeones, hacían camino Hesjedal, Scarponi y Rodríguez. Los tres primeros de la general. El italiano se fue a menos de dos kilómetros, defendiendo las últimas opciones de un italiano en el podio, ante la decadencia de Basso, la arbitrariedad de Pozzovivo y la poca recompensa que recibía la valentía de Cunego. Las diferencias caían dramáticamente, también respecto a sus antiguos compañeros de escapada, Cunego y Nieve. Y en el último kilómetro, Joaquim Rodríguez hizo lo que sabe hacer: mil metros a tope. Quizás no sea la forma más hermosa de luchar por una vuelta por etapas, pero el catalán fue coherente y honesto con sus posibilidades. No es un gran fondista, ni alguien capaz de mantener ritmos elevados. Pero se defendió con sabiduría de los rivales, sabiendo cuando salir a unos ataques, y cuando esperar y coger rueda en otros. Y aprovechó su fuerza demoledora cuando tuvo opción. El Giro le queda difícil, pero es la única manera que un corredor como él tiene de ganar una carrera de tres semanas. No hay que restarle méritos. Se lleva dos etapas, la clasificación de la regularidad y un puesto en el podio todavía por decidir.

De Gendt entró en meta triunfal. Fue el gran héroe de la jornada, y quizás también del Giro. Y si no fuera por las exhibiciones de Tom Boonen en abril, puede que fuera el gran protagonista de la temporada. Su etapón será recordado, y hay que esperar a mañana para que sepamos exactamente su dimensión. Después entraron unos brillantes Cunego y Nieve, que solo fueron derrotados por el día excepcional de un belga llamado a todo. Joaquim con su sprint final llegó a 3:22, mostrando la agonía del ganador en los últimos dos kilómetros. Le bajaron un minuto en poco más de un kilómetro. El italiano Scarponi entró quinto. A este corredor no se le recuerda un ataque serio por la general. El año pasado ganó la carrera de manera gris, sin realizar un solo ataque y jugando siempre a ser el segundo, esperando a la lógica sanción del ganador, para llevarse el Giro de rebote. Y este año ahondó en su mediocridad, frente a su compañero de equipo, el voluntarioso Cunego, que al menos hizo dos ataques valientes con los que puso en jaque a los líderes.

Sexto fue Hesjedal, que perdió la ventaja conseguida ayer y se queda a treinta segundos de Rodríguez en la general. Sigue siendo el favorito, pero tiene que hacer una buena crono. Detrás entró Gadret, que ha hecho un buen Giro, pero lejos del de 2011, en el que terminó de rebote en el podio. El dúo colombiano del Sky, Urán y Gadret entraron 20 segundos después, confirmando su buena carrera y un gran futuro. El Stelvio era un puerto para ellos, acostumbrados a las grandes alturas, pero todavía son jóvenes y que hayan respondido tan bien a una carrera tan exigente como esta dice mucho de lo que pueden conseguir en años sucesivos.

Y décimo fue Ivan Basso, el gran derrotado de este Giro. El favorito que dirigió la carrera con mano de hierro gracias a su potente equipo, pero fue un mal director. En ningún momento mostró ni la fuerza, ni la calidad, ni la convicción para hacer algo grande. Y tampoco tuvo el Zoncolán, ese puerto que hace caer a los corredores como fruta madura. Basso mostró su decadencia, pero también las debilidades de un corredor gris ascendido a la categoría de estrella por fuerzas ajenas al deporte, o a lo que debería ser el deporte. En su carrera tiene dos Giros, sí, pero también la vergüenza de una sanción por dopaje, además de muchos otros escándalos, como el reparto de cromos con Armstrong en el Tour de 2004, o el intento de venderle una etapa a Gilberto Simoni en el Giro de 2006.

Este Giro termina mañana, y gane Joaquim Rodríguez o gane Ryder Hesjedal, ambos habrán hecho méritos para hacerse con él, aún mostrando tanto uno como otro sus muchas debilidades como corredores de vueltas de tres semanas. A Rodríguez le falta consistencia en la montaña y nivel en la lucha contra el cronómetro. Y a Hesjedal le falta mayor regularidad. La campanada la daría De Gendt con una contrarreloj espectacular, pero dos minutos y veinte segundos son una distancia insalvable. Si fueran 40 o 45 kilómetros sería posible, pero en solo treinta sería difícil incluso para un Evans o un Wiggins. Conseguirá, salvo catástrofe, el tercer lugar del cajón, ante un Scarponi que no lo merece. Treinta segundos los separan. Todos los amantes del ciclismo estarán con el belga, para verlo brillar en el podio de Milán. El Giro debería homenajearle de esa manera, pues gracias a él, esta edición permanecerá en la Historia del Ciclismo.

lunes, 2 de abril de 2012

La leyenda de Tom Boonen


 Ayer Tom Boonen entró en la Historia del ciclismo. Seguramente ya pertenecía a ella, pero ayer sus registros quedaron marcados con letras de oro, al alcanzar esa magnífica cifra de tres victorias en el Tour de Flandes. Con este triunfo, consigue también un triplete inédito, al encadenar el Gran Premio de Harelbeke, la Gante Wevelgem y la gran carrera flamenca en el mismo año. Y además, continúa con la exhibición mostrada por su equipo, el todopoderoso Omega Pharma Quick Step en este inicio de temporada. En las clásicas flamencas están arrasando. Julien Vermote ganó la Driedaagse Van West Vlaanderen (Los tres días de Flandes Occidental), Francesco Chicci consiguió la victoria con autoridad en la Nokere Koerse y repitió dos días después en la Handzame Classic. La Dwars door Vlaanderen (A través de Flandes), una carrera de muchísima más entidad, fue para el holandés Niki Terpstra, tras un ataque gran ataque lejano que no tuvo respuesta, en parte por el gran trabajo que Sylvain Chavanel hizo sobre otros favoritos en un gran estado de forma, como Pozzato o Vanmarcke. Tras las dos victorias de Boonen en Harelbeke y Gante Wevelgem, el francés Chavanel consiguió para el equipo su propia victoria final, al ganar Driedaagse De Panne-Koksijde (Los tres días de La Panne), gracias a su gran prestación el último día en la contrarreloj.

Pero en este equipo que está pasando como una apisonadora por todos los continentes (ganaron en América, Europa y Asia), destaca especialmente Boonen, que ha ganado igualmente en San Luis, en Qatar y, ahora, en Bélgica, en las que posiblemente sean las tres carreras más importantes del calendario flamenco. El año pasado, aunque ganó la Gante Wevelgem, fue bastante desconcertante para él, especialmente en el Tour de Flandes, donde un ataque suyo despertó a la bestia Cancellara, dificultando la victoria en solitario de su compañero Chavanel, finalmente segundo tras Nuyens, en uno de los finales más espectaculares que ha tenido la clásica en los últimos tiempos.

Pese al enorme éxito deportivo del año anterior, la organización sorprendió con un cambio radical en el recorrido. Las dos diferencias más significativas, la eliminación del Muur de Grammont, el punto más mítico y que más público congregaba de toda la carrera, y el cambio en la llegada, pasando de Merbeeke a Oudenaarde. Asimismo, el final se convertía en un circuito con tres pasos por Oudenaarde y otros tantos a los nuevos muros decisivos: el largo Oude Kwaremont, y el corto pero salvaje Paterberg. Personalmente, creo que los cambios han sido demasiado radicales. Han intentado aumentar la dureza de la carrera en los últimos kilómetros, pero eso ha provocado más conservadurismo por parte de los ciclistas. Un deporte más explosivo, sin tantas alternativas como antes. La táctica de todos los equipos fue aguantar en un grupo amplio (de unos 60 kilómetros) hasta los últimos 50 kilómetros, donde Oude Kwaremont y Paterberg, en dos pasos, se convertían en decisivos. Tampoco me gustó mucho la recta de meta. Está claro que cuando llegue un grupo de quince o más corredores puede ser espectacular, ya que una recta de más de un kilómetro puede dar lugar a muchas alternativas, pero el principal problema es que al ser tan larga, en muchas zonas de la llegada apenas hay público y todo es algo desangelado, como si de una carrera secundaria. No tiene la espectacularidad de los últimos metros de Merbeeke, ya que además está demasiado lejos del pueblo de Oudenaarde.

