martes, 6 de marzo de 2012

Tirreno-Adriático, una carrera por tierra, mar y aire


Mañana comienza la cuadragésimo quinta edición de la Tirreno Adriático, la vuelta por etapas más importante del inicio de la temporada junto a la París-Niza, que por caprichos del calendario se celebran a la par. Mal negocio para el ciclismo, ya que los mejores corredores del mundo se tienen que dividir en estas dos carreras, así como la atención del espectador, algo que también sucede en junio, cuando, durante un par de días se encadenan Dauphine y Vuelta a Suiza. Quizás conscientes de esto, los organizadores de París-Niza y Tirreno-Adriático, ASO y RCS, respectivamente, han llegado a un pacto: las etapas de la París-Niza, cortas y nerviosas, suelen terminar a eso de las cuatro de la tarde, mientras que en la Tirreno-Adriático se plantean jornadas de enorme kilometraje (en esta edición se superarán los 250 kilómetros un día), en la que los corredores no llegan a la meta pasadas las cinco.

A diferencia de París-Niza, la Tirreno es una carrera más cambiante en su recorrido. Hay ediciones que son totalmente llanas, otras con superetapas de media montaña, difíciles de controlar, pero también puede presentar grandes puertos. De ahí que entre sus ganadores se encuentre gente tan dispar como el orgulloso valón Roger de Vlaeminck, el rodador italiano Francesco Moser, escaladores como el suizo Tony Rominger o los italianos Scarponi y Garzelli, especialistas contrarreloj como Abraham Olano y Fabian Cancellara, finos uphill finishers como Davide Rebellin o Paolo Bettini, especialistas en grandes vueltas como Kloden o Evans, y llegadores de gran clase como Pozzato o Freire. Es una carrera de recorrido imprevisible y cambiante, de etapas con muchas alternativas.

Las últimas temporadas, cuando RCS aún la dirigía el excesivo Angelo Zomegnan, la Tirreno presentó un modelo claro: el modelo Vuelta a Burgos de que la mayoría de las etapas tuviesen una dificultad en forma de muro infranqueable en los últimos kilómetros para que los favoritos se rompiesen las piernas en busca de la victoria. Ciclismo de tres kilómetros, ideal para el prime time. Este año, tras la destitución de Zomegnan, la carrera vuelve a tener algo más de sentido.

No en la primera etapa que, como ya es tradición en muchas carreras españolas e italianas (donde el ciclismo está en franca decadencia), vuelve a ser una inútil contrarreloj por equipos. Esta disciplina, que muchos consideran espectacular, tiene poco valor, incluso podríamos considerar que no es ciclismo de verdad, sino una atracción con bicicletas, dignas de esos criteriums de pueblo que, ante la falta de un velódromo, los ciclistas dan vueltas a una avenida ancha de la ciudad/pueblo. Además, se desnaturaliza la lucha por la victoria de igual a igual, y priva a la carrera de un auténtico líder en la primera etapa. Un líder real, que haya luchado al lado de los más fuertes en su disciplina, por la victoria final. El líder salido de una contrarreloj por equipos, obtiene el jersey como un regalo del equipo, al ser el primero de la escuadra en cruzar la meta.

El segundo día hay una etapa claramente italiana. 230 kilómetros por un territorio seguramente más complicado de lo que muestra la altimetría, y que tiene circuito final por los alrededores de Indicatore, que es donde termina la etapa. Lo más probable es el sprint, pero si hace mal tiempo y los corredores tienen ambición, puede ocurrir cualquier cosa. Más llana y con menos distancia a recorrer es la tercera etapa con final en Terni. La principal atracción del día será el paso por el impresionante lago Trasimeno en las inmediaciones de Peruggia. Como siempre, el ciclismo francés e italiano están muy pendientes del valor patrimonial del ciclismo. Lo espectacular no sólo es la dureza de la carretera, sino también lo que tiene de monumental y fotográfico. Algo en lo que España debe mejorar mucho. El sprint parece cantado en la llegada a Terni, pero también tendrá su dificultad, puesto que en el último kilómetro está señalado un paso por una rotonda, por lo que la colocación será fundamental.

La cuarta será posiblemente la etapa estrella de esta edición de la Tirreno-Adriático. Un impresionante recorrido de 252 kilómetros atravesando toda la región de los Abruzzos, ascendiendo el paso Lanciano (1300 metros de altitud, algo raro en esta prueba) y con final clásico en Chieti, una llegada en continua ascensión durante los últimos diez kilómetros que a falta de dos se convierte en especialmente terroríficos, con tramos del 19% de desnivel. El año pasado ya vimos este espectacular final en Chieti, con victoria para Michele Scarponi. El favorito al inicio era Gilbert, especialista en estas llegadas, pero Scarponi y Cunego pusieron un ritmo infernal desde el inicio de la subida y el belga no pudo seguir su rueda. Solo Evans, a la postre vencedor final tendría piernas para llegar junto a los dos italianos. Sin embargo, la etapa no tenía, ni de lejos, la dureza que encontrarán este año los ciclistas.

