miércoles, 21 de marzo de 2012

La Milan San Remo se queda en Australia


El pasado domingo se celebró la Milán-San Remo, una de las mejores clásicas de la temporada. En España, esta carrera centenaria que tiene en su palmarés a los mejores corredores de la Historia, es siempre despreciada con la excusa de que es una carrera "para sprinters", como si ser el mejor velocista del mundo tuviese menos mérito que ser escalador. En este país nuestro siempre se ha llevado el prototipo de ciclista cabestro que sube puertos por lo civil o por lo criminal (ya me entienden), de ahí que en sus 103 ediciones, solo dos ciclistas españoles hayan conseguido la victoria. El resto ni ha podido soñar con ella. Miguel Poblet ganó dos ediciones y quedó segunda en otra, todo en tres años consecutivos, de 1957 a 1959. Casi medio siglo después, el gran Óscar Freire consiguió una victoria agónica ante Erik Zabel, que alzó los brazos antes de tiempo y el cántabro le adelantó en la línea de meta. Fue 2004 y Freire repitió en 2007 y 2010.

La de 2007 fue la última vez en la que la San Remo acabó en la Via Roma. A partir de 2008, debido a unas obras en la avenida que recibía a los corredores, la clásica termina en el más feo Lungomare Italo Calvino, que parece una calle de aparcamientos de un paseo marítimo. Además, protegido a ambos lados por las banderas, da menos luminosidad a la llegada. Este cambio ha provocado también que el recorrido aumente en cuatro kilómetros, lo que hace que haya más terreno llano desde el final de la bajada del Poggio, la última dificultad antes de afrontar la meta. Quizás para compensar esto, la organización ha introducido una ascensión más en la carrera, antes de afrontar las clásicas subidas a la Cipressa y al Poggio. Se trata de La Manie, situada a más de noventa kilómetros de la llegada.

Pero lo que hace a la Milán-San Remo una de las carreras más importantes del año no es la dureza de su recorrido. Es más bien su tradición, la belleza de su recorrido y la extrema competitividad que tiene todos los años. Quizás en los años 90 se volvió una carrera demasiado controlada por los equipos de los velocistas, pero realmente poco importa. Siempre es una carrera bellísima, recorriendo toda la costa italiana, por carreteras serpenteantes que atraviesan pueblos que parecen fortalezas ante el mar. Disfrutas de la manera más inocente, viendo pasar a los ciclistas, cómo los grupos atraviesan esa geografía privilegiada. La longitud (es la carrera profesional más larga) y la velocidad son otros dos factores fundamentales. Solo los más grandes velocistas pueden triunfar. Aquellos que llegan pletóricos tras trescientos kilómetros rodando a una media superior a los 40 kilómetros por hora, siempre rozando las siete horas encima de la bici.

Para esta edición de 2012 había tres corredores en los que fijarse. El gran favorito, Mark Cavendish, que ganó la San Remo en 2009, en su primera participación. Un velocista nato que se ha adaptado poco a poco a situaciones a priori desfavorables para él. Este año incluso ganó una clásica de pavés exigente como la Kuurne-Brussels-Kuurne. Todos se preguntaban si Cavendish, aquel joven llegador que se quedaba en puertos de tercera categoría, estaba empezando a madurar, para convertirse en un ciclista más completo. Sea cual sea la evolución de Cavendish, quedará para otra ocasión el descubrirlo, ya que el corredor de la Isla de Man se desentendió del triunfo en La Manie, quedándose del pelotón. Es un corredor peculiar que funciona también por motivación. Ha ganado tanto que quizás muchas veces no se exija lo suficiente.

Después estaba Vincenzo Nibali, el corredor italiano que todos los tifossi quieren ver ganando esta carrera. Petacchi y Pozzato, los dos últimos italianos en ganar la prueba hace ya demasiado tiempo, también partían con posibilidades, aunque quizás para ambos han pasado ya sus mejores años. En Nibali, los italianos quieren ver a un Chiapucci o incluso a un Gimondi, que gane la San Remo sin esconderse, atacando en el Poggio y aprovechando la dificultad del descenso para presentarse sólo en el Lungomare Italo Calvino. El equipo de Nibali, el Liquigas, contaba también con Peter Sagan, un velocista excepcional en una gran forma. Sin embargo, la idea del equipo era clara. Hacer una carrera dura para complicárselo a los sprinters y después ataque de Nibali en el Poggio. Estaba todo telegrafiado y así fue. Nibali atacó en la parte final del Poggio y el corredor que mejor lo leyó fue Simon Gerrans, que se pasó toda la ascensión pegado a la rueda del italiano, sin dejarle un metro cuando este aceleró. Era un movimiento cantado, pero solo el australiano reaccionó adecuadamente.

El tercer gran protagonista de la San Remo, el suizo Fabian Cancellara, ganador en 2008 y segundo en 2011, no salió rápido a la rueda de Nibali, pero sí aceleró en las últimas rampas de la mítica ascensión para formar un grupo de tres con los otros escapados. Por detrás, los velocistas que más fuerzas tenían debían organizar la persecución: Sagan, Freire, Van Avermaet, Pozzato o el sorprendente Degenkolb, otro corredor que crece a marchas forzadas. Sin embargo, Liquigas, que también contaba con Oss, se debía a su líder Nibali, en una estrategia peligrosa ya que el siciliano era el peor rodador y peor sprinter de los tres de delante. Así que fue el Katusha de Freire, con Paolini y Florencio quien trató de reducir diferencias.

Pero por delante estaba Fabian Cancellara, la locomotora suiza que empezó su habitual exhibición de fuerza. Gerrans soldado a su rueda le dio apenas un corto relevo. Nibali, que bastante tenía con aguantar esa velocidad vertiginosa en un terreno desfavorable, cerraba el grupo. La táctica de Cancellara no existió. Tiró y tiró hacia adelante como si no llevase compañeros. Igual que en el Tour de Flandes del año pasado. Y como en aquella ocasión, se benefició el más inteligente. Simon Gerrans mantuvo la San Remo en manos australianas con una carrera magistral. Tres esfuerzos le bastaron para conseguir la victoria más grande de su carrera y la más grande a la que un corredor de sus características puede aspirar. Primero, pegarse a la rueda de Nibali en el Poggio, sabiendo perfectamente que el italiano lo iba a intentar. Después, no darle un metro a Cancellara en el descenso. Y por último, calcular el momento de lanzar el sprint, sabiendo que era superior a un Nibali inane en las llegadas y a un Cancellara que iba fundido. Fue una victoria justa y realizada desde la estrategia y la lógica, no una exhibición de fuerza bruta, que es a lo que nos acostumbra el ciclismo reciente.

Segundo fue Cancellara, que entró en meta lamentándose, pero realmente su actuación fue una demostración de fuerza sin control. El año pasado fue capaz de ganar al sprint a gente como Gilbert o Pozzato, siendo solo superado por un especialista fuera de su alcance como Goss, así que quizás con una táctica más conservadora e instando a Nibali y a Gerrans a colaborar, hubiera tenido más fuerzas de cara al final. Pero parece que el suizo prefiere perpetuar su imagen de Espartaco, de gladiador que lucha contra los elementos y contra las injusticias, pero como siga por este camino cada vez tendrá más Hushovds y más Gerrans pegados a su rueda.