La carrera fue, por tanto, bastante aburrida. El Tour de Flandes corre el riesgo de convertirse en una Lieja-Bastoña-Lieja, donde el trabajo de equipo puede ser efectivo hasta los últimos treinta kilómetros, tal y como sucedió el año anterior con Gilbert y el Lotto. Precisamente fue el valón, ahora en BMC, el primero en realizar un ataque importante. Fue en Hotond, donde tras superar el Kruisberg, intentó la escapada con un grupo. Allí se rompió el pelotón por primera vez. Sin embargo, el grupo se rehizo y en el Oude Kwaremont puso ritmo duro Sep Vanmarcke, que había ganado a Boonen en la Omloop Het Niewsblad y se había mostrado pletórico en A través de Flandes. Los más fuertes se iban hacia adelante. Y allí aparecieron Boonen, Sagan, Ballan, Pozzato. No estaba Cancellara, que antes se había partido la clavícula en el avituallamiento, por culpa de una caída tonta. Lo mismo le pasó a Langeveld, pero en su caso por culpa de un espectador. Vanmarcke, Chavanel y Sagan pusieron el ritmo en el Viejo Kwaremont, dejando claras sus opciones de victoria. En el Paterberg, que tiene una entrada bastante complicada, se fue al suelo Vansummeren. Es lo malo de ir en grupos tan grandes en los momentos decisivos, que luego a la hora de entrar en los estrechos muros, surgen las dificultades. Allí se vieron cortados favoritos como Hushovd (al que no se le veía en forma), Freire, Sagan y muchos otros. Por delante, Vanmarcke y Boonen hacían camino, con un grupo de elegidos. Al final del Paterberg, que son apenos 300 metros, pero la dificultad es enorme, se quedó en tierra de nadie Boasson Hagen, otro de los favoritos, por fondo físico y calidad en el sprint, aunque al noruego le falta mucha experiencia para estas carreras.

Lo mismo le pasó a Sagan, pero el eslovaco, tras un ascenso memorable al Paterberg, donde se vio cortado por la caída, consiguió volver a enlazar con los de delante. Era el grupo de los elegidos, con Boonen, Chavanel, Pozzato, Ballan, Vanmarcke, Vincent Jerome, Paoline y Maxim Iglinsky. Y Sagan. Favoritos como Breschel o Boasson Hagen estaban cortados. Gilbert venía a cuatro minutos en un grupo. Le falta fondo físico al valón, que se nota que sufre a partir de los 200 kilómetros.

Pero el SKy, que tenía por delante a Flecha, sin colaborar, puso a trabajar a todos los corredores que le quedaban para devolver a Boasson Hagen al grupo cabecero. Era su opción clara de triunfo, pues Flecha, veterano y recién salido de una lesión, podía aspirar a un puesto de honor, pero difícilmente batiría a Boonen en igualdad de condiciones. Con Boasson Hagen era igualmente difícil, pero era una carta más clara. En ese grupo de persecución iba también Óscar Freire. El corredor cántabro demostró buena forma el fin de semana anterior en Harelbeke y Gante Wevelgem y podía aspirar a todo en un sprint, tras una carrera larga y dura.

Finalmente, los dos grupos se unieron poco antes de empezar el último ascenso al Oude Kwaremont. Esta subida no tiene los desniveles mareantes de Paterberg, Koppenberg o Kappelmuur, pero son dos kilómetros sobre adoquín. Desde el inicio, Alessandro Ballan puso un ritmo infernal y nadie se atrevió a seguirlo. Era un ataque ganador, poderoso, a falta de 20 kilómetros de meta. El viejo Kwaremont es tan largo que tiene dos secciones de subida divididas por un descanso. Al llegar a este, apareció el gran Filippo Pozzato haciendo su apuesta, con un ataque todavía más explosivo que el de Ballan. Pero a su rueda se pegó Tom Boonen, sabiendo que su ex-compañero y amigo era una rueda buena. Nadie más pudo hacer frente a ese ataque infernal. Ambos se pusieron a la altura de Ballan. Era el grupo de los elegidos. Por detrás venía Peter Sagan en solitario. El eslovaco demostró fuerza y calidad, pero le faltó inteligencia y experiencia, ya que se pasó buena parte de la carrera gastando fuerzas inútiles y en problemas mecánicos. Pero tiene 22 años y en esta edición ya demostró ser de los más fuertes. Las derrotas a esta edad en carreras de este nivel son tan importantes como las victorias en otras carreras. Sagan sigue aprendiendo. El año pasado descubrió el adoquín flamenco y este año ha sido protagonista. Todo el futuro por delante para este corredor espectacular.

Por detrás, venía un grupo intermedio con Paolini, Voeckler, Boasson Hagen o Vanmarcke, que absorvió a Sagan, pero que luego sería engullido por un grupo más amplio. Los de delante ya eran inalcanzables. Quedaba el Paterberg para que los dos italianos, ambos de la zona del Veneto, trataran de minar las fuerzas del imponente Boonen. Y vaya si lo intentaron. En el inicio del Paterberg, parecía que iba a haber tregua, pero Pozzato atacó con fuerza. Ballan le siguió bien a su rueda, pero fue Boonen el que tuvo que retorcerse en la bicicleta. El flamenco estaba al límite, y veía como una pequeña distancia le separaba de la rueda de Ballan. Pero cuando Ballan más sufría, los ciclistas giraron a la carretera. El Paterberg había terminado y Boonen, con enorme dificultad, consiguió aguantar el ritmo de los dos italianos. A partir de ahí, los tres, con 13 kilómetros por delante, colaboraron. Eran los más fuertes y en seguida la distancia se fue por encima de los 50 segundos.

A falta de cuatro kilómetros, Ballan lo intentó en dos ocasiones, pero Boonen salía poderoso a su rueda. Pozzato esperaba. Había dudas de si intentaría un ataque o aguantaría al final para disputarle el sprint al máximo favorito. Boonen era mejor velocista, pero Pozzato era muy rápido y tras 250 kilómetros con tantas exigencias, ser el más rápido en llegadas normales no te garantiza ser el más rápido en el final del Tour de Flandes. Mientras tanto, Ballan lo intentó una vez más, pero no hubo manera. Quedaba la larga recta final de entrada a Oudenaarde, donde los tres ya se dedicaban a observarse. Ballan primero, Boonen segundo y Pozzato cerrando. Finalmente, a falta de 300 metros, Ballan abrió el sprint, pero sin convicción y Boonen, a la distancia justa, lanzó su ataque. Llevaba a Pozzato bien pegado, el italiano esperó, para concentrar su sprint en los últimos metros. Pero remontar la rueda de Boonen fue demasiado para él. El flamenco cruzó la meta en primer lugar y se convirtió en el rey de Flandes, igualando las marcas de aquellos que más victorias consiguieron en De Ronde.

Su victoria la engrandeció Filippo Pozzato, que, al igual que Boonen, también vivió una mala temporada el año pasado, tras problemas con su equipo en aquel momento, el Katusha. Para reencontrarse consigo mismo, el supertalento italiano regreso a casa, a un equipo continental, el Farnese Vini, donde sería indiscutiblemente jefe de filas en todas las clásicas. Y él ha sabido estar a la altura de esta apuesta, siendo con Boonen el más fuerte de la carrera. La trayectoria de ambos ciclistas está unida desde aquella victoria en la Milán San Remo de Pozzato, en la que Boonen, entonces en el mismo equipo, levantó los brazos celebrando la victoria de su compañero. Tras cruzar la meta de Oudenaarde, Pippo fue el primero en felicitar a Boonen. La carrera errática de ambos nos ha impedido vivir más duelos magistrales como el de ayer, aunque quedará para el recuerdo con aquel de la París-Roubaix de 2009 donde Pozzato, tras haber perdido la rueda de Boonen en el Carrefour de l'arbre, por culpa de una temeraria caída de Flecha, inició una persecución de 15 kilómetros sobre Boonen. Durante casi 10 kilómetros la lucha fue tremenda, sin saber muy bien si el italiano cazaría al flamenco. Al final, Boonen se impuso y Pozzato, desfondado, llegó a cincuenta segundos. Esperemos que esta temporada, con los dos al máximo nivel, nos brinden un espectáculo semejante.

Historia complicada, aunque por otras razones, tiene Alessandro Ballan, el tercero en discordia. Su trayectoria en el ciclismo es como una montaña rusa, con dos momentos álgidos. Su victoria en 2007 en el Tour de Flandes y su título de campeón del mundo al año siguiente. Sus victorias no son muchas más, pero sí sus puestos de honor en todas las clásicas de primavera. Sin embargo, su relación con el largo e inacabable proceso de Mantua, que ha salpicado a todos los corredores de la Lampre de los últimos años. Ballan se perdió estas clásicas la temporada pasada por este motivo, tras ser suspendido cautelarmente por el BMC. Investigado por la justicia deportiva y con grandes altibajos en su carrera, el rendimiento de Ballan es siempre una incógnita.