Y pese a que esta etapa ya daría para suficiente dureza en esta edición de la prueba, la organización programa otra jornada muy difícil al día siguiente. Una clásica etapa de montaña, con dos puertos encadenados y final en la estación de esquí de Prati di Tivo. Quince kilómetros de ascensión con un desnivel que siempre anda alrededor del 7%. La etapa de nuevo es espectacular también por el escenario, ya que la estación invernal se encuentra en las faldas del Corno Grande, una espectacular estructura rocosa que es el punto más alto de los Apeninos. De nuevo, la grandeza del ciclismo unida a la grandeza geográfica. Esto es diseñar recorridos.

El penúltimo día, una etapa más sencilla alrededor de Offida, una comuna italiana de origen medieval. La etapa no tiene mucho misterio, ya que la mayor parte de su recorrido consiste en un circuito alrededor de este pueblo italiano. Hasta seis pasos por el mismo trazado, dos tercios de la etapa. Una orografía con pequeñas dificultades, lo que lo asemeja a un mundial, aunque con una duración inferior. Y como ya es tradición, en la etapa final se llega a San Benedetto del Tronto, aunque al igual que el año pasado, la llegada masiva es sustituida por una pequeña contrarreloj individual de nueve kilómetros.

Con este recorrido, el favorito vuelve a ser el ganador del año pasado, Cadel Evans. El australiano es el mejor de los favoritos en la contrarreloj, puede disputarle las llegadas en alto a cualquiera (aunque en su equipo contará con su principal rival: Philippe Gilbert), es capaz de seguir el ritmo de los mejores escaladores y tiene un equipo de gala para todos los terrenos. La duda será conocer su nivel competitivo, tras un año espectacular donde ganó Tirreno-Adriático, Tour de Romandia y Tour de Francia. Con 35 años, quizás la mejor versión de Evans se vio el año pasado. Pero un Tour propicio para él puede ser un acicate importante.

Las mejores alternativas al reinado del australiano son los locales Scarponi y Nibali. El primero no cuenta, como el año anterior, con el apoyo de Cunego, que ha preferido la París-Niza (donde ayer un pinchazo y un corte lo alejó por completo de la general), pero la llegada a Prati di Tivo le será favorable para sacar tiempo en una etapa de montaña, más allá de las bonificaciones y llegar con un margen a la contrarreloj del último día. Nibali presenta más regularidad que Scarponi en todos los terrenos y su victoria en la etapa reina del Tour de Omán le vendrá bien para la moral, ya que es un corredor poco acostumbrado a ganar en alto. El tercer italiano con opciones, por decir algo, es Stefano Garzelli, vencedor hace dos años y que se resiste a retirarse, para vergüenza del ciclismo. Por características similares, podríamos meter en este bloque a Joaquim Rodríguez, que vuelve a la carrera tras perdérsela el año pasado por una lesión en la rodilla (brilló en 2010 con una victoria en Montelupone), y también el oscuro colombiano Fabio Duarte, que siempre desaparece "misteriosamente" de las carreras a mitad de su transcurso...

En un tercer grupo de favoritos, los jóvenes aspirantes. En primer lugar, y por derecho en cuanto a victorias de nivel, el checo Roman Kreuziger. El corredor de Astana quizás tuvo un 2011 algo decepcionante. Fue el mejor joven del Giro de Italia, pero quizás su progresión no ha ido a más desde que despuntara en el 2007 y el 2008. Sin embargo, a lo largo de sus cinco años en la élite con tan solo 26 años (dejando su primera temporada como neo en 2006), sigue siendo un valor de futuro. Además, su rendimiento sube cuando corre en suelo italiano. El checo ha conseguido una única victoria de etapa en los cinco años que señalaba antes. Tres veces en Italia y dos en Suiza, con lo que está claro en qué parte de Europa se desenvuelve mejor. El año pasado ganó la etapa reina del Giro del Trentino, con final en Madonna di Campiglio. Con gran nivel en contrarreloj y en montaña, este debe ser el año en el que Kreuziger demuestre todo su valor o quede como una eterna promesa más.