Nibali se quedó con el tercer puesto. El siciliano mejora cada año sus prestaciones en esta carrera, pero quizás debería darse cuenta de que la victoria en la clásica está lejos de sus posibilidades. Demasiado liviano para llegar en solitario a San Remo y pocas prestaciones como finalizador para ganar a un compañero de fuga. Su equipo debería apostar por Peter Sagan, que es un ciclista con las características perfectas a esta carrera. Fue cuarto al ganar en el sprint del grupo a Degenkolb, Pozzato y Freire, casi nada. Despejó así la mayor duda que podía presentar sus opciones a ganar la carrera: que su juventud y su falta de fondo no le permitieran llegar con fuerzas al final. Degenkolb, quinto, es otro corredor que sale reforzado. El año pasado ganó el gran premio de Frankfurt y dos etapas en la Dauphiné. Tiene 23 años y podría aspirar a ganar esta carrera que su compatriota Erik Zabel consiguió en cuatro ocasiones. El sexto puesto fue para Pozzato, una carrera en la que siempre lo hace bien. Precisamente el año pasado fue en esta carrera donde inició su cuesta abajo que terminó en la peor temporada de su carrera. Ojalá ahora le sirva para salir del bache y veamos al mejor Pozzato. Séptimo fue Freire, que se despidió de su carrera favorita con un nuevo top ten. Salvo en una ocasión (la de la caída el año pasado), siempre ha hecho entre los diez mejores. Claro que lo que corona esa gran estadística son sus tres triunfos.

Con Freire se va un ciclista excepcional. El mejor corredor español tras Miguel Induráin, y sin duda el que más clase ha atesorado. El cántabro asegura que esta será su última temporada, y creo que está bien que así sea. Se va con un palmarés único, con el respeto de todo el pelotón. Quizás la única mancha sea que en este país con tanta afición a los cabestros que suben al monte, no se le ha dado la suficiente trascendencia. Enamorados de los hijos de Eufemiano Fuentes, España se ha olvidado del ciclista que más y mejor ha ganado. Y hablando de otros ciclistas españoles con mayor publicidad, uno se pregunta dónde narices estaban Alejandro Valverde, José Joaquín Rojas, Samuel Sánchez o Luis León Sánchez. Todos ellos con fama de atacantes, de llegadores, de habilidosos e incluso de clasicómanos. Si la leyenda fuese cierta, San Remo sería su territorio ideal. Especialmente vergonzoso lo de Valverde, que este año había derrotado a Gerrans en dos llegadas. Pero las victorias parciales en el Tour Down Under y París-Niza pronto se las llevará el tiempo, la victoria de Gerrans en la Milán-San Remo permanecerá en el tiempo. Es la diferencia entre el ciclismo donde predomina la fuerza bruta y aquel donde lo importante es la estrategia y la inteligencia. Los primeros quieren ganar sin mirar dónde y los segundos tienen el don de la ubicuidad. Valverde se quedó en casa preparando la residual Volta a Catalunya (donde ha hecho el ridículo, por cierto) mientras veía por televisión como el hombre al que enseñó el dorsal en dos ocasiones entraba en la eternidad.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Victoria inesperada de Gianni Meersman


 Al final de la temporada pasada, el histórico equipo Lotto se vio fuertemente golpeado por dos motivos. El primero, que perdía a su mayor patrocinador, Omega Pharma. La empresa farmacéutica pasaba a anunciarse en el maillot del equipo rival, el Quick Step. Y el segundo, la marcha de su máxima estrella y principal razón de ser, Philippe Gilbert, que tras tres años de éxitos con los belgas (dos Giros de Lombardia, dos Amstel Gold Race, una Lieja-Bastoña-Lieja, liderato del Tour, victoria global en el circuito mundial...) se iba al superequipo suizo BMC. El Lotto, cuya tradición había sido siempre la disputa de las clásicas belgas pasaba ahora a ser un equipo cuya máxima aspiración era conseguir una buena clasificación en la general de las grandes vueltas con su otra estrella, Jurgen Van den Broeck, además de los buenos resultados que siempre consigue un llegador tan fiable como Greipel. Pero cualquier buena expectativa sería incapaz de soñar con las dieciséis victorias individuales que cosechó en 2011 Gilbert.

Sin Van den Broeck (VdB) ni Greipel, esta París-Niza se avecinaba nefasta para Lotto. Bien es cierto que venían sin presión, puesto que el sprinter alemán ya ha cosechado cinco victorias en lo que llevamos de campaña (tres en Tour Down Under y dos en Omán), y el equipo había cosechado una buena actuación en el Tour del Algarve, con un cuarto puesto de VdB y una victoria del protagonista de este post, Gianni Meersman. Una victoria transforma cualquier carrera en felicidad, y seguramente para el Lotto pocas carreras este año serán tan felices en este 2012, puesto que ya tienen en su bolsillo una victoria en una carrera del circuito mundial, celebrada en Europa, que es donde se mide la auténtica valía de los equipos. Ayer, Meersman ya fue tercero en un final dificilísimo, por delante de corredores como Luis León Sánchez o Eros Capecchi.

Hoy la etapa aparentemente no era tan difícil, pero de nuevo se corrió a un ritmo muy alto en sus últimos 20 kilómetros. Antes, un grupo con muy buenos corredores como Pierrick Fédrigo o Jean-Christophe Peraud, el prometedor Leigh Howard de GreenEdge, el belga de Lotto de Clerq y el español Luis Ángel Mate, que consiguió hacerse con el liderato de la montaña, gracias a coronar en primera posición los pequeños puertos que se subieron a lo largo de la jornada.

En el pelotón Sky ponía marcheta, pero como la diferencia se fue a los cinco minutos, empezó a entrar Rabobank, en un movimiento que nadie entendió, ya que el final parecía demasiado duro para Renshaw y demasiado blando para Luis León Sánchez. Fue, en cierta manera, el clásico movimiento de equipo que no sabe cuál es su lugar en la carrera, toda vez que perdió sus opciones para la general en la segunda etapa, por no estar atento al corte bueno. Cuando el pelotón tuvo a tiro de piedra a los escapados, se desató una extraña batalla por coger la cabeza. Así los equipos en bloque trataban de llevar a sus líderes a lo más alto del pelotón. Quick Step, Sky, Movistar, Rabobank o Astana se prestaron a ese juego, a más de diez kilómetros de meta. Quién sabe si fue para ensayar, pero allí muchos equipos perdieron efectivos y fuerzas que les hubieran venido bien al final. A falta de 15 para el final, coronando la cota de Aubert les Crès atacó Thomas de Gendt (Vacansoleil), un corredor que venía a disputar la general, tras su brillante actuación el año pasado (victoria de etapa y dos días líder), pero que al igual que muchos otros, sus opciones se evaporaron el segundo día al escapársele el corte bueno en un abanico. Su intención era conseguir los puntos para la clasificación de la montaña, pero una vez coronado decidió seguir adelante con su ataque. Su aventura duró apenas 5 kilómetros, ya que de nuevo las maniobras agresivas del pelotón, sin mucha explicación, redujeron drásticamente las diferencias.

La entrada en Rodez era bastante complicada, llena de rotondas enrevesadas. En una, José Iván Gutiérrez hizo una excursión por una isleta, y allí se pudo ir la temporada de Valverde, que maniobró muy bien para mantenerse sobre la carretera. A falta de seis, en un giro de izquierdas, se iba al suelo Simon Gerrans, perdiendo todas las opciones de cara a la llegada. Mala suerte de nuevo para GreenEdge, que sin embargo se puede consolar con la victoria en la intrascendente contrarreloj por equipos de la Tirreno-Adriático, consiguiendo además para su estrella Matthew Goss el jersey de líder.