Por detrás, un grupo de 45 corredores se disputó el resto de puestos de honor. Venían protagonistas habituales de los últimos años como Vanmarcke, Van Summeren, Hoste, Flecha o Chavanel. Pero finalmente fue Greg Van Avermaet quien se hizo con el cuarto puesto. El eslovaco Sagan, desfondado, terminó quintó. Terpstra, mostrando su gran estado de forma, hizo sexto, mientras que Paolini, omnipresente durante todo el día y que empezó la recta de meta con ventaja sobre el grupo, fue finalmente absorvido y quedó en séptima posición. El resto de puestos de honor fueron para Voeckler, Breschel y Chavanel, octavo, noveno y décimo respectivamente. El francés estuvo bien y quizás estará mejor dentro de una semana, pero Roubaix quizás sea demasiado para un corredor tan pequeño como él. Su pundonor en todas las carreras que disputa merecería una gran victoria. Ojalá la consiga alguna vez. El danés Breschel, otro que pasó un 2011 terrible, demostró también buenas piernas, mejor que su compañero de equipo, inédito ayer, Lars Boom. Pero la mala suerte se cebó con él, tras verse de lleno involucrado en la caída de Vanmarcke. Y Chavanel cerró el top 10 tras otra gran actuación, poniendo el paso en el Oude Kwaremont (donde realizó su ataque de 100 kilómetros el año pasado, que solo pudo ser reducido por un implacable Cancellara) y saliendo a los cortes. Podría ganar esta carrera, pero estando en el equipo del gran Boonen, lo tiene más difícil. Aún así, Devolder consiguió ganarla en dos ocasiones estando en su misma situación, así que el año que viene volverá a ser favorito.

Freire fue el mejor de los españoles, con un decimosegundo puesto. El cántabro está haciendo una gran temporada, pero le falta una victoria de nivel. Es el año de su despedida del ciclismo profesional, así que dará el máximo en cada carrera. Dentro de una semana volverá a estar delante en Roubaix. Sin duda, los seguidores del ciclismo lamentamos que no fuera mejor arropado en estas carreras cuando corría en la disciplina del Rabobank. Otros dos españoles llegaron en el segundo grupo. Xavier Florencio, renacido en el Katusha (ejem), fue decimoséptimo, mientras que un maltrecho Flecha entró acompañando a su compañero Boasson Hagen. Será en otra ocasión para el Sky.

A pesar de los cambios, se vio una gran carrera. Quizás no tan grande como en otras ocasiones, pero también es cierto que mirabas algo desconcertado a lo que sucedía. Antes te conocías paso a paso los tramos que transitaban y ahora siempre había que consultar el mapa para saber qué toca ahora. El concepto de monumento significa que, al menos, tiene que haber cosas que son intocables. Está claro que la innovación es necesaria, pero hasta cierto punto. Corres el riesgo de desnaturalizar la carrera, como le ha pasado a la Lieja-Bastoña-Lieja. Pero en fin, que el Tour de Flandes ha cambiado a lo largo de los años y seguramente con el tiempo nos acostumbraremos a esta variación, y seguiremos disfrutando de grandes tardes de ciclismo.

miércoles, 21 de marzo de 2012

La Milan San Remo se queda en Australia


El pasado domingo se celebró la Milán-San Remo, una de las mejores clásicas de la temporada. En España, esta carrera centenaria que tiene en su palmarés a los mejores corredores de la Historia, es siempre despreciada con la excusa de que es una carrera "para sprinters", como si ser el mejor velocista del mundo tuviese menos mérito que ser escalador. En este país nuestro siempre se ha llevado el prototipo de ciclista cabestro que sube puertos por lo civil o por lo criminal (ya me entienden), de ahí que en sus 103 ediciones, solo dos ciclistas españoles hayan conseguido la victoria. El resto ni ha podido soñar con ella. Miguel Poblet ganó dos ediciones y quedó segunda en otra, todo en tres años consecutivos, de 1957 a 1959. Casi medio siglo después, el gran Óscar Freire consiguió una victoria agónica ante Erik Zabel, que alzó los brazos antes de tiempo y el cántabro le adelantó en la línea de meta. Fue 2004 y Freire repitió en 2007 y 2010.

La de 2007 fue la última vez en la que la San Remo acabó en la Via Roma. A partir de 2008, debido a unas obras en la avenida que recibía a los corredores, la clásica termina en el más feo Lungomare Italo Calvino, que parece una calle de aparcamientos de un paseo marítimo. Además, protegido a ambos lados por las banderas, da menos luminosidad a la llegada. Este cambio ha provocado también que el recorrido aumente en cuatro kilómetros, lo que hace que haya más terreno llano desde el final de la bajada del Poggio, la última dificultad antes de afrontar la meta. Quizás para compensar esto, la organización ha introducido una ascensión más en la carrera, antes de afrontar las clásicas subidas a la Cipressa y al Poggio. Se trata de La Manie, situada a más de noventa kilómetros de la llegada.

Pero lo que hace a la Milán-San Remo una de las carreras más importantes del año no es la dureza de su recorrido. Es más bien su tradición, la belleza de su recorrido y la extrema competitividad que tiene todos los años. Quizás en los años 90 se volvió una carrera demasiado controlada por los equipos de los velocistas, pero realmente poco importa. Siempre es una carrera bellísima, recorriendo toda la costa italiana, por carreteras serpenteantes que atraviesan pueblos que parecen fortalezas ante el mar. Disfrutas de la manera más inocente, viendo pasar a los ciclistas, cómo los grupos atraviesan esa geografía privilegiada. La longitud (es la carrera profesional más larga) y la velocidad son otros dos factores fundamentales. Solo los más grandes velocistas pueden triunfar. Aquellos que llegan pletóricos tras trescientos kilómetros rodando a una media superior a los 40 kilómetros por hora, siempre rozando las siete horas encima de la bici.

Para esta edición de 2012 había tres corredores en los que fijarse. El gran favorito, Mark Cavendish, que ganó la San Remo en 2009, en su primera participación. Un velocista nato que se ha adaptado poco a poco a situaciones a priori desfavorables para él. Este año incluso ganó una clásica de pavés exigente como la Kuurne-Brussels-Kuurne. Todos se preguntaban si Cavendish, aquel joven llegador que se quedaba en puertos de tercera categoría, estaba empezando a madurar, para convertirse en un ciclista más completo. Sea cual sea la evolución de Cavendish, quedará para otra ocasión el descubrirlo, ya que el corredor de la Isla de Man se desentendió del triunfo en La Manie, quedándose del pelotón. Es un corredor peculiar que funciona también por motivación. Ha ganado tanto que quizás muchas veces no se exija lo suficiente.

Después estaba Vincenzo Nibali, el corredor italiano que todos los tifossi quieren ver ganando esta carrera. Petacchi y Pozzato, los dos últimos italianos en ganar la prueba hace ya demasiado tiempo, también partían con posibilidades, aunque quizás para ambos han pasado ya sus mejores años. En Nibali, los italianos quieren ver a un Chiapucci o incluso a un Gimondi, que gane la San Remo sin esconderse, atacando en el Poggio y aprovechando la dificultad del descenso para presentarse sólo en el Lungomare Italo Calvino. El equipo de Nibali, el Liquigas, contaba también con Peter Sagan, un velocista excepcional en una gran forma. Sin embargo, la idea del equipo era clara. Hacer una carrera dura para complicárselo a los sprinters y después ataque de Nibali en el Poggio. Estaba todo telegrafiado y así fue. Nibali atacó en la parte final del Poggio y el corredor que mejor lo leyó fue Simon Gerrans, que se pasó toda la ascensión pegado a la rueda del italiano, sin dejarle un metro cuando este aceleró. Era un movimiento cantado, pero solo el australiano reaccionó adecuadamente.

El tercer gran protagonista de la San Remo, el suizo Fabian Cancellara, ganador en 2008 y segundo en 2011, no salió rápido a la rueda de Nibali, pero sí aceleró en las últimas rampas de la mítica ascensión para formar un grupo de tres con los otros escapados. Por detrás, los velocistas que más fuerzas tenían debían organizar la persecución: Sagan, Freire, Van Avermaet, Pozzato o el sorprendente Degenkolb, otro corredor que crece a marchas forzadas. Sin embargo, Liquigas, que también contaba con Oss, se debía a su líder Nibali, en una estrategia peligrosa ya que el siciliano era el peor rodador y peor sprinter de los tres de delante. Así que fue el Katusha de Freire, con Paolini y Florencio quien trató de reducir diferencias.