Un año mayor que Kreuziger, con menos pedrigí e igual proyección, está Peter Velits. El eslovaco se hizo visible al mundo ciclista en 2008, cuando coronó en solitario la Croix de Fer en la etapa reina del Tour de Francia, con final en el Alpe D'Huez (donde venció Carlos Sastre para llevarse la carrera). Volvió el año siguiente e hizo trigésimo en la general, además de dejarse ver en la Vuelta a Suiza y en la Clásica de San Sebastián. Fue 2010 su año clave, con un gran tercer puesto en una Vuelta a España para escaladores. Pese a todo, un especialista contra el reloj como él supo manejarse en la montaña y arrasar en la contrarreloj de Peñafiel, donde ganó a los mejores especialistas del mundo: Menchov, Cancellara y Larsson. Y con meses de retraso, la expulsión del dopado tramposo de Mosquera, le dio un merecidísimo segundo puesto. Con esto, su 2011 se prometía grandioso, pero al igual que con Kreuziger, no cumplió las expectativas. Pero si en el caso del checo se puede deber a un problema de las capacidades del propio ciclista, para el eslovaco Velits las razones parecen estar también en la mala gestión de su antiguo equipo, el extinto Columbia, que pretendía que Velits, su hombre en la general, formase parte del tren de Cavendish. La estrategia le salió bien al equipo, ya que Cavendish logró un montón de victorias, pero eso redujo las posibilidades de su mejor corredor para la clasificación. Pese a todo, Velits hizo decimonoveno, quedando además cuarto en la etapa de Alpe d'Huez. Este año está en un equipo más veterano como Omega Pharma Quick Step, que de todas formas siempre ha fracasado en sus intentos de asalto a las generales de las grandes vueltas. Compartirá galones con un veterano como Levi Leipheimer, pero en la Tirreno tiene vía libre, con un equipo de rodadores y velocistas. Este año ya ganó el Tour de Omán, así que viene con moral y con serias opciones para la general de esta vuelta.

Y el tercero en discordia es el más joven de todos, el holandés Steven Kruijswijk, otro corredor que vive un idilio con Italia, puesto que es en el Giro donde ha conseguido sus grandes resultados. Fue decimoctavo con 23 años, en la temporada de su debut en el circuito mundial, y el año pasado consiguió quedar noveno con una actuación muy espectacular. Un mes después conseguiría su primera victoria World Tour en la Vuelta a Suiza. El Rabobank, sin Gesink, tendrá en Kruijswijk a su único líder.

El resto de participantes son incógnitas. Ni los equipos franceses ni los italianos continentales traen gente para la general. El GreenEdge viene con un equipo de velocistas de calidad (Goss y Langeveld) y a la espera de lo que pueda hacer Cameron Meyer. Garmin y Sky pretenderán cazar alguna improbable llegada masiva con Farrar y Cavendish respectivamente, aunque en Sky tienen la baza de Lovkvist, que el año pasado fue décimo en esta misma carrera. Otro sueco que en 2011 cuajó una temporada interesante fue Kessiakoff, aunque en su equipo estará Kreuziger por delante. Vacansoleil presenta también un bloque sólido con Hoogerland, Devolder, Poels y Marcato. Los dos últimos se desenvuelven bien en carreras de una semana, así que tendrán opciones de hacer algo en la general si se ven en carrera. El holandés Poels casi le birla el año pasado a Gilbert la victoria en Castelraimondo.

Tampoco me olvido de Radioshack, que viene con un equipo funesto, lleno de veteranos y con la esperanza de que Cancellara gane la contrarreloj como hizo el año pasado. También está el temible Horner, que con 41 años y el currículum más sospechoso que un deportista pueda tener, viene dispuesto a todo. El año pasado se salió y amenazaba seriamente (al ciclismo mundial) con hacer algo grande en el Tour de Francia, pero una oportuna caída en la séptima etapa nos libró de semejante vergüenza. Lo normal es que a sus 41 años no pueda repetir lo del año pasado, pero como todo en la vida de este ciclista ha sido anormal, no hay que descartar nada. De estar como el año pasado, es máximo favorito a llevarse la general final.

En cuanto a los españoles, la dupla de amigos del Katusha, Joaquim Rodríguez y Dani Moreno, son los que más oportunidades tienen de brillar. En el equipo ruso les acompaña este año Freire, que buscará alguna llegada masiva. Y dada la dureza de las etapas llanas, podrá disputarles las volatas a los más jóvenes Greipel, Farrar o Cavendish, o al veteranísimo Petacchi, otro corredor que haría mejor en retirarse.

En el Euskaltel aparece Mikel Landa en medio de clásicos como Gorka Verdugo, Egoi Martinez o Amets Txurruka. El joven talento de la cantera vasca ganó el año pasado en la Laguna de Neila con 22 años a veteranos como Joaquim Rodríguez o Juanjo Cobo. Corre sin presión, pero lo demostrado el año pasado en la Vuelta a Burgos da lugar a la esperanza. El Movistar está capitaneado por Beñat Intxausti, también salido de Euskaltel, que tuvo un 2011 marcado por la mala suerte y las lesiones. En el equipo está Visconti, el fichaje de Movistar, sin muchas opciones de victoria de etapa; la calidad y fiabilidad del portugués Rui Costa; y los jóvenes Amador y Madrazo, que ya acudieron a la edición anterior de la carrera con resultados esperanzadores.

En definitiva, otros siete días (seis si quitamos la estúpida contrarreloj por equipos del primer día) de ciclismo de primer nivel internacional, con una participación espectacular, un recorrido variado y digno de una gran vuelta, y un paisaje espectacular que hará disfrutar del visionado, sea cual sea el devenir de la carrera. Tierra, mar y aire en su más bella expresión, para la carrera de los dos mares.

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