A falta de dos kilómetros, el libro de ruta marcaba una cota de medio kilómetro al 8% de desnivel, pero realmente de cota tenía poco y más bien se trataba de la empinada entrada a Rodez, por una carretera muy buena. Allí lanzó un extraño ataque Andreas Kloden. Rara vez se ha visto atacar al alemán, pero quizás su llegada al equipo de los hermanos Schleck hace que tenga que reivindicarse sea como sea. Saltó con mucha fuerza y entró con ventaja al último kilómetro, que también era en subida, lo que hizo que el pelotón rodase mucho más rápido. El Lampre cogió la cabeza y a un lado tenía a Valverde muy bien colocado y por el otro a Xavier Florencio del Katusha recuperando posiciones a muy buena velocidad. Un estrechamiento de la carretera en las últimas curvas dificultó la llegada, retrasando a Valverde. El trabajo del Lampre funcionó bien y Grega Bole llegaba con ventaja al final. Sus rivales parecían Lieuwe Westra y Xavier Florencio, pero el final picaba hacia arriba y pese a que lanzaron el sprint a una distancia muy cerca de meta, se les hizo largo. Por detrás de ellos emergió con fuerza Gianni Meersman, que venció con autoridad. Con tanta que, al revés de lo que le pasó a Boonen en la segunda jornada y a Valverde ayer, el belga pudo alzar los brazos antes de rebasar la línea de llegada.

Segunda victoria para Meersman este año. Un corredor que se pasó cuatro años de absoluta oscuridad en el FDJ, donde solo consiguió dos victorias, todas en el circuito europeo, y no precisamente en las carreras más reconocidas. Con 27 años pasa a un equipo ProTour (el FDJ había dejado de serlo en 2011) y en un mes consigue lo mismo que en sus cuatro años anteriores. Está claro que la necesidad ayuda, y el Lotto está más necesitado que nunca. Meersman es un corredor en progresión y habrá que estar atento a lo que hace este año. Es curioso que su curva de progresión sea similar a la de Gilbert, que también corrió para el FDJ (durante siete temporadas), mejorando año a año sus prestaciones, hasta pasar al Lotto, donde vivió su gran explosión como ciclista. Obviamente, los logros de Meersman son mucho menores, pero está claro que seguiremos oyendo hablar de él.

Nada cambia en la general, salvo unos pocos segundos que consiguió rascar Westra en la general, gracias a su tercera posición. Mañana día decisivo en Mende. Tres puertos de primera sin prácticamente superar nunca los mil metros de altitud. Esto es, alta velocidad, nerviosismo, alternativas y final espectacular. De nuevo, Valverde, Gerrans, Cunego, Capecchi o Roche, favoritos a la victoria.

Tercera victoria de Valverde tras la sanción


Los pronósticos que hacía en mi previa de la prueba se confirmaron y la tercera etapa de la París-Niza fue a parar a Alejandro Valverde. El ciclista sancionado por dos años debido a su implicación en la Operación Puerto ha regresado como se marchó: ganando carreras. El primer día se dejó demasiado tiempo en la contrarreloj (30 segundos en nueve kilómetros), el lunes consiguió meterse en el corte bueno en una etapa llana, pero disputada como la más decisiva. Y ayer venció en la primera llegada en alto en lo que es su especialidad: una subida corta que elimine a los especialistas del sprint para dejarle via libre.

La etapa discurrió con tranquilidad. Una escapada de tres corredores y un pelotón que dejaba hacer. Al Sky le interesaba que los escapados cogieran una buena ventaja, porque así se libraban de preocuparse de las bonificaciones. Está claro que si Valverde quiere ganar esta París-Niza tendrá que coger todas las bonificaciones posibles, porque parece difícil tal y como es el recorrido que el corredor murciano consiga sacar tiempo a Wiggins y Leipheimer. Y necesitará cierta renta para la cronoescalada final. El grupo de tres estaba Michael Morkov, el velocista danés del decadente Saxo Bank, el equipo que sigue siendo ProTour sin ninguna explicación. Eliminado Contador es un equipo a la deriva, sin corredores de nivel y sin objetivos claros. Para mayor desgracia, su segundo mejor corredor, Nick Nuyens se cayó durante la disputa de la etapa y se perderá toda la temporada de clásicas de pavés. Ante este panorama, lo normal sería que la UCI revocara su licencia, que pasaría a Saur o a Project 1t4i. El primero al menos tiene a Jerome Coppel y el segundo cuenta con sprinters de primer nivel como Kittel y Degenkolb.

Precisamente, con Morkov iban representantes de esos dos equipos, como si hubiera una consigna de los directores para saltar a los ataques de los otros equipos, para demostrar que son ellos los que merecen la licencia. Lo comentó el periodista de Teledeporte en el que posiblemente fue la única aportación elaborada de toda la retransmisión, en medio de los chascarrillos habituales de su compañero Pedro Delgado. El totalmente desconocido Roy Curvers (Project 1t4i) y el gigante Jimmy Engoulvent (Saur-Sojasun), junto a Morkov, llegaron a tener 4 minutos respecto al pelotón. A falta de 30 para meta, la diferencia estaba en tres minutos y no se veía reacción en el pelotón, lo que te hacía dudar de si el resto de los equipos tenían pensado luchar por la victoria de etapa, o caerían presos de la táctica del Sky de dejar pasar el tiempo. Finalmente, el Movistar tomó la cabeza del grupo principal y la diferencia comenzó a bajar espectacularmente. Curiosamente, en la pasada edición de la París-Niza, el Movistar se pasó varios finales de etapa tirando del grupo para aspirar a algo con Rojas, un corredor voluntarioso pero, de momento, sin nivel internacional. Cómo cambian las cosas con Valverde. A escasos 15 de meta ya los tenían a tiro de piedra. Omega Pharma Quick Step se puso a colaborar, entre ellos Boonen, exhibiendo (o malgastando) fuerza, como en él es habitual.

Por delante, Engoulvent, el mejor de los tres con gran diferencia, decidió marcharse en solitario. No hubo oposición de sus compañeros. Entonces, durante varios kilómetros fue una persecución Engoulvent-Boonen donde el francés se defendió bastante bien ante uno de los mejores corredores del mundo. Le dio tiempo a coger las bonificaciones del punto intermedio, pero en las inmediaciones de la ascensión final le dieron caza. Quick Step siguió quemando naves, confiando en una victoria de Chavanel. Boonen y Tony Martin, ganador el año pasado que tras perder ayer el corte bueno pasa a ser simple gregario, tiraron del grupo durante la ascensión. Pero la verdad, fue mala táctica para Chavanel, experto en llegadas alborotadas, en improvisaciones. Cuando él tiene que cargar con la responsabilidad, es más difícil.

La subida era tendida y el ritmo de Quick Step y Movistar pronto se relajó, lo que dio oportunidad a un buen ataque de Lagutin.Fue cazado antes del último kilómetro, con el pelotón siempre guardando bien las distancias. Los mil metros finales tenían un par de curvas y mayores cambios de desnivel. Allí entró en cabeza un corredor de Ag2r y otro del Saur. Pero a continuación, y como si fuera gregario de Valverde, venía Xabier Florencio del Katusha tirando del grupo. A su rueda Luis León Sánchez y después Valverde. Los dos murcianos eran los mejor colocados para el sprint, que tardó mucho en lanzarse. Primero fue Luis León, pero su arrancada fue neutralizada por la mucha mayor potencia de Valverde, que en seguida se colocó en cabeza.