Pero por delante estaba Fabian Cancellara, la locomotora suiza que empezó su habitual exhibición de fuerza. Gerrans soldado a su rueda le dio apenas un corto relevo. Nibali, que bastante tenía con aguantar esa velocidad vertiginosa en un terreno desfavorable, cerraba el grupo. La táctica de Cancellara no existió. Tiró y tiró hacia adelante como si no llevase compañeros. Igual que en el Tour de Flandes del año pasado. Y como en aquella ocasión, se benefició el más inteligente. Simon Gerrans mantuvo la San Remo en manos australianas con una carrera magistral. Tres esfuerzos le bastaron para conseguir la victoria más grande de su carrera y la más grande a la que un corredor de sus características puede aspirar. Primero, pegarse a la rueda de Nibali en el Poggio, sabiendo perfectamente que el italiano lo iba a intentar. Después, no darle un metro a Cancellara en el descenso. Y por último, calcular el momento de lanzar el sprint, sabiendo que era superior a un Nibali inane en las llegadas y a un Cancellara que iba fundido. Fue una victoria justa y realizada desde la estrategia y la lógica, no una exhibición de fuerza bruta, que es a lo que nos acostumbra el ciclismo reciente.

Segundo fue Cancellara, que entró en meta lamentándose, pero realmente su actuación fue una demostración de fuerza sin control. El año pasado fue capaz de ganar al sprint a gente como Gilbert o Pozzato, siendo solo superado por un especialista fuera de su alcance como Goss, así que quizás con una táctica más conservadora e instando a Nibali y a Gerrans a colaborar, hubiera tenido más fuerzas de cara al final. Pero parece que el suizo prefiere perpetuar su imagen de Espartaco, de gladiador que lucha contra los elementos y contra las injusticias, pero como siga por este camino cada vez tendrá más Hushovds y más Gerrans pegados a su rueda.

Nibali se quedó con el tercer puesto. El siciliano mejora cada año sus prestaciones en esta carrera, pero quizás debería darse cuenta de que la victoria en la clásica está lejos de sus posibilidades. Demasiado liviano para llegar en solitario a San Remo y pocas prestaciones como finalizador para ganar a un compañero de fuga. Su equipo debería apostar por Peter Sagan, que es un ciclista con las características perfectas a esta carrera. Fue cuarto al ganar en el sprint del grupo a Degenkolb, Pozzato y Freire, casi nada. Despejó así la mayor duda que podía presentar sus opciones a ganar la carrera: que su juventud y su falta de fondo no le permitieran llegar con fuerzas al final. Degenkolb, quinto, es otro corredor que sale reforzado. El año pasado ganó el gran premio de Frankfurt y dos etapas en la Dauphiné. Tiene 23 años y podría aspirar a ganar esta carrera que su compatriota Erik Zabel consiguió en cuatro ocasiones. El sexto puesto fue para Pozzato, una carrera en la que siempre lo hace bien. Precisamente el año pasado fue en esta carrera donde inició su cuesta abajo que terminó en la peor temporada de su carrera. Ojalá ahora le sirva para salir del bache y veamos al mejor Pozzato. Séptimo fue Freire, que se despidió de su carrera favorita con un nuevo top ten. Salvo en una ocasión (la de la caída el año pasado), siempre ha hecho entre los diez mejores. Claro que lo que corona esa gran estadística son sus tres triunfos.

Con Freire se va un ciclista excepcional. El mejor corredor español tras Miguel Induráin, y sin duda el que más clase ha atesorado. El cántabro asegura que esta será su última temporada, y creo que está bien que así sea. Se va con un palmarés único, con el respeto de todo el pelotón. Quizás la única mancha sea que en este país con tanta afición a los cabestros que suben al monte, no se le ha dado la suficiente trascendencia. Enamorados de los hijos de Eufemiano Fuentes, España se ha olvidado del ciclista que más y mejor ha ganado. Y hablando de otros ciclistas españoles con mayor publicidad, uno se pregunta dónde narices estaban Alejandro Valverde, José Joaquín Rojas, Samuel Sánchez o Luis León Sánchez. Todos ellos con fama de atacantes, de llegadores, de habilidosos e incluso de clasicómanos. Si la leyenda fuese cierta, San Remo sería su territorio ideal. Especialmente vergonzoso lo de Valverde, que este año había derrotado a Gerrans en dos llegadas. Pero las victorias parciales en el Tour Down Under y París-Niza pronto se las llevará el tiempo, la victoria de Gerrans en la Milán-San Remo permanecerá en el tiempo. Es la diferencia entre el ciclismo donde predomina la fuerza bruta y aquel donde lo importante es la estrategia y la inteligencia. Los primeros quieren ganar sin mirar dónde y los segundos tienen el don de la ubicuidad. Valverde se quedó en casa preparando la residual Volta a Catalunya (donde ha hecho el ridículo, por cierto) mientras veía por televisión como el hombre al que enseñó el dorsal en dos ocasiones entraba en la eternidad.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Victoria inesperada de Gianni Meersman


 Al final de la temporada pasada, el histórico equipo Lotto se vio fuertemente golpeado por dos motivos. El primero, que perdía a su mayor patrocinador, Omega Pharma. La empresa farmacéutica pasaba a anunciarse en el maillot del equipo rival, el Quick Step. Y el segundo, la marcha de su máxima estrella y principal razón de ser, Philippe Gilbert, que tras tres años de éxitos con los belgas (dos Giros de Lombardia, dos Amstel Gold Race, una Lieja-Bastoña-Lieja, liderato del Tour, victoria global en el circuito mundial...) se iba al superequipo suizo BMC. El Lotto, cuya tradición había sido siempre la disputa de las clásicas belgas pasaba ahora a ser un equipo cuya máxima aspiración era conseguir una buena clasificación en la general de las grandes vueltas con su otra estrella, Jurgen Van den Broeck, además de los buenos resultados que siempre consigue un llegador tan fiable como Greipel. Pero cualquier buena expectativa sería incapaz de soñar con las dieciséis victorias individuales que cosechó en 2011 Gilbert.

Sin Van den Broeck (VdB) ni Greipel, esta París-Niza se avecinaba nefasta para Lotto. Bien es cierto que venían sin presión, puesto que el sprinter alemán ya ha cosechado cinco victorias en lo que llevamos de campaña (tres en Tour Down Under y dos en Omán), y el equipo había cosechado una buena actuación en el Tour del Algarve, con un cuarto puesto de VdB y una victoria del protagonista de este post, Gianni Meersman. Una victoria transforma cualquier carrera en felicidad, y seguramente para el Lotto pocas carreras este año serán tan felices en este 2012, puesto que ya tienen en su bolsillo una victoria en una carrera del circuito mundial, celebrada en Europa, que es donde se mide la auténtica valía de los equipos. Ayer, Meersman ya fue tercero en un final dificilísimo, por delante de corredores como Luis León Sánchez o Eros Capecchi.

Hoy la etapa aparentemente no era tan difícil, pero de nuevo se corrió a un ritmo muy alto en sus últimos 20 kilómetros. Antes, un grupo con muy buenos corredores como Pierrick Fédrigo o Jean-Christophe Peraud, el prometedor Leigh Howard de GreenEdge, el belga de Lotto de Clerq y el español Luis Ángel Mate, que consiguió hacerse con el liderato de la montaña, gracias a coronar en primera posición los pequeños puertos que se subieron a lo largo de la jornada.

En el pelotón Sky ponía marcheta, pero como la diferencia se fue a los cinco minutos, empezó a entrar Rabobank, en un movimiento que nadie entendió, ya que el final parecía demasiado duro para Renshaw y demasiado blando para Luis León Sánchez. Fue, en cierta manera, el clásico movimiento de equipo que no sabe cuál es su lugar en la carrera, toda vez que perdió sus opciones para la general en la segunda etapa, por no estar atento al corte bueno. Cuando el pelotón tuvo a tiro de piedra a los escapados, se desató una extraña batalla por coger la cabeza. Así los equipos en bloque trataban de llevar a sus líderes a lo más alto del pelotón. Quick Step, Sky, Movistar, Rabobank o Astana se prestaron a ese juego, a más de diez kilómetros de meta. Quién sabe si fue para ensayar, pero allí muchos equipos perdieron efectivos y fuerzas que les hubieran venido bien al final. A falta de 15 para el final, coronando la cota de Aubert les Crès atacó Thomas de Gendt (Vacansoleil), un corredor que venía a disputar la general, tras su brillante actuación el año pasado (victoria de etapa y dos días líder), pero que al igual que muchos otros, sus opciones se evaporaron el segundo día al escapársele el corte bueno en un abanico. Su intención era conseguir los puntos para la clasificación de la montaña, pero una vez coronado decidió seguir adelante con su ataque. Su aventura duró apenas 5 kilómetros, ya que de nuevo las maniobras agresivas del pelotón, sin mucha explicación, redujeron drásticamente las diferencias.