Aún así, cuando su victoria parecía clara, apareció por detrás Gerrans como un tiro. El australiano ya había perdido contra Valverde en el Tour Down Under, en la etapa reina con final en Willunga (aunque la general final fue para el corredor local), y realmente parece el único ciclista de GreenEdge capaz de conseguir victorias en este inicio de temporada. La llegada fue apretadísima, ya que Valverde parecía crispado en los últimos metros y Gerrans venía con fuerza. Al final, el español consiguió mantener la ventaja y apuntarse la victoria.

Es la cuarta victoria de Movistar esta temporada. Las dos conseguidas por Valverde en el circuito mundial, otra de Valverde en Andalucía y una más del joven valor colombiano Nairo Quintana en la Vuelta a Murcia. Estas dos últimas le dieron también la clasificación final. Valverde, ese corredor oscuro que todavía se niega a admitir su implicación en la Operación Puerto, yendo en contra de la ciencia y de su propio ADN, vuelve ganando. No es algo bueno para el ciclismo que las pruebas se las disputen estos ciclistas, pero ya se ha vuelto tan habitual que casi ni merece la pena discutirlo, aunque sí señalarlo para que a nadie se le olvide.

Gerrans vuelve a conseguir un segundo puesto para el equipo GreenEDGE. Sus únicas victorias parciales las ha conseguido en los campeonatos nacionales australianos, coto privado del equipo, que colecciona a los mejores ciclistas de ese país. Salvo al mejor de todos, claro, Cadel Evans. GreenEDGE es un equipo levantado por capricho de un millonario australiano y entre sus directores se encuentra el temible Neil Stephens, ex-corredor de ONCE y del Festina del EPO. Casi nada. Sin embargo, esta escuadra huele a desastre este año, ya que el único requisito para formar parte de la formación es ser australiano. Así, encontramos en el grupo gente como Baden Cooke, Julian Dean, Stuart O'Grady o Robbie McEwen, ciclistas que en cualquier otra circunstancia que no fuera la del ciclismo actual, estarían ya más que retirados (por lo civil o lo criminal). Sus esperanzas están depositadas en jóvenes valores como los contrarrelojistas Jack Bobridge (espectacular quinto puesto en el último mundial de la especialidad) y Luke Durbridge; y supertalentos como Matthew Goss, que tendrá que dejarse ver en la Tirreno-Adriático y lo tendrá muy difícil para repetir lo conseguido la pasada temporada (Milán-San Remo y plata en el mundial), o el impulsivo Michael Hepburn, ganador de dos etapas en el último Tour del Porvenir, entre ellas un espectacular sprint en cuesta, venciendo claramente al español Jordi Simón. En esa misma prueba, Hepburn fue expulsado del equipo nacional por mal comportamiento, lo que demuestra su gran personalidad, para lo bueno y para lo malo.

Así que esta temporada, el GreenEDGE tiene como principal espada a Gerrans. Principalmente porque, a sus 31 años, tiene la oportunidad de ser el jefe de filas en las carreras que desee (salvo la Milán-San Remo y otras pruebas de un día que normalmente se deciden al sprint). Así que sus objetivos seguramente serán estas pequeñas vueltas por etapas y las clásicas de las Ardenas, ya que las carreras de tres semanas parecen demasiado para un corredor intermitente como él. El año pasado fue tercero en la Amstel Gold Race, vigésimo segundo en la Flecha Valona, duodécimo en la Lieja-Bastoña-Lieja, undécimo en la Clásica de San Sebastián y segundo en el Gran Premio de Plouay, por lo que parece claro que sus picos de forma serán en abril y en octubre.

Ayer, solo un Valverde a gran nivel pudo ganarle por los pelos, así que en las llegadas difíciles de la París-Niza seguro que vuelve a tener oportunidades. La clasificación se limpió de rodadores y ahora se puede ver claramente quienes disputarán la general final. Wiggins sigue líder con Leipheimer a seis segundos y Van Garderen a once. Chavanel es cuarto, pero supeditado a Leipheimer y con el claro objetivo de ganar una etapa. Monfort está a 18 segundos. Sube bien y es bueno contra el crono, así que ante el descalabro del Radioshack (Andy se retiró por una gastroenteritis), estará motivado. Cuando se descubrió la fusión entre Radioshack y Leopard, mostró su preocupación ante el papel que jugaría en el equipo. Conseguir un podio en París-Niza puede ser una buena forma para reinvindicarse. Valverde ya es sexto a veinte segundos. Tiene por delante dos etapas favorables. La de hoy algo llana, pero con una dificultad final y mañana en Mende. Debe aprovechar las bonificaciones y tratar de distanciar a Wiggins. Necesita al menos 20 segundos sobre él y Leipheimer para tener opciones en la cronoescalada al triunfo final. Aún así, para él es casi tan importante la victoria en cada parcial como la general final. Tras Westra o Rojas, los únicos rodadores que quedan en el top ten, aparecen dos ciclistas con opciones de podio: el esloveno Spilak y el croata Kiserlovski, ambos especialistas en pruebas de una semana.

La jornada de hoy, como ya señalé en la previa, tiene un muro muy duro a dos kilómetros de meta. Quizás no sea muy duro, pero el Movistar debería tratar de seleccionar al máximo el grupo para poder aspirar a una nueva victoria de Valverde y así seguir limando diferencias.

martes, 6 de marzo de 2012

Tirreno-Adriático, una carrera por tierra, mar y aire


Mañana comienza la cuadragésimo quinta edición de la Tirreno Adriático, la vuelta por etapas más importante del inicio de la temporada junto a la París-Niza, que por caprichos del calendario se celebran a la par. Mal negocio para el ciclismo, ya que los mejores corredores del mundo se tienen que dividir en estas dos carreras, así como la atención del espectador, algo que también sucede en junio, cuando, durante un par de días se encadenan Dauphine y Vuelta a Suiza. Quizás conscientes de esto, los organizadores de París-Niza y Tirreno-Adriático, ASO y RCS, respectivamente, han llegado a un pacto: las etapas de la París-Niza, cortas y nerviosas, suelen terminar a eso de las cuatro de la tarde, mientras que en la Tirreno-Adriático se plantean jornadas de enorme kilometraje (en esta edición se superarán los 250 kilómetros un día), en la que los corredores no llegan a la meta pasadas las cinco.

A diferencia de París-Niza, la Tirreno es una carrera más cambiante en su recorrido. Hay ediciones que son totalmente llanas, otras con superetapas de media montaña, difíciles de controlar, pero también puede presentar grandes puertos. De ahí que entre sus ganadores se encuentre gente tan dispar como el orgulloso valón Roger de Vlaeminck, el rodador italiano Francesco Moser, escaladores como el suizo Tony Rominger o los italianos Scarponi y Garzelli, especialistas contrarreloj como Abraham Olano y Fabian Cancellara, finos uphill finishers como Davide Rebellin o Paolo Bettini, especialistas en grandes vueltas como Kloden o Evans, y llegadores de gran clase como Pozzato o Freire. Es una carrera de recorrido imprevisible y cambiante, de etapas con muchas alternativas.

Las últimas temporadas, cuando RCS aún la dirigía el excesivo Angelo Zomegnan, la Tirreno presentó un modelo claro: el modelo Vuelta a Burgos de que la mayoría de las etapas tuviesen una dificultad en forma de muro infranqueable en los últimos kilómetros para que los favoritos se rompiesen las piernas en busca de la victoria. Ciclismo de tres kilómetros, ideal para el prime time. Este año, tras la destitución de Zomegnan, la carrera vuelve a tener algo más de sentido.

No en la primera etapa que, como ya es tradición en muchas carreras españolas e italianas (donde el ciclismo está en franca decadencia), vuelve a ser una inútil contrarreloj por equipos. Esta disciplina, que muchos consideran espectacular, tiene poco valor, incluso podríamos considerar que no es ciclismo de verdad, sino una atracción con bicicletas, dignas de esos criteriums de pueblo que, ante la falta de un velódromo, los ciclistas dan vueltas a una avenida ancha de la ciudad/pueblo. Además, se desnaturaliza la lucha por la victoria de igual a igual, y priva a la carrera de un auténtico líder en la primera etapa. Un líder real, que haya luchado al lado de los más fuertes en su disciplina, por la victoria final. El líder salido de una contrarreloj por equipos, obtiene el jersey como un regalo del equipo, al ser el primero de la escuadra en cruzar la meta.

El segundo día hay una etapa claramente italiana. 230 kilómetros por un territorio seguramente más complicado de lo que muestra la altimetría, y que tiene circuito final por los alrededores de Indicatore, que es donde termina la etapa. Lo más probable es el sprint, pero si hace mal tiempo y los corredores tienen ambición, puede ocurrir cualquier cosa. Más llana y con menos distancia a recorrer es la tercera etapa con final en Terni. La principal atracción del día será el paso por el impresionante lago Trasimeno en las inmediaciones de Peruggia. Como siempre, el ciclismo francés e italiano están muy pendientes del valor patrimonial del ciclismo. Lo espectacular no sólo es la dureza de la carretera, sino también lo que tiene de monumental y fotográfico. Algo en lo que España debe mejorar mucho. El sprint parece cantado en la llegada a Terni, pero también tendrá su dificultad, puesto que en el último kilómetro está señalado un paso por una rotonda, por lo que la colocación será fundamental.

La cuarta será posiblemente la etapa estrella de esta edición de la Tirreno-Adriático. Un impresionante recorrido de 252 kilómetros atravesando toda la región de los Abruzzos, ascendiendo el paso Lanciano (1300 metros de altitud, algo raro en esta prueba) y con final clásico en Chieti, una llegada en continua ascensión durante los últimos diez kilómetros que a falta de dos se convierte en especialmente terroríficos, con tramos del 19% de desnivel. El año pasado ya vimos este espectacular final en Chieti, con victoria para Michele Scarponi. El favorito al inicio era Gilbert, especialista en estas llegadas, pero Scarponi y Cunego pusieron un ritmo infernal desde el inicio de la subida y el belga no pudo seguir su rueda. Solo Evans, a la postre vencedor final tendría piernas para llegar junto a los dos italianos. Sin embargo, la etapa no tenía, ni de lejos, la dureza que encontrarán este año los ciclistas.

Y pese a que esta etapa ya daría para suficiente dureza en esta edición de la prueba, la organización programa otra jornada muy difícil al día siguiente. Una clásica etapa de montaña, con dos puertos encadenados y final en la estación de esquí de Prati di Tivo. Quince kilómetros de ascensión con un desnivel que siempre anda alrededor del 7%. La etapa de nuevo es espectacular también por el escenario, ya que la estación invernal se encuentra en las faldas del Corno Grande, una espectacular estructura rocosa que es el punto más alto de los Apeninos. De nuevo, la grandeza del ciclismo unida a la grandeza geográfica. Esto es diseñar recorridos.

El penúltimo día, una etapa más sencilla alrededor de Offida, una comuna italiana de origen medieval. La etapa no tiene mucho misterio, ya que la mayor parte de su recorrido consiste en un circuito alrededor de este pueblo italiano. Hasta seis pasos por el mismo trazado, dos tercios de la etapa. Una orografía con pequeñas dificultades, lo que lo asemeja a un mundial, aunque con una duración inferior. Y como ya es tradición, en la etapa final se llega a San Benedetto del Tronto, aunque al igual que el año pasado, la llegada masiva es sustituida por una pequeña contrarreloj individual de nueve kilómetros.

Con este recorrido, el favorito vuelve a ser el ganador del año pasado, Cadel Evans. El australiano es el mejor de los favoritos en la contrarreloj, puede disputarle las llegadas en alto a cualquiera (aunque en su equipo contará con su principal rival: Philippe Gilbert), es capaz de seguir el ritmo de los mejores escaladores y tiene un equipo de gala para todos los terrenos. La duda será conocer su nivel competitivo, tras un año espectacular donde ganó Tirreno-Adriático, Tour de Romandia y Tour de Francia. Con 35 años, quizás la mejor versión de Evans se vio el año pasado. Pero un Tour propicio para él puede ser un acicate importante.

Las mejores alternativas al reinado del australiano son los locales Scarponi y Nibali. El primero no cuenta, como el año anterior, con el apoyo de Cunego, que ha preferido la París-Niza (donde ayer un pinchazo y un corte lo alejó por completo de la general), pero la llegada a Prati di Tivo le será favorable para sacar tiempo en una etapa de montaña, más allá de las bonificaciones y llegar con un margen a la contrarreloj del último día. Nibali presenta más regularidad que Scarponi en todos los terrenos y su victoria en la etapa reina del Tour de Omán le vendrá bien para la moral, ya que es un corredor poco acostumbrado a ganar en alto. El tercer italiano con opciones, por decir algo, es Stefano Garzelli, vencedor hace dos años y que se resiste a retirarse, para vergüenza del ciclismo. Por características similares, podríamos meter en este bloque a Joaquim Rodríguez, que vuelve a la carrera tras perdérsela el año pasado por una lesión en la rodilla (brilló en 2010 con una victoria en Montelupone), y también el oscuro colombiano Fabio Duarte, que siempre desaparece "misteriosamente" de las carreras a mitad de su transcurso...

En un tercer grupo de favoritos, los jóvenes aspirantes. En primer lugar, y por derecho en cuanto a victorias de nivel, el checo Roman Kreuziger. El corredor de Astana quizás tuvo un 2011 algo decepcionante. Fue el mejor joven del Giro de Italia, pero quizás su progresión no ha ido a más desde que despuntara en el 2007 y el 2008. Sin embargo, a lo largo de sus cinco años en la élite con tan solo 26 años (dejando su primera temporada como neo en 2006), sigue siendo un valor de futuro. Además, su rendimiento sube cuando corre en suelo italiano. El checo ha conseguido una única victoria de etapa en los cinco años que señalaba antes. Tres veces en Italia y dos en Suiza, con lo que está claro en qué parte de Europa se desenvuelve mejor. El año pasado ganó la etapa reina del Giro del Trentino, con final en Madonna di Campiglio. Con gran nivel en contrarreloj y en montaña, este debe ser el año en el que Kreuziger demuestre todo su valor o quede como una eterna promesa más.