La entrada en Rodez era bastante complicada, llena de rotondas enrevesadas. En una, José Iván Gutiérrez hizo una excursión por una isleta, y allí se pudo ir la temporada de Valverde, que maniobró muy bien para mantenerse sobre la carretera. A falta de seis, en un giro de izquierdas, se iba al suelo Simon Gerrans, perdiendo todas las opciones de cara a la llegada. Mala suerte de nuevo para GreenEdge, que sin embargo se puede consolar con la victoria en la intrascendente contrarreloj por equipos de la Tirreno-Adriático, consiguiendo además para su estrella Matthew Goss el jersey de líder.

A falta de dos kilómetros, el libro de ruta marcaba una cota de medio kilómetro al 8% de desnivel, pero realmente de cota tenía poco y más bien se trataba de la empinada entrada a Rodez, por una carretera muy buena. Allí lanzó un extraño ataque Andreas Kloden. Rara vez se ha visto atacar al alemán, pero quizás su llegada al equipo de los hermanos Schleck hace que tenga que reivindicarse sea como sea. Saltó con mucha fuerza y entró con ventaja al último kilómetro, que también era en subida, lo que hizo que el pelotón rodase mucho más rápido. El Lampre cogió la cabeza y a un lado tenía a Valverde muy bien colocado y por el otro a Xavier Florencio del Katusha recuperando posiciones a muy buena velocidad. Un estrechamiento de la carretera en las últimas curvas dificultó la llegada, retrasando a Valverde. El trabajo del Lampre funcionó bien y Grega Bole llegaba con ventaja al final. Sus rivales parecían Lieuwe Westra y Xavier Florencio, pero el final picaba hacia arriba y pese a que lanzaron el sprint a una distancia muy cerca de meta, se les hizo largo. Por detrás de ellos emergió con fuerza Gianni Meersman, que venció con autoridad. Con tanta que, al revés de lo que le pasó a Boonen en la segunda jornada y a Valverde ayer, el belga pudo alzar los brazos antes de rebasar la línea de llegada.

Segunda victoria para Meersman este año. Un corredor que se pasó cuatro años de absoluta oscuridad en el FDJ, donde solo consiguió dos victorias, todas en el circuito europeo, y no precisamente en las carreras más reconocidas. Con 27 años pasa a un equipo ProTour (el FDJ había dejado de serlo en 2011) y en un mes consigue lo mismo que en sus cuatro años anteriores. Está claro que la necesidad ayuda, y el Lotto está más necesitado que nunca. Meersman es un corredor en progresión y habrá que estar atento a lo que hace este año. Es curioso que su curva de progresión sea similar a la de Gilbert, que también corrió para el FDJ (durante siete temporadas), mejorando año a año sus prestaciones, hasta pasar al Lotto, donde vivió su gran explosión como ciclista. Obviamente, los logros de Meersman son mucho menores, pero está claro que seguiremos oyendo hablar de él.

Nada cambia en la general, salvo unos pocos segundos que consiguió rascar Westra en la general, gracias a su tercera posición. Mañana día decisivo en Mende. Tres puertos de primera sin prácticamente superar nunca los mil metros de altitud. Esto es, alta velocidad, nerviosismo, alternativas y final espectacular. De nuevo, Valverde, Gerrans, Cunego, Capecchi o Roche, favoritos a la victoria.

Tercera victoria de Valverde tras la sanción


Los pronósticos que hacía en mi previa de la prueba se confirmaron y la tercera etapa de la París-Niza fue a parar a Alejandro Valverde. El ciclista sancionado por dos años debido a su implicación en la Operación Puerto ha regresado como se marchó: ganando carreras. El primer día se dejó demasiado tiempo en la contrarreloj (30 segundos en nueve kilómetros), el lunes consiguió meterse en el corte bueno en una etapa llana, pero disputada como la más decisiva. Y ayer venció en la primera llegada en alto en lo que es su especialidad: una subida corta que elimine a los especialistas del sprint para dejarle via libre.

La etapa discurrió con tranquilidad. Una escapada de tres corredores y un pelotón que dejaba hacer. Al Sky le interesaba que los escapados cogieran una buena ventaja, porque así se libraban de preocuparse de las bonificaciones. Está claro que si Valverde quiere ganar esta París-Niza tendrá que coger todas las bonificaciones posibles, porque parece difícil tal y como es el recorrido que el corredor murciano consiga sacar tiempo a Wiggins y Leipheimer. Y necesitará cierta renta para la cronoescalada final. El grupo de tres estaba Michael Morkov, el velocista danés del decadente Saxo Bank, el equipo que sigue siendo ProTour sin ninguna explicación. Eliminado Contador es un equipo a la deriva, sin corredores de nivel y sin objetivos claros. Para mayor desgracia, su segundo mejor corredor, Nick Nuyens se cayó durante la disputa de la etapa y se perderá toda la temporada de clásicas de pavés. Ante este panorama, lo normal sería que la UCI revocara su licencia, que pasaría a Saur o a Project 1t4i. El primero al menos tiene a Jerome Coppel y el segundo cuenta con sprinters de primer nivel como Kittel y Degenkolb.

Precisamente, con Morkov iban representantes de esos dos equipos, como si hubiera una consigna de los directores para saltar a los ataques de los otros equipos, para demostrar que son ellos los que merecen la licencia. Lo comentó el periodista de Teledeporte en el que posiblemente fue la única aportación elaborada de toda la retransmisión, en medio de los chascarrillos habituales de su compañero Pedro Delgado. El totalmente desconocido Roy Curvers (Project 1t4i) y el gigante Jimmy Engoulvent (Saur-Sojasun), junto a Morkov, llegaron a tener 4 minutos respecto al pelotón. A falta de 30 para meta, la diferencia estaba en tres minutos y no se veía reacción en el pelotón, lo que te hacía dudar de si el resto de los equipos tenían pensado luchar por la victoria de etapa, o caerían presos de la táctica del Sky de dejar pasar el tiempo. Finalmente, el Movistar tomó la cabeza del grupo principal y la diferencia comenzó a bajar espectacularmente. Curiosamente, en la pasada edición de la París-Niza, el Movistar se pasó varios finales de etapa tirando del grupo para aspirar a algo con Rojas, un corredor voluntarioso pero, de momento, sin nivel internacional. Cómo cambian las cosas con Valverde. A escasos 15 de meta ya los tenían a tiro de piedra. Omega Pharma Quick Step se puso a colaborar, entre ellos Boonen, exhibiendo (o malgastando) fuerza, como en él es habitual.

Por delante, Engoulvent, el mejor de los tres con gran diferencia, decidió marcharse en solitario. No hubo oposición de sus compañeros. Entonces, durante varios kilómetros fue una persecución Engoulvent-Boonen donde el francés se defendió bastante bien ante uno de los mejores corredores del mundo. Le dio tiempo a coger las bonificaciones del punto intermedio, pero en las inmediaciones de la ascensión final le dieron caza. Quick Step siguió quemando naves, confiando en una victoria de Chavanel. Boonen y Tony Martin, ganador el año pasado que tras perder ayer el corte bueno pasa a ser simple gregario, tiraron del grupo durante la ascensión. Pero la verdad, fue mala táctica para Chavanel, experto en llegadas alborotadas, en improvisaciones. Cuando él tiene que cargar con la responsabilidad, es más difícil.

La subida era tendida y el ritmo de Quick Step y Movistar pronto se relajó, lo que dio oportunidad a un buen ataque de Lagutin.Fue cazado antes del último kilómetro, con el pelotón siempre guardando bien las distancias. Los mil metros finales tenían un par de curvas y mayores cambios de desnivel. Allí entró en cabeza un corredor de Ag2r y otro del Saur. Pero a continuación, y como si fuera gregario de Valverde, venía Xabier Florencio del Katusha tirando del grupo. A su rueda Luis León Sánchez y después Valverde. Los dos murcianos eran los mejor colocados para el sprint, que tardó mucho en lanzarse. Primero fue Luis León, pero su arrancada fue neutralizada por la mucha mayor potencia de Valverde, que en seguida se colocó en cabeza.

Aún así, cuando su victoria parecía clara, apareció por detrás Gerrans como un tiro. El australiano ya había perdido contra Valverde en el Tour Down Under, en la etapa reina con final en Willunga (aunque la general final fue para el corredor local), y realmente parece el único ciclista de GreenEdge capaz de conseguir victorias en este inicio de temporada. La llegada fue apretadísima, ya que Valverde parecía crispado en los últimos metros y Gerrans venía con fuerza. Al final, el español consiguió mantener la ventaja y apuntarse la victoria.