Un año mayor que Kreuziger, con menos pedrigí e igual proyección, está Peter Velits. El eslovaco se hizo visible al mundo ciclista en 2008, cuando coronó en solitario la Croix de Fer en la etapa reina del Tour de Francia, con final en el Alpe D'Huez (donde venció Carlos Sastre para llevarse la carrera). Volvió el año siguiente e hizo trigésimo en la general, además de dejarse ver en la Vuelta a Suiza y en la Clásica de San Sebastián. Fue 2010 su año clave, con un gran tercer puesto en una Vuelta a España para escaladores. Pese a todo, un especialista contra el reloj como él supo manejarse en la montaña y arrasar en la contrarreloj de Peñafiel, donde ganó a los mejores especialistas del mundo: Menchov, Cancellara y Larsson. Y con meses de retraso, la expulsión del dopado tramposo de Mosquera, le dio un merecidísimo segundo puesto. Con esto, su 2011 se prometía grandioso, pero al igual que con Kreuziger, no cumplió las expectativas. Pero si en el caso del checo se puede deber a un problema de las capacidades del propio ciclista, para el eslovaco Velits las razones parecen estar también en la mala gestión de su antiguo equipo, el extinto Columbia, que pretendía que Velits, su hombre en la general, formase parte del tren de Cavendish. La estrategia le salió bien al equipo, ya que Cavendish logró un montón de victorias, pero eso redujo las posibilidades de su mejor corredor para la clasificación. Pese a todo, Velits hizo decimonoveno, quedando además cuarto en la etapa de Alpe d'Huez. Este año está en un equipo más veterano como Omega Pharma Quick Step, que de todas formas siempre ha fracasado en sus intentos de asalto a las generales de las grandes vueltas. Compartirá galones con un veterano como Levi Leipheimer, pero en la Tirreno tiene vía libre, con un equipo de rodadores y velocistas. Este año ya ganó el Tour de Omán, así que viene con moral y con serias opciones para la general de esta vuelta.

Y el tercero en discordia es el más joven de todos, el holandés Steven Kruijswijk, otro corredor que vive un idilio con Italia, puesto que es en el Giro donde ha conseguido sus grandes resultados. Fue decimoctavo con 23 años, en la temporada de su debut en el circuito mundial, y el año pasado consiguió quedar noveno con una actuación muy espectacular. Un mes después conseguiría su primera victoria World Tour en la Vuelta a Suiza. El Rabobank, sin Gesink, tendrá en Kruijswijk a su único líder.

El resto de participantes son incógnitas. Ni los equipos franceses ni los italianos continentales traen gente para la general. El GreenEdge viene con un equipo de velocistas de calidad (Goss y Langeveld) y a la espera de lo que pueda hacer Cameron Meyer. Garmin y Sky pretenderán cazar alguna improbable llegada masiva con Farrar y Cavendish respectivamente, aunque en Sky tienen la baza de Lovkvist, que el año pasado fue décimo en esta misma carrera. Otro sueco que en 2011 cuajó una temporada interesante fue Kessiakoff, aunque en su equipo estará Kreuziger por delante. Vacansoleil presenta también un bloque sólido con Hoogerland, Devolder, Poels y Marcato. Los dos últimos se desenvuelven bien en carreras de una semana, así que tendrán opciones de hacer algo en la general si se ven en carrera. El holandés Poels casi le birla el año pasado a Gilbert la victoria en Castelraimondo.

Tampoco me olvido de Radioshack, que viene con un equipo funesto, lleno de veteranos y con la esperanza de que Cancellara gane la contrarreloj como hizo el año pasado. También está el temible Horner, que con 41 años y el currículum más sospechoso que un deportista pueda tener, viene dispuesto a todo. El año pasado se salió y amenazaba seriamente (al ciclismo mundial) con hacer algo grande en el Tour de Francia, pero una oportuna caída en la séptima etapa nos libró de semejante vergüenza. Lo normal es que a sus 41 años no pueda repetir lo del año pasado, pero como todo en la vida de este ciclista ha sido anormal, no hay que descartar nada. De estar como el año pasado, es máximo favorito a llevarse la general final.

En cuanto a los españoles, la dupla de amigos del Katusha, Joaquim Rodríguez y Dani Moreno, son los que más oportunidades tienen de brillar. En el equipo ruso les acompaña este año Freire, que buscará alguna llegada masiva. Y dada la dureza de las etapas llanas, podrá disputarles las volatas a los más jóvenes Greipel, Farrar o Cavendish, o al veteranísimo Petacchi, otro corredor que haría mejor en retirarse.

En el Euskaltel aparece Mikel Landa en medio de clásicos como Gorka Verdugo, Egoi Martinez o Amets Txurruka. El joven talento de la cantera vasca ganó el año pasado en la Laguna de Neila con 22 años a veteranos como Joaquim Rodríguez o Juanjo Cobo. Corre sin presión, pero lo demostrado el año pasado en la Vuelta a Burgos da lugar a la esperanza. El Movistar está capitaneado por Beñat Intxausti, también salido de Euskaltel, que tuvo un 2011 marcado por la mala suerte y las lesiones. En el equipo está Visconti, el fichaje de Movistar, sin muchas opciones de victoria de etapa; la calidad y fiabilidad del portugués Rui Costa; y los jóvenes Amador y Madrazo, que ya acudieron a la edición anterior de la carrera con resultados esperanzadores.

En definitiva, otros siete días (seis si quitamos la estúpida contrarreloj por equipos del primer día) de ciclismo de primer nivel internacional, con una participación espectacular, un recorrido variado y digno de una gran vuelta, y un paisaje espectacular que hará disfrutar del visionado, sea cual sea el devenir de la carrera. Tierra, mar y aire en su más bella expresión, para la carrera de los dos mares.

lunes, 5 de marzo de 2012

Viento y lluvia camino de Orléans



Decía ayer que la etapa de hoy sería probablemente la única llegada masiva en esta carrera. Se avecinaba una etapa lenta, con una escapada débil de ciclistas franceses y un sprint controlado por los mejores equipos del pelotón. Pero sin Cavendish, Greipel, Goss y otros grandes velocistas en la prueba, es más difícil organizar un pelotón. Y cuando se disputa una etapa a tan poca altura, siempre aparece el peligro del viento. Y efectivamente, a la mínima que hubo un intento por provocar un corte en el pelotón, este se desgajó y no se volvió a unir. La carrera rota en el primer día. Por delante, un bloque importante del mejor equipo de este inicio de campaña, el Omega Pharma Quick Step, con el ídolo local Chavanel, Tom Boonen y uno de los máximos favoritos de cara a la general, Levi Leipheimer. Por el Sky, Wiggins, que a la postre sería el nuevo líder, y Geraint Thomas. De BMC dos jóvenes y prometedores rodadores, Taylor Phinney y, sobre todo, Tejay Van Garderen. Katusha tenía también a dos, Ángel Vicioso y Simon Spilak, que ahora se mete de lleno en la general. De perfil similar eran los dos representantes de Astana: Gavazzi para una eventual llegada al sprint y Robert Kiserlovski con aspiraciones de hacer algo en la general. Y de Garmin, el alemán Andreas Klier y el belga Sep Vanmarcke, quizás soñando con derrotar a Boonen de nuevo. El grupo lo completaban Monfort de un derrotado Radioshack, Degenkolb del Project 1t4i, con claras opciones de victoria; Lieuwe Westra del Vacansoleil; y dos franceses, Ravard del Ag2r y Jeannesson de FDJ. La representación española, amén de Vicioso, estaba formada por dos corredores de Movistar, Alejandro Valverde y José Joaquín Rojas, al igual que el caso de Omega Pharma, Astana o Katusha, un perfil muy claro: un hombre para la general y otro para la etapa.

El grupo pronto cogió una importante ventaja de dos minutos y veinte segundos que se mantendría a lo largo de toda la etapa. Los favoritos que no estaban delante quedan descartados para la general. Basso, Kloden, Menchov, Tony Martin, Nicolas Roche, Jerome Coppel, Rein Taaramae o Simon Gerrans quedan fuera de combate. Muy mal para los equipos franceses, que no pudieron estar delante. Y lo mismo para dos super equipos como Radioshack y GreenEdge. Ambos llegan a París-Niza con victorias (el primero gracias a Cancellara en la Strade Bianche y el segundo con la general de Tour Down Under), pero queda en mal lugar su propia estrategia.