Es la cuarta victoria de Movistar esta temporada. Las dos conseguidas por Valverde en el circuito mundial, otra de Valverde en Andalucía y una más del joven valor colombiano Nairo Quintana en la Vuelta a Murcia. Estas dos últimas le dieron también la clasificación final. Valverde, ese corredor oscuro que todavía se niega a admitir su implicación en la Operación Puerto, yendo en contra de la ciencia y de su propio ADN, vuelve ganando. No es algo bueno para el ciclismo que las pruebas se las disputen estos ciclistas, pero ya se ha vuelto tan habitual que casi ni merece la pena discutirlo, aunque sí señalarlo para que a nadie se le olvide.

Gerrans vuelve a conseguir un segundo puesto para el equipo GreenEDGE. Sus únicas victorias parciales las ha conseguido en los campeonatos nacionales australianos, coto privado del equipo, que colecciona a los mejores ciclistas de ese país. Salvo al mejor de todos, claro, Cadel Evans. GreenEDGE es un equipo levantado por capricho de un millonario australiano y entre sus directores se encuentra el temible Neil Stephens, ex-corredor de ONCE y del Festina del EPO. Casi nada. Sin embargo, esta escuadra huele a desastre este año, ya que el único requisito para formar parte de la formación es ser australiano. Así, encontramos en el grupo gente como Baden Cooke, Julian Dean, Stuart O'Grady o Robbie McEwen, ciclistas que en cualquier otra circunstancia que no fuera la del ciclismo actual, estarían ya más que retirados (por lo civil o lo criminal). Sus esperanzas están depositadas en jóvenes valores como los contrarrelojistas Jack Bobridge (espectacular quinto puesto en el último mundial de la especialidad) y Luke Durbridge; y supertalentos como Matthew Goss, que tendrá que dejarse ver en la Tirreno-Adriático y lo tendrá muy difícil para repetir lo conseguido la pasada temporada (Milán-San Remo y plata en el mundial), o el impulsivo Michael Hepburn, ganador de dos etapas en el último Tour del Porvenir, entre ellas un espectacular sprint en cuesta, venciendo claramente al español Jordi Simón. En esa misma prueba, Hepburn fue expulsado del equipo nacional por mal comportamiento, lo que demuestra su gran personalidad, para lo bueno y para lo malo.

Así que esta temporada, el GreenEDGE tiene como principal espada a Gerrans. Principalmente porque, a sus 31 años, tiene la oportunidad de ser el jefe de filas en las carreras que desee (salvo la Milán-San Remo y otras pruebas de un día que normalmente se deciden al sprint). Así que sus objetivos seguramente serán estas pequeñas vueltas por etapas y las clásicas de las Ardenas, ya que las carreras de tres semanas parecen demasiado para un corredor intermitente como él. El año pasado fue tercero en la Amstel Gold Race, vigésimo segundo en la Flecha Valona, duodécimo en la Lieja-Bastoña-Lieja, undécimo en la Clásica de San Sebastián y segundo en el Gran Premio de Plouay, por lo que parece claro que sus picos de forma serán en abril y en octubre.

Ayer, solo un Valverde a gran nivel pudo ganarle por los pelos, así que en las llegadas difíciles de la París-Niza seguro que vuelve a tener oportunidades. La clasificación se limpió de rodadores y ahora se puede ver claramente quienes disputarán la general final. Wiggins sigue líder con Leipheimer a seis segundos y Van Garderen a once. Chavanel es cuarto, pero supeditado a Leipheimer y con el claro objetivo de ganar una etapa. Monfort está a 18 segundos. Sube bien y es bueno contra el crono, así que ante el descalabro del Radioshack (Andy se retiró por una gastroenteritis), estará motivado. Cuando se descubrió la fusión entre Radioshack y Leopard, mostró su preocupación ante el papel que jugaría en el equipo. Conseguir un podio en París-Niza puede ser una buena forma para reinvindicarse. Valverde ya es sexto a veinte segundos. Tiene por delante dos etapas favorables. La de hoy algo llana, pero con una dificultad final y mañana en Mende. Debe aprovechar las bonificaciones y tratar de distanciar a Wiggins. Necesita al menos 20 segundos sobre él y Leipheimer para tener opciones en la cronoescalada al triunfo final. Aún así, para él es casi tan importante la victoria en cada parcial como la general final. Tras Westra o Rojas, los únicos rodadores que quedan en el top ten, aparecen dos ciclistas con opciones de podio: el esloveno Spilak y el croata Kiserlovski, ambos especialistas en pruebas de una semana.

La jornada de hoy, como ya señalé en la previa, tiene un muro muy duro a dos kilómetros de meta. Quizás no sea muy duro, pero el Movistar debería tratar de seleccionar al máximo el grupo para poder aspirar a una nueva victoria de Valverde y así seguir limando diferencias.

martes, 6 de marzo de 2012

Tirreno-Adriático, una carrera por tierra, mar y aire


Mañana comienza la cuadragésimo quinta edición de la Tirreno Adriático, la vuelta por etapas más importante del inicio de la temporada junto a la París-Niza, que por caprichos del calendario se celebran a la par. Mal negocio para el ciclismo, ya que los mejores corredores del mundo se tienen que dividir en estas dos carreras, así como la atención del espectador, algo que también sucede en junio, cuando, durante un par de días se encadenan Dauphine y Vuelta a Suiza. Quizás conscientes de esto, los organizadores de París-Niza y Tirreno-Adriático, ASO y RCS, respectivamente, han llegado a un pacto: las etapas de la París-Niza, cortas y nerviosas, suelen terminar a eso de las cuatro de la tarde, mientras que en la Tirreno-Adriático se plantean jornadas de enorme kilometraje (en esta edición se superarán los 250 kilómetros un día), en la que los corredores no llegan a la meta pasadas las cinco.

A diferencia de París-Niza, la Tirreno es una carrera más cambiante en su recorrido. Hay ediciones que son totalmente llanas, otras con superetapas de media montaña, difíciles de controlar, pero también puede presentar grandes puertos. De ahí que entre sus ganadores se encuentre gente tan dispar como el orgulloso valón Roger de Vlaeminck, el rodador italiano Francesco Moser, escaladores como el suizo Tony Rominger o los italianos Scarponi y Garzelli, especialistas contrarreloj como Abraham Olano y Fabian Cancellara, finos uphill finishers como Davide Rebellin o Paolo Bettini, especialistas en grandes vueltas como Kloden o Evans, y llegadores de gran clase como Pozzato o Freire. Es una carrera de recorrido imprevisible y cambiante, de etapas con muchas alternativas.

Las últimas temporadas, cuando RCS aún la dirigía el excesivo Angelo Zomegnan, la Tirreno presentó un modelo claro: el modelo Vuelta a Burgos de que la mayoría de las etapas tuviesen una dificultad en forma de muro infranqueable en los últimos kilómetros para que los favoritos se rompiesen las piernas en busca de la victoria. Ciclismo de tres kilómetros, ideal para el prime time. Este año, tras la destitución de Zomegnan, la carrera vuelve a tener algo más de sentido.

No en la primera etapa que, como ya es tradición en muchas carreras españolas e italianas (donde el ciclismo está en franca decadencia), vuelve a ser una inútil contrarreloj por equipos. Esta disciplina, que muchos consideran espectacular, tiene poco valor, incluso podríamos considerar que no es ciclismo de verdad, sino una atracción con bicicletas, dignas de esos criteriums de pueblo que, ante la falta de un velódromo, los ciclistas dan vueltas a una avenida ancha de la ciudad/pueblo. Además, se desnaturaliza la lucha por la victoria de igual a igual, y priva a la carrera de un auténtico líder en la primera etapa. Un líder real, que haya luchado al lado de los más fuertes en su disciplina, por la victoria final. El líder salido de una contrarreloj por equipos, obtiene el jersey como un regalo del equipo, al ser el primero de la escuadra en cruzar la meta.

El segundo día hay una etapa claramente italiana. 230 kilómetros por un territorio seguramente más complicado de lo que muestra la altimetría, y que tiene circuito final por los alrededores de Indicatore, que es donde termina la etapa. Lo más probable es el sprint, pero si hace mal tiempo y los corredores tienen ambición, puede ocurrir cualquier cosa. Más llana y con menos distancia a recorrer es la tercera etapa con final en Terni. La principal atracción del día será el paso por el impresionante lago Trasimeno en las inmediaciones de Peruggia. Como siempre, el ciclismo francés e italiano están muy pendientes del valor patrimonial del ciclismo. Lo espectacular no sólo es la dureza de la carretera, sino también lo que tiene de monumental y fotográfico. Algo en lo que España debe mejorar mucho. El sprint parece cantado en la llegada a Terni, pero también tendrá su dificultad, puesto que en el último kilómetro está señalado un paso por una rotonda, por lo que la colocación será fundamental.