La etapa no tuvo mucha más miga ni varaciones. Se estaba corriendo a muchísima velocidad. Cuarenta y dos kilómetros de media para un inicio de temporada es bastante y más para una vuelta por etapas. Además, primero el viento y luego la lluvia hicieron durísimo el recorrido, que transcurrió por las bellas carreteras comarcales francesas. Sin público por el mal tiempo, pero con un encanto difícil de igualar. Sorprendió que en el grupo de delante ningún corredor intentase un corte o un ataque cerca de meta. Solo Westra a tres de meta, pero fue fácilmente neutralizado por Chavanel. Con lo dura que estaba siendo la etapa, un buen ataque podía dar la victoria en un grupo con demasiados jefes de filas, demasiados sprinters y no muchos trabajadores. Los franceses o el dúo del Katusha deberían haber intentado algo.

Así se llegó al sprint. El gran favorito era Boonen, que ya ha tenido varias victorias este año. Sus principales rivales eran Degenkolb y Rojas. El primero ya sabe lo que es ganar en competiciones ProTour, con dos etapas en Dauphiné; y Rojas es especialista en quedar segundo, pero yendo a rueda todo el día y en un grupo pequeño podía tener sus opciones. Gavazzi y Vicioso eran otras opciones. Y por resistencia y calidad, acompañada de una buena punta de velocidad, tampoco se podía descartar a Geraint Thomas y a Sep Vanmarcke, que como ya señalaba anteriormente, había ganado a Boonen hace poco más de una semana en un final muy favorable para el corredor de Omega Pharma.

Dentro del último kilómetro, una glorieta complicada permitió a Vanmarcke lograr una pequeña ventaja. Sin embargo, Ravard salió a su rueda llevando al grupo. De este emergió Maes, el gregario de Boonen, que llevaba a su jefe pegado a su rueda. El sprint iba a ser franco en la recta de meta. Boonen no se quiso precipitar como le ocurrió en Gante contra Vanmarcke, así que el primero en lanzar el sprint fue Degenkolb. Pero Boonen estuvo atento y sin ir a su rueda, le adelantó sin problemas y se adjudicó la victoria. Segundo fue Rojas, que sobrepasó a Degenkolb siguiendo la línea de Boonen, aún sin inquietarlo en ningún momento. Tercero fue el alemán. Cuarto Vanmarcke y quinto Gavazzi.

En la general, Wiggins pasa a ser el nuevo líder. Además de ser el mejor colocado en la general, consiguió unos segundos de bonificación en el paso intermedio. Así pues, segundo es Leipheimer a seis segundos. Después Boonen, que no cuenta para la general, y luego Van Garderen, Chavanel y Monfort, entre los 10 y 20 segundos de retraso. Aún sin ser tan favoritos como Wiggins y Leipheimer, son favoritos al podio. El francés Chavanel tendrá el handicap de tener por delante a un compañero, pero estando en casa seguramente intente algo. Más lejos, aunque con claras opciones de victoria final, está Alejandro Valverde. Situado a 30 segundos de Wiggins cuenta con la ventaja de las bonificaciones en meta. Teniendo en cuenta que ahora tiene tres etapas que le pueden ser muy favorables, sus opciones son claras. Su problema será la cronoescalada del último día.

Así, a pesar de que muchos favoritos han quedado descartados, nos encontramos aún con varios corredores con opciones de ganar la París-Niza. La mayoría quizás no puedan hacer mucho más allá de esperar la cronoescalada final a Eze, o en el caso de Valverde jugárselo en los difíciles finales que tendrá de aquí al domingo, pero también habrá que estar atento a las apuestas que puedan hacer Monfort, Kiserlovski y Spilak, dos corredores de gran nivel, pero que en las grandes ocasiones les ha faltado un poco de personalidad. Están ante su gran oportunidad. Lo mismo para el francés Jeanesson, que ante el más que probable papel como gregario de Chavanel, es la única esperanza que les queda a los franceses de conseguir una buena plaza en la general.

domingo, 4 de marzo de 2012

Tradición y renovación en la París-Niza


Este domingo dio comienzo la París-Niza, una de las carreras más prestigiosas del calendario. La pequeña vuelta francesa siempre se ha valido de su situación privilegiada, en plena Costa Azul y a los pies de los Alpes, por lo que combina bellos paisajes marítimos con eléctricas e imprevisibles etapas de media montaña. Y, como buen escaparate, siempre ha sido el lugar ideal para que los mejores ciclistas del mundo hicieran sus primeras apariciones. Es cierto que hoy, con la cantidad de información que tenemos en internet, los aficionados al ciclismo descubrimos los pasos de nuestros corredores favoritos en carreras anteriores. En los últimos años carreras como el Tour de San Luis, la Volta ao Algarve, la Vuelta a Andalucía o incluso el más reciente Tour Down Under ya congregan a muchas estrellas. Pero ninguna de ellas tiene la seriedad y la tradición de la París-Niza.

Este año, la París-Niza tiene la mejor participación de las últimas ediciones. Y como si ya lo supiera de antemano, la organización ha decidido celebrarlo con un recorrido muy interesante. Empieza con un prólogo algo más largo de lo normal, algo más de ocho kilómetros, que se ha adjudicado el sueco de Vacansoleil (una fuga de cerebros más del terrible Saxo Bank) Gustav Larsson. La segunda etapa se disputa al nivel del mar, sin grandes dificultades y con final en Orléans. Será posiblemente la única llegada masiva. Al día siguiente, otra etapa fácil pero con final en una ascensión de cinco kilómetros, lo que posiblemente sea otra oportunidad para Alejandro Valverde en su regreso tras sus dos años de sanción. Otros corredores con calidad para esta llegada pueden ser Thomas Voeckler, que el año pasado hizo una carrera espectacular con dos victorias, Nicholas Roche, Damiano Cunego o Rein Taaramae, que también lo hizo muy bien el año pasado en esta misma carrera. Más difícil aún es la cuarta etapa con llegada en Roez. Cinco ascensiones cortas pero duras a lo largo de 178 kilómetros. La última a falta de un kilómetro. Mil metros a un desnivel del 7%. Puede ser una etapa para escapados u otra oportunidad para los que señalamos como favoritos ayer. También algunos sprinters con buenas piernas pueden aguantar el ritmo y llegar con opciones a la llegada. A Boonen, Hushovd o Haussler ya se les vio en buena forma en el pasado fin de semana belga.

Otro trío de etapas difíciles señalan el camino hasta Niza. Especialmente la primera con final en la mítica cota de la Croix Neuve de Mende, al que han rebautizado con el pomposo nombre de Montée Laurent Jalabert. Es una etapa con otros dos puertos de primera categoría, además de Mende, otro de segunda y dos de tercera. La etapa prácticamente no superará nunca los mil metros de altura, así que será rápida y con muchos candidatos a la victoria, donde la estrategia y el control de las escapadas será fundamental. Al mejor estilo de esta vuelta. La etapa que llega a Sisteron al día siguiente también tiene cinco puertos de montaña, pero al estar situada entre las dos jornadas más importantes es posible que se tome de manera más relajada.

Quedan así las dos etapas de Niza. La primera de ellas es la típica montaña rusa que se organiza antes de llegar a la ciudad. Sin embargo, este año el recorrido es algo más descafeinado, ya que ni se suben La Turbie ni el Col d'Eze, los dos puertos más famosos de la carrera. El Col de Vence es la mayor dificultad de la jornada y se encuentra a casi cincuenta kilómetros de la cima. Puede que suene algo decepcionante, pero la organización ha decidido sacrificar este día para centrarse en una última jornada espectacular: una cronoescalada al famoso Col d'Eze, la ascensión más famosa de la historia de la París-Niza. Antaño, la carrera solía terminar en esa subida, pero la organización decidió trasladar la llegada a Niza ya que las malas condiciones atmosféricas que sufría la carrera durante muchos años (al fin y al cabo estamos en marzo) hacía que mucha gente no se molestase en acudir a la cumbre. Por eso, se decidió pasar el final a la ciudad, al mucho más turístico y mediático Paseo de los Ingleses, mientras que el Col d'Eze era en casi todas las ediciones la última dificultad antes de que los ciclistas pudieran terminar el recorrido de la carrera en Niza.

Así, la edición de este año recupera la importancia decisiva de Eze. En parte, por las críticas recibidas el año pasado en cuanto al recorrido. Una crono excesivamente larga de casi 30 kilómetros dejó la carrera sentenciada para Tony Martin, sin oportunidad ni terreno para que los escaladores pudieran decir una palabra. La contrarreloj llana se reduce a los nueve kilómetros del prólogo, pero con esta decisión tampoco creo que el abanico de ganadores se amplíe mucho más. Especialistas contrarreloj capaces de mover grandes desarrollos lo tendrán más difícil que en la edición anterior. Wiggins, Van Garderen o el propio Tony Martin ya no tienen tanta ventaja. Levi Leipheimer se me antoja el máximo favorito. Ya ganó el Tour de San Luis, que si bien no puede ser indicativo de nada, ya demuestra que el americano viene con algo de ritmo, más que el que ofrecen carreras como Tour Down Under, Oman o Vuelta a Andalucía. Richie Porte ha demostrado también su mejoría en la montaña con su victoria en el Alto do Malhao en Algarve, lo que le dio la general de la carrera, así que es otro nombre a considerar. Taaramae, que fue segundo el año pasado tras Tony Martin y Kloden, es otro corredor con calidad en montaña y nivel en la contrarreloj que puede dar la sorpresa.

El superequipo Radioshack presenta tres candidatos que son incógnitas: los hermanos Schleck parece que sólo vendrán a rodar, pero quizás Frank, ante una carrera con tantos desafíos se anime a disputar la general. Y al margen de ellos dos, el alemán Andreas Kloden es especialista en vueltas de una semana. Pero este corredor es tan irregular que nunca sabes cuál será su comportamiento en carrera. El año pasado se jugaba un nuevo contrato y tuvo un rendimiento espectacular en París-Niza, Itzulia y Tour de Romandia, pero en cuanto consiguió renovar, desapareció del mapa. ¿Qué Kloden veremos este año? Difícil apostar fuerte por él.

Dos veteranos como Basso y Menchov son incógnitas. Mientras otro de su quinta como Cadel Evans sale a disputar cada carrera que corre, el italiano y el ruso se seleccionan mucho más. El rendimiento de Basso fuera de Italia suele ser muy inferior, pero la cronoescalada y los finales en alto le vienen bien a sus características. Lo mismo para Menchov, que estando en un nuevo equipo y sin Joaquim Rodríguez debería ir para aspirar a cualquier cosa. Pero en un Tour con tanta contrarreloj, es posible que el ruso corra toda esta primera parte de la temporada con el freno de mano puesto.

Tradicionalmente, la París-Niza ha sido el pistoletazo de salida de las grandes estrellas. Y coronaron a corredores que después ganaron el Tour de Francia. Es el caso desde clásicos como Anquetil y Merckx, que ganaron su primer Tour el mismo año en el que consiguieron su primera victoria en Niza. Más recientemente, muchos de sus ganadores demostraron aquí sus dotes para las vueltas por etapas: Induráin, Rominger, Zülle, Kloden o Contador ganaron en Niza su primera carrera de gran repercusión internacional. Por eso habrá que estar atento a una de las grandes esperanzas francesas, Jerome Coppel, que el año pasado consiguió la victoria en la Vuelta a Murcia tras la descalificación de Alberto Contador, además de otros resultados de privilegio entre los que hay que destacar el decimocuarto puesto en el Tour de Francia. Su gran nivel contrarreloj le hace candidato a todo. Junto a Coppel, hay ganas de ver a otro francés, todavía más joven y prometedor: Romain Sicard. El del Euskaltel ganó el Tour del Porvenir y fue campeón del mundo sub 23 en 2009, hizo una prometedora primera temporada como profesional en 2010 y se pasó todo 2011 lesionado. Por lo que este año será clave para conocer su alcance. Y, por supuesto, Bauke Mollema, el joven holandés que fue cuarto en la Vuelta, el segundo de los humanos tras la inesperada exhibición de Cobo y Froome desde las catacumbas del ciclismo profesional. Aunque la Vuelta a España sigue siendo un buen objetivo para él (este año más difícil debido al ridículo recorrido que han programado los organizadores), estas carreras de una semana de gran prestigio tienen que ser muy importantes para un ciclista tan joven como él.

En cuanto a los corredores españoles, uno no sabe bien qué esperar. La poca participación de nivel es preocupante y demuestra cuánto daño ha hecho la lacra del dopaje en este país. Y más aún la cordialidad que han tenido los periodistas deportivos y los políticos hacia técnicos y corredores que han hecho uso indiscriminado de sustancias dopantes. El ciclismo en España está mal visto, y los culpables no son ni corruptas organizaciones internacionales ni los franceses que nos odian, sino nuestra permisividad con los que hacen trampas. Lejos quedan los tiempos donde salían españoles de la nada que ganaban grandes carreras a los mejores del pelotón. Nos hemos cargado las estructuras básicas para el desarrollo de este deporte, que ahora amenaza también a las carreras más importantes del calendario español. Así que por mucho doctor milagro que haya, parece que la mal llamada Edad de Oro del ciclismo español ya ha pasado.

Para rizar el rizo, la mayoría de los nombres importantes que disputarán esta París-Niza están señalados por el dopaje. El más importante, Alejandro Valverde, que ya demostró que era el mismo de antes de su sanción, como si nada, ni lo bueno ni lo malo, hubiera cambiado. No le ha pasado lo mismo a Mikel Astarloza, que pese al apoyo incondicional de su equipo se encuentra lejos de su mejor versión tras dos años en el dique seco. Este será el año de su reválida o el de su retirada. Esperemos que lo segundo. Luis León Sánchez, ex de Liberty Seguros, vendrá a esta Vuelta a encontrar sus mejores sensaciones, las que le llevaron a ganarla en 2009. Tras un primer año decepcionante en Rabobank, tiene que centrarse en unos objetivos y no seguir con la ridícula pretensión de Unzúe de aspirar al puestómetro en el Tour de Francia. Dani Navarro, el amigo de Contador, ha empezado bien la temporada y este año corre sin presión, en un Saxo Bank que da más pena que gloria. Aunque por su nivel a lo máximo que puede aspirar es a dejarse ver por la Vuelta a Burgos y semejantes, no debería dejar pasar la oportunidad que tiene de estar en un equipo ProTour...

Y después, otros que siempre andan picoteando aquí y allá, como Arroyo, Barredo y Florencio, pero parece que para todos ellos ya pasaron los mejores años. Y tampoco hay que olvidarse de la participación de Igor Antón, aunque es un corredor al que le cuesta mucho coger la forma y no lo solemos ver en su mejor versión en estas carreras. Pero es una París-Niza buena para él, así que a ver con qué mentalidad se la toma.

Tenemos por delante una semana de buen ciclismo. Y a partir del miércoles alternándola con otra gran carrera como la Tirreno-Adriático.