La cuarta será posiblemente la etapa estrella de esta edición de la Tirreno-Adriático. Un impresionante recorrido de 252 kilómetros atravesando toda la región de los Abruzzos, ascendiendo el paso Lanciano (1300 metros de altitud, algo raro en esta prueba) y con final clásico en Chieti, una llegada en continua ascensión durante los últimos diez kilómetros que a falta de dos se convierte en especialmente terroríficos, con tramos del 19% de desnivel. El año pasado ya vimos este espectacular final en Chieti, con victoria para Michele Scarponi. El favorito al inicio era Gilbert, especialista en estas llegadas, pero Scarponi y Cunego pusieron un ritmo infernal desde el inicio de la subida y el belga no pudo seguir su rueda. Solo Evans, a la postre vencedor final tendría piernas para llegar junto a los dos italianos. Sin embargo, la etapa no tenía, ni de lejos, la dureza que encontrarán este año los ciclistas.

Y pese a que esta etapa ya daría para suficiente dureza en esta edición de la prueba, la organización programa otra jornada muy difícil al día siguiente. Una clásica etapa de montaña, con dos puertos encadenados y final en la estación de esquí de Prati di Tivo. Quince kilómetros de ascensión con un desnivel que siempre anda alrededor del 7%. La etapa de nuevo es espectacular también por el escenario, ya que la estación invernal se encuentra en las faldas del Corno Grande, una espectacular estructura rocosa que es el punto más alto de los Apeninos. De nuevo, la grandeza del ciclismo unida a la grandeza geográfica. Esto es diseñar recorridos.

El penúltimo día, una etapa más sencilla alrededor de Offida, una comuna italiana de origen medieval. La etapa no tiene mucho misterio, ya que la mayor parte de su recorrido consiste en un circuito alrededor de este pueblo italiano. Hasta seis pasos por el mismo trazado, dos tercios de la etapa. Una orografía con pequeñas dificultades, lo que lo asemeja a un mundial, aunque con una duración inferior. Y como ya es tradición, en la etapa final se llega a San Benedetto del Tronto, aunque al igual que el año pasado, la llegada masiva es sustituida por una pequeña contrarreloj individual de nueve kilómetros.

Con este recorrido, el favorito vuelve a ser el ganador del año pasado, Cadel Evans. El australiano es el mejor de los favoritos en la contrarreloj, puede disputarle las llegadas en alto a cualquiera (aunque en su equipo contará con su principal rival: Philippe Gilbert), es capaz de seguir el ritmo de los mejores escaladores y tiene un equipo de gala para todos los terrenos. La duda será conocer su nivel competitivo, tras un año espectacular donde ganó Tirreno-Adriático, Tour de Romandia y Tour de Francia. Con 35 años, quizás la mejor versión de Evans se vio el año pasado. Pero un Tour propicio para él puede ser un acicate importante.

Las mejores alternativas al reinado del australiano son los locales Scarponi y Nibali. El primero no cuenta, como el año anterior, con el apoyo de Cunego, que ha preferido la París-Niza (donde ayer un pinchazo y un corte lo alejó por completo de la general), pero la llegada a Prati di Tivo le será favorable para sacar tiempo en una etapa de montaña, más allá de las bonificaciones y llegar con un margen a la contrarreloj del último día. Nibali presenta más regularidad que Scarponi en todos los terrenos y su victoria en la etapa reina del Tour de Omán le vendrá bien para la moral, ya que es un corredor poco acostumbrado a ganar en alto. El tercer italiano con opciones, por decir algo, es Stefano Garzelli, vencedor hace dos años y que se resiste a retirarse, para vergüenza del ciclismo. Por características similares, podríamos meter en este bloque a Joaquim Rodríguez, que vuelve a la carrera tras perdérsela el año pasado por una lesión en la rodilla (brilló en 2010 con una victoria en Montelupone), y también el oscuro colombiano Fabio Duarte, que siempre desaparece "misteriosamente" de las carreras a mitad de su transcurso...

En un tercer grupo de favoritos, los jóvenes aspirantes. En primer lugar, y por derecho en cuanto a victorias de nivel, el checo Roman Kreuziger. El corredor de Astana quizás tuvo un 2011 algo decepcionante. Fue el mejor joven del Giro de Italia, pero quizás su progresión no ha ido a más desde que despuntara en el 2007 y el 2008. Sin embargo, a lo largo de sus cinco años en la élite con tan solo 26 años (dejando su primera temporada como neo en 2006), sigue siendo un valor de futuro. Además, su rendimiento sube cuando corre en suelo italiano. El checo ha conseguido una única victoria de etapa en los cinco años que señalaba antes. Tres veces en Italia y dos en Suiza, con lo que está claro en qué parte de Europa se desenvuelve mejor. El año pasado ganó la etapa reina del Giro del Trentino, con final en Madonna di Campiglio. Con gran nivel en contrarreloj y en montaña, este debe ser el año en el que Kreuziger demuestre todo su valor o quede como una eterna promesa más.

Un año mayor que Kreuziger, con menos pedrigí e igual proyección, está Peter Velits. El eslovaco se hizo visible al mundo ciclista en 2008, cuando coronó en solitario la Croix de Fer en la etapa reina del Tour de Francia, con final en el Alpe D'Huez (donde venció Carlos Sastre para llevarse la carrera). Volvió el año siguiente e hizo trigésimo en la general, además de dejarse ver en la Vuelta a Suiza y en la Clásica de San Sebastián. Fue 2010 su año clave, con un gran tercer puesto en una Vuelta a España para escaladores. Pese a todo, un especialista contra el reloj como él supo manejarse en la montaña y arrasar en la contrarreloj de Peñafiel, donde ganó a los mejores especialistas del mundo: Menchov, Cancellara y Larsson. Y con meses de retraso, la expulsión del dopado tramposo de Mosquera, le dio un merecidísimo segundo puesto. Con esto, su 2011 se prometía grandioso, pero al igual que con Kreuziger, no cumplió las expectativas. Pero si en el caso del checo se puede deber a un problema de las capacidades del propio ciclista, para el eslovaco Velits las razones parecen estar también en la mala gestión de su antiguo equipo, el extinto Columbia, que pretendía que Velits, su hombre en la general, formase parte del tren de Cavendish. La estrategia le salió bien al equipo, ya que Cavendish logró un montón de victorias, pero eso redujo las posibilidades de su mejor corredor para la clasificación. Pese a todo, Velits hizo decimonoveno, quedando además cuarto en la etapa de Alpe d'Huez. Este año está en un equipo más veterano como Omega Pharma Quick Step, que de todas formas siempre ha fracasado en sus intentos de asalto a las generales de las grandes vueltas. Compartirá galones con un veterano como Levi Leipheimer, pero en la Tirreno tiene vía libre, con un equipo de rodadores y velocistas. Este año ya ganó el Tour de Omán, así que viene con moral y con serias opciones para la general de esta vuelta.

Y el tercero en discordia es el más joven de todos, el holandés Steven Kruijswijk, otro corredor que vive un idilio con Italia, puesto que es en el Giro donde ha conseguido sus grandes resultados. Fue decimoctavo con 23 años, en la temporada de su debut en el circuito mundial, y el año pasado consiguió quedar noveno con una actuación muy espectacular. Un mes después conseguiría su primera victoria World Tour en la Vuelta a Suiza. El Rabobank, sin Gesink, tendrá en Kruijswijk a su único líder.

El resto de participantes son incógnitas. Ni los equipos franceses ni los italianos continentales traen gente para la general. El GreenEdge viene con un equipo de velocistas de calidad (Goss y Langeveld) y a la espera de lo que pueda hacer Cameron Meyer. Garmin y Sky pretenderán cazar alguna improbable llegada masiva con Farrar y Cavendish respectivamente, aunque en Sky tienen la baza de Lovkvist, que el año pasado fue décimo en esta misma carrera. Otro sueco que en 2011 cuajó una temporada interesante fue Kessiakoff, aunque en su equipo estará Kreuziger por delante. Vacansoleil presenta también un bloque sólido con Hoogerland, Devolder, Poels y Marcato. Los dos últimos se desenvuelven bien en carreras de una semana, así que tendrán opciones de hacer algo en la general si se ven en carrera. El holandés Poels casi le birla el año pasado a Gilbert la victoria en Castelraimondo.

Tampoco me olvido de Radioshack, que viene con un equipo funesto, lleno de veteranos y con la esperanza de que Cancellara gane la contrarreloj como hizo el año pasado. También está el temible Horner, que con 41 años y el currículum más sospechoso que un deportista pueda tener, viene dispuesto a todo. El año pasado se salió y amenazaba seriamente (al ciclismo mundial) con hacer algo grande en el Tour de Francia, pero una oportuna caída en la séptima etapa nos libró de semejante vergüenza. Lo normal es que a sus 41 años no pueda repetir lo del año pasado, pero como todo en la vida de este ciclista ha sido anormal, no hay que descartar nada. De estar como el año pasado, es máximo favorito a llevarse la general final.

En cuanto a los españoles, la dupla de amigos del Katusha, Joaquim Rodríguez y Dani Moreno, son los que más oportunidades tienen de brillar. En el equipo ruso les acompaña este año Freire, que buscará alguna llegada masiva. Y dada la dureza de las etapas llanas, podrá disputarles las volatas a los más jóvenes Greipel, Farrar o Cavendish, o al veteranísimo Petacchi, otro corredor que haría mejor en retirarse.

En el Euskaltel aparece Mikel Landa en medio de clásicos como Gorka Verdugo, Egoi Martinez o Amets Txurruka. El joven talento de la cantera vasca ganó el año pasado en la Laguna de Neila con 22 años a veteranos como Joaquim Rodríguez o Juanjo Cobo. Corre sin presión, pero lo demostrado el año pasado en la Vuelta a Burgos da lugar a la esperanza. El Movistar está capitaneado por Beñat Intxausti, también salido de Euskaltel, que tuvo un 2011 marcado por la mala suerte y las lesiones. En el equipo está Visconti, el fichaje de Movistar, sin muchas opciones de victoria de etapa; la calidad y fiabilidad del portugués Rui Costa; y los jóvenes Amador y Madrazo, que ya acudieron a la edición anterior de la carrera con resultados esperanzadores.

En definitiva, otros siete días (seis si quitamos la estúpida contrarreloj por equipos del primer día) de ciclismo de primer nivel internacional, con una participación espectacular, un recorrido variado y digno de una gran vuelta, y un paisaje espectacular que hará disfrutar del visionado, sea cual sea el devenir de la carrera. Tierra, mar y aire en su más bella expresión, para la carrera de los dos mares.

lunes, 5 de marzo de 2012

Viento y lluvia camino de Orléans



Decía ayer que la etapa de hoy sería probablemente la única llegada masiva en esta carrera. Se avecinaba una etapa lenta, con una escapada débil de ciclistas franceses y un sprint controlado por los mejores equipos del pelotón. Pero sin Cavendish, Greipel, Goss y otros grandes velocistas en la prueba, es más difícil organizar un pelotón. Y cuando se disputa una etapa a tan poca altura, siempre aparece el peligro del viento. Y efectivamente, a la mínima que hubo un intento por provocar un corte en el pelotón, este se desgajó y no se volvió a unir. La carrera rota en el primer día. Por delante, un bloque importante del mejor equipo de este inicio de campaña, el Omega Pharma Quick Step, con el ídolo local Chavanel, Tom Boonen y uno de los máximos favoritos de cara a la general, Levi Leipheimer. Por el Sky, Wiggins, que a la postre sería el nuevo líder, y Geraint Thomas. De BMC dos jóvenes y prometedores rodadores, Taylor Phinney y, sobre todo, Tejay Van Garderen. Katusha tenía también a dos, Ángel Vicioso y Simon Spilak, que ahora se mete de lleno en la general. De perfil similar eran los dos representantes de Astana: Gavazzi para una eventual llegada al sprint y Robert Kiserlovski con aspiraciones de hacer algo en la general. Y de Garmin, el alemán Andreas Klier y el belga Sep Vanmarcke, quizás soñando con derrotar a Boonen de nuevo. El grupo lo completaban Monfort de un derrotado Radioshack, Degenkolb del Project 1t4i, con claras opciones de victoria; Lieuwe Westra del Vacansoleil; y dos franceses, Ravard del Ag2r y Jeannesson de FDJ. La representación española, amén de Vicioso, estaba formada por dos corredores de Movistar, Alejandro Valverde y José Joaquín Rojas, al igual que el caso de Omega Pharma, Astana o Katusha, un perfil muy claro: un hombre para la general y otro para la etapa.

El grupo pronto cogió una importante ventaja de dos minutos y veinte segundos que se mantendría a lo largo de toda la etapa. Los favoritos que no estaban delante quedan descartados para la general. Basso, Kloden, Menchov, Tony Martin, Nicolas Roche, Jerome Coppel, Rein Taaramae o Simon Gerrans quedan fuera de combate. Muy mal para los equipos franceses, que no pudieron estar delante. Y lo mismo para dos super equipos como Radioshack y GreenEdge. Ambos llegan a París-Niza con victorias (el primero gracias a Cancellara en la Strade Bianche y el segundo con la general de Tour Down Under), pero queda en mal lugar su propia estrategia.

La etapa no tuvo mucha más miga ni varaciones. Se estaba corriendo a muchísima velocidad. Cuarenta y dos kilómetros de media para un inicio de temporada es bastante y más para una vuelta por etapas. Además, primero el viento y luego la lluvia hicieron durísimo el recorrido, que transcurrió por las bellas carreteras comarcales francesas. Sin público por el mal tiempo, pero con un encanto difícil de igualar. Sorprendió que en el grupo de delante ningún corredor intentase un corte o un ataque cerca de meta. Solo Westra a tres de meta, pero fue fácilmente neutralizado por Chavanel. Con lo dura que estaba siendo la etapa, un buen ataque podía dar la victoria en un grupo con demasiados jefes de filas, demasiados sprinters y no muchos trabajadores. Los franceses o el dúo del Katusha deberían haber intentado algo.

Así se llegó al sprint. El gran favorito era Boonen, que ya ha tenido varias victorias este año. Sus principales rivales eran Degenkolb y Rojas. El primero ya sabe lo que es ganar en competiciones ProTour, con dos etapas en Dauphiné; y Rojas es especialista en quedar segundo, pero yendo a rueda todo el día y en un grupo pequeño podía tener sus opciones. Gavazzi y Vicioso eran otras opciones. Y por resistencia y calidad, acompañada de una buena punta de velocidad, tampoco se podía descartar a Geraint Thomas y a Sep Vanmarcke, que como ya señalaba anteriormente, había ganado a Boonen hace poco más de una semana en un final muy favorable para el corredor de Omega Pharma.

Dentro del último kilómetro, una glorieta complicada permitió a Vanmarcke lograr una pequeña ventaja. Sin embargo, Ravard salió a su rueda llevando al grupo. De este emergió Maes, el gregario de Boonen, que llevaba a su jefe pegado a su rueda. El sprint iba a ser franco en la recta de meta. Boonen no se quiso precipitar como le ocurrió en Gante contra Vanmarcke, así que el primero en lanzar el sprint fue Degenkolb. Pero Boonen estuvo atento y sin ir a su rueda, le adelantó sin problemas y se adjudicó la victoria. Segundo fue Rojas, que sobrepasó a Degenkolb siguiendo la línea de Boonen, aún sin inquietarlo en ningún momento. Tercero fue el alemán. Cuarto Vanmarcke y quinto Gavazzi.

En la general, Wiggins pasa a ser el nuevo líder. Además de ser el mejor colocado en la general, consiguió unos segundos de bonificación en el paso intermedio. Así pues, segundo es Leipheimer a seis segundos. Después Boonen, que no cuenta para la general, y luego Van Garderen, Chavanel y Monfort, entre los 10 y 20 segundos de retraso. Aún sin ser tan favoritos como Wiggins y Leipheimer, son favoritos al podio. El francés Chavanel tendrá el handicap de tener por delante a un compañero, pero estando en casa seguramente intente algo. Más lejos, aunque con claras opciones de victoria final, está Alejandro Valverde. Situado a 30 segundos de Wiggins cuenta con la ventaja de las bonificaciones en meta. Teniendo en cuenta que ahora tiene tres etapas que le pueden ser muy favorables, sus opciones son claras. Su problema será la cronoescalada del último día.

Así, a pesar de que muchos favoritos han quedado descartados, nos encontramos aún con varios corredores con opciones de ganar la París-Niza. La mayoría quizás no puedan hacer mucho más allá de esperar la cronoescalada final a Eze, o en el caso de Valverde jugárselo en los difíciles finales que tendrá de aquí al domingo, pero también habrá que estar atento a las apuestas que puedan hacer Monfort, Kiserlovski y Spilak, dos corredores de gran nivel, pero que en las grandes ocasiones les ha faltado un poco de personalidad. Están ante su gran oportunidad. Lo mismo para el francés Jeanesson, que ante el más que probable papel como gregario de Chavanel, es la única esperanza que les queda a los franceses de conseguir una buena plaza en la